John Carpenter. Halloween.



Esta noche en que muchos jóvenes del mundo celebran ' a la americana ' la Fiesta de Halloween, con disfraces terroríficos, (no para espantar a los espíritus sino para pasarlo bien ) mientras sus padres honran a sus muertos de forma tradicional y preparándose para ir a la mañana siguiente a los cementerios y llevar flores a sus antepasados, hemos decidido traer a la memoria la película de John Carpenter, que inicia el género en el que un maniaco, cuchillo en mano, amenaza a chicas de la clase media inclinadas al sexo prematuro y fácil. Los adultos no suelen estar presentes, y la policía se muestra ineficaz; en el film que estamos analizando matan a la propia hija de un agente que no sólo se muestra incrédulo ante las advertencias de un médico que ha tratado al asesino, sino que ni siquiera sabe qué pasa normalmente en su casa.

Si algo ha convertido el film de Carpenter en una obra de culto es la maestría en el uso del lenguaje cinematográfico, la creación de un diégesis en la que todos los elementos contribuyen a la representación del terror: la música, del propio director, los efectos sonoros, el predominio del rodaje en exteriores, generalmente solitarios, abundando los planos largos, panorámicos y las cámaras subjetivas; en todo momento el espectador ve a los personajes a través de la mirada del asesino, con él avanzamos por las calles, entramos en las casas, subimos las escaleras y observamos a los adolescentes practicando el sexo. Cuando llega el crimen ya casi ni nos sorprende. La verdadera tensión se genera en el momento en que la amenaza se cierne sobre la protagonista, que trabaja en su tiempo libre como canguro, Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), chica estudiosa y más recatada que sus amigas; el espectador piensa que esta forma de ser la protege. Es evidente que el film denuncia la hipocresía de la clase media americana, que vive en casas ajardinadas, no cierra las puertas porque piensa que en sus barrios todas las familias son honorables y puritanas, pero en realidad desconoce los hábitos reales de sus propios hijos.

El principio y el final de la película son de una gran ambigüedad, como si el director quisiera que cada espectador los interpretara según sus propios conocimientos extradiegéticos. Michel Myers, un niño de seis años mata incomprensiblemente a su hermana de 17, tras haber practicado el sexo con su novio; vemos el asedio, el acorralamiento de la víctima, a través de los ojos de la cámara, que sustituyen a los del niño, y el crimen a través del antifaz que completa su disfraz. Los hechos se producen en 1963 en un tranquilo pueblo de Illinois, con el que los niños proponen a los vecinos el típico 'truco o trato', o 'la bolsa o la vida'en español. No se nos da una explicación lógica de por qué un niño puede realizar este acto criminal. Quince años después se escapa del psiquiátrico y vuelve a su 'hogar maldito', abandonado por los padres; en él ya no queda nada de conciencia humana, según el diagnóstico de su psiquiatra. Pero Carpenter deja otra incógnita en el aire: nada puede con él, ni las balas, ni los cuchillos, ni otros objetos punzante. ¿Es el hombre del saco ? pregunta la protagonista. ¿Es un ser sobrenatural?, se pregunta el espectador. El cineasta no se preocupa por aclararlo: es la Noche de Halloween. Es un film magnífico en su realización, con las imágenes cruentas justas, y con una preciosa fotografía, que la convierten en predecesora de todo un género y en una obra de culto para los adictos al cine de terror. Hace un homenaje a los dos realizadores que más han influido en la generación de Carpenter: Howard Hawks ( los niños ven esa noche The Thing en la televisión) y Alfred Hitchcock, en los efectos sonoros, y al giallo italiano en el uso de armas cortantes como  los enormes cuchillos cuchillos.


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