Qué verde era mi valle. John Ford


Godard sostiene que lo verdaderamente dificil no es cambiar las palabras, sino las formas.Ford inscribe su historia en el contexto de una revolución en marcha, la industrial. Los empresarios reducen los costes salariales para incrementar sus beneficios en un primer momento; en una segunda fase despiden a los obreros de elite, más experimentados, demasiado caros, ante una oferta abundante constituida por hombres pobres y hambrientos. La máquina de vapor impulsó el desarrollo del ferrocarril y la demanda de carbón, pero este hecho no se tradujo en un beneficio para todos, sino en un endurecimiento de las condiciones de trabajo.

Los orgullosos galeses del Valle de Rhonda, hombres duros, recios, de principios rectos, cuyo templo era la familia y su sumo sacerdote el pater , eran profundamente conservadores y respetaban la sociedad jerárquica que les legaron sus mayores. Los cantos de los hombres ' son para el valle como la vista para los ojos ', siente el niño, y los mineros llevaban incrustado en su piel el hollín toda la vida, por mucho que lo rascaran. Todo giraba en torno al pater, cuya auctoritas nadie osaba poner en cuestión y delante de cuyo plato siempre había una gran pieza de carne; era la cabeza del hogar, la madre el corazón, también endurecido. El dinero, se guardaba en el lar, la chimenea del hogar, y la contribución de los hombres del valle al poderoso monstruo del progreso era insaciable: primero el escaso bienestar conquistado luchando día a día para arrancar el carbón a la madre tierra, más tarde la partida de sus hijos hacia el Nuevo Mundo y, fracasados los intentos de cambiar las cosas usando el único instrumento a su disposición, la huelga, considerada un pecado socialista, ( en contra de la cual está el padre), entregaban las hijas casaderas al capricho de los retoño de los burgueses.

Las mujeres también eran una roca, y cuando veían partir a sus hijos, que habían perdido la oportunidad de vivir y trabajar en su propio valle, a lo sumo exhalaban un lamento ahogado: ¡A América! ¡Mis hijos! . Mientras cantaban God save the queen, Ford abre el plano para permitir que el espectador vea partir a éstos hacia América, cargados de sus petates en busca de 'El Dorado' . El embarazo fuera del matrimonio era castigado por los 'decanos de la Iglesia' en un acto de antematización pública de la pecadora. Pero, aceptado su estatus por las mujeres, los hombres sentían un gran respeto por la matrona y se descubrían la cabeza cuando pasaban por delante de cualquiera de ellas.

Vivían asustados. Una llamada a la puerta podía significar el anuncio de un accidente o cualquier otra mala noticia. Por primera vez en la familia, uno de sus miembros, Huw, el niño/narrador, va a la escuela ubicada en un valle contiguo, pero debe sufrir el acoso de sus compañeros y lo que es más cruel, del propio profesor que lo denigra e incluso le pega. Pero en este mundo el hombre aprende a golpes, los niños deben pelear para ser ellos los que vapuleen a los demás. en el futuro. Sus hermanos creen que de esta forma el niño se está haciendo un hombre.

Cuando se muere su hijo mayor, Morgan se conforma con la idea de que Dios le quite un hijo y le de otro en forma de nieto. La madre sugiere que la viuda se instale en el hogar paterno, pero el padre no acepta que haya más de un ama de casa. Huw, el niño, irá a vivir con su cuñada (de la que se enamoró tan pronto como vio ) para cumplir esa papel imprescindible de pater familias.

Uno de los personajes más interesantes es el cura, que dedicó su vida a conquistar el mundo con la 'verdad' que solo interesó a unos cuantos; se enamora de la hija de Morgan, Angharad, pero ésta se debe casar con el hijo del dueño de la mina y renunciar ambos al amor de su vida; es un hombre sincero que apoya el movimiento obrero en contra de las decisiones de los decanos de las iglesias rurales; participará en el rescate de Morgan, junto con su hijo pequeño, Huw . A los 60 años éste abandonará la tierra que le vio crecer para no volver jamás, y tras recordar su vida en una gran flashback, se mezclan en su memoria aquellos momentos felices de su infancia, perdida, en la que el padre, ese hombre rudo, decente, no adaptado a los nuevos tiempos, supo dar a su familia un amor digno y sincero difícil de sustituir en su memoria. Su Rosebud se transforma en: ¡Qué verde era mi valle!

Ford revive unos momentos históricos como un observador objetivo , eliminado el narrador omnisciente, y reduce al máximo los momentos climáticos para introducirnos en unos personajes y el tiempo en que les tocó vivir; no se puede hablar, en el ámbito de la familia, núcleo fundamental , en torno al que se construye la diégesis, de conservadurismo, machismo, violencia de género o contra los débiles desde la perspectiva actual; el cineasta fue un hombre en cierta medida conservador, que tuvo el coraje y la honestidad de defender a los compañero cineastas perseguidos por el Comité de Actividades Norteamericanas creado por el Senador MacCarthy. Los hombres de Ford son conservadores desde nuestro punto de vista actual, pero están dotados de unos sentimientos de orgullo, dignidad y solidaridad que hoy están muy debilitados.

Preguntado Orson Wells sobre sus tres directores de cine favoritos, respondió: "John Ford, John Ford y John Ford ". Compartimos su opinión; su aprehensión de los acontecimientos que se produjeron en la primera revolución industrial y la convulsiónes que afectaron a 'hombres tranquilos' es de tal categoría, que echamos mucho en falta un John Ford que nos ayude a comprender al hombre moderno, involucrado en una revolución tecnológica, cuyo alcance nadie es capaz de predecir. Los mejores cineastas de ambos lados del 'charco' lo han reverenciado y emulado; filmes como éste que tenemos delante nos hacen comprender la razón.



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