Angeles y demonios. Ron Howard.




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Ficha técnica:


Título original: Angels & Demon.
País: USA.
Año: 2009.
Duración: 138 minutos.

Dirección: Ron Howard.
Dirección artística: Alex Cameron y Dawn Swiderski.
Guion: David Koepp, Akiva Goldsman, basado en la obra de Dan Brown.
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Salvatore Totino.
Montaje: Daniel P. Hanley y Mike Hill.

Producción: Brian Grazer, Ron Howard, John Calley.
Diseño de producción: Allan Cameron.
Compañías. Productora, Sony; Distribuidora, Columbia Pictures, Imagine Entertainment.


Intérpretes:


Tom Hanks: Profesor Robert Langdom,
Ayelet Zurer
Ewan McGregor: Camarlengo
Stellan Skarsgård
Pierfrancesco Favino
Nikolaj Lie Kaas
Armin Mueller-Stahl

Sinopsis.


Segunda entrega de la saga que se inicia con El Código Da Vinci (2006), dirigidas ambas por Ron Howard. Tras la muerte de un papa imaginario, que se puede asociar con la figura de Juan XXIII, progresista y colaborador con la ciencia, durante la celebración del conclave en el que se debe elegir a un nuevo Pontífice Máximo, son secuestrados los cuatro preferiti, y el Estado Vaticano pide la colaboración, en la búsqueda e investigación de la desaparición de los cardenales, del profesor Robert Langdon, encarnado por Tom Hanks. Todos los indicios, especialmente unos ambigramas, apuntan a la reorganización de la sociedad masónica, primitivamente constituida por científicos e intelectuales para preservar sus avances tanto en construcción como en química o filosofía, y evitar el fuego de la hoguera. En sus primeros pasos el film relata minuciosamente todo el ritual que se produce tras la muerte del Jefe del Estado Vaticano y su significado.

La desaparición de los cuatro cardenales coincide con el robo de la llamada partícula de Dios, la antimateria, sustraida del acelerador, y cuyo uso espurio puede provocar la desaparición de la Ciudad Eterna. El Camarlengo, generalmente un cardenal, aunque el film lo convierte en un simple sacerdote (Ewan McGregor), y el Jefe de la Guardia suiza Vaticana, desempeñarán un papel fundamental en este juego de preguntas y respuestas en que se convierte el film y que obliga al espectador a ubicar los escenarios de los crímenes haciendo uso de unos indicios que el profesor y la científica italiana encuentran en los archivos vaticanos que señalan a los llamados altares de la ciencia , que hacen referencia a los cuatro raíces (Empédocles) o elementos (Aristóteles) tierra, fuego, agua y aire, que antiguamente se consideraban las partes constituyente de toda materia; el film acaba convirtiéndose en un itinerario turístico por la Roma renacentista y barroca, la de Miguel Ángel y Bernini . Ante el veto de la Iglesia para que se utilizaran sus intalaciones, los interiores se rodaron en sets en USA y los exteriores se filmaron en la Reggia di Caserta, en el sur de Italia, donde se rodaron varias escenas de Star Wars.

Comentario.



El film de Ron Howard tiene una virtud: ubicar perfectamente el estado de la cuestión del enfrentamiento secular Iglesia/Ciencia en la sociedad contemporánea. Dos debates enturbian las relaciones entre los investigadores empíricos y los filósofos-teólogos: la investigación con células madres, que produce enfrentamientos en la misma plaza de Bernini entre partidarios y detractores y la reanudación de las investigaciones del acelerador de partículas, por un lado, y los estudios de semiótica que dan instrumentos al hombre para realizar sus propias interpretaciones, sin dirigismos dogmáticos. El tiempo transcurrido entre la saga de Indiana Jones y la del Codigo Da Vinci refleja el progreso de la ciencia y la semiología; mientras el héroe de Steven Spielberg era un arqueólogo, que empujó a muchos jóvenes de la época a licenciarse en arqueología, el héroe de hoy es un semiólogo, matería que está arraigando profundamente en las universidades europeas y que provoca el entusiasmo de muchos estudiantes. Martin Jay considera el feminismo y la semiótica los motores del desarrollo de las conciencias de la sociedad actual. Y ese mérito sí lo tiene la saga de Ron Howard, que informa al espectador medio de los avances, aunque sea a nivel divulgativo, de la materia, y probablemente deba al atractivo que supone percatarse de que en la Última Cena de Leonardo no había cáliz, el éxito que la saga ha alcanzado entre el público.

La película mantiene el ritmo y el interés del espectador apoyado en dos grandes actores: Tom Hanks e Ewan McGregor, en un papel insólito en su carrera, vistiendo sotana, y encarnando el mal y el retroceso histórico en un film al que algunos han visto cargado de excesiva simbología. Como hemos dicho muchas veces todo film abre una ventana al mundo, y a pesar de que la cinta de Ron Howard ha sido calificada de Blockbuster o producto mainstream, etiqueta que mata la obra en la que se coloca, nos sitúa en el campo en el que se libran las batallas científicas y filosóficas actuales, sin tomar, por ahora, en cuenta los pasos erróneos que está dando la economía, cuyo conocimiento es tan necesario para la población inmersa en una crisis global sin precedentes, la primera de carácter global que se produjo en septiembre de 2008, tras la caída de Lehman Brothers,   mediatizada por intereses muy influyentes.

No faltan denuncias a la profanación de obras de arte de la antigüedad, entre las que figuran la castración de las figuras masculinas, sustituyendo el miembro viril por hojas de parra, el cubrimiento con vestidos de los desnudos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, o la utilización de bloques del Coliseo para la construcción de El Vaticano. El Panteón de Agripa, convertido en la primera iglesia de Roma, tiene sus altares orientados hacia el Este, hacia el sol naciente, debido a una postura pragmática que no violentó las costumbres adquiridas por los creyentes , originadas en tiempos del paganismo, por comodidad.

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