Los panzers de la muerte. Sven Hassel


Ficha técnica:

Título original: The misfit  brigade.
País: EE.UU.
Año: 1987.
Duración: 00 minutos.
Dirección: Sven Hassel.
Guión: Nelson Gidding, basado en  la novela Wheels of terror de Sven Hassel.
Casting: Myers/ Teschner.
Director de fotografía:  George Nicolic.
Edición: Robert Gordon.
Música: Ole Hoyer.
Producción: Just  Betzer  y Benni Korzen.
Betzer/ Korzen Production, Whells o terror Inc.

Intérpretes:

Bruce Davison: Porta.
David Patrick Kelly: legionario.
Diw Moffett: Capitán Von Barring.
Jay O. Sanders: Tiny.
Oliver Reed: General.
David Carradine: Coonel Von Weisshagen,
Keit Starabajka: Old Man.
Branco Vidak: Stee.
Slauko Stimac: Sven.
Boris Komnenick: Baver.
Andrija Maricic: Muller.
Klaus Pagh: Reinhart.
Anton Sosic: Freckles.
Svetislav Goncic: Siegfried.

Sinopsis:

En los momentos finales de la segunda guerra mundial, la maquinaria de guerra  alemana hizo uso  de los presos que estaban  en las cárceles y campos de concentración con fines militares, reclutándolos como soldados. Les fueron conmutadas sus condenas y otorgado el derecho a morir en los regimientos penales, Esta es la historia de uno de esos batallones disciplinarios, el 27 de  Panzers. Otros directores han llevado a las pantallas esta práctica, entre ellos José Giovanni lo trató marginalmente en El Clan de los Marselleses.

Comentario.

Desde los primeros momentos de la cinta el espectador observa que los soldados de   Los panzers de la muerte  no tienen nada que ver con  la imagen que la historia y el cine ha transmitido de los ejércitos nazis.  La leyenda que introduce el film es inncesaria pues las imágenes hablan por sí solas: soldados sonrientes, humanos ( salvamento de  un gato con la creencia de  que era un niño pequeño, en la primera secuencia), desaliñados, medio disfrazados y bullangueros. La sucesión de gags mantiene entretenido  y sonriente al público, causando la desorientación entre los  mandos al aplicar sus propios reglamentos.

Es un film sorprendente, divertido y mantiene su vigencia a pesar del tiempo transcurrido, y es además  un alegato contra las guerras, en las que el hombre acaba matando por el puro instinto de supervivencia, privado en última instancia de las ideas. Se dispara al que lleva un uniforme diferente, la mayor parte de las veces impuesto, para evitar que el otro se adelante.


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