Un dios salvaje. Roman Polanski




Ficha técnica:


Título original: Carnage.
País: Francia, Alemania, Polonia y España.
Año: 2011.
Duración: 79 minutos

Director: Roman Polanski
Guionista: Yasmina Reza y Roman Polanski, basado en 'Le dieu du Carnage' de Yasmina Reza, trasladado por Michael Katims
Casting: Fiona Weir
Música: Alexandre Desplat y Alberto Iglesias
Fotografía: Pawel Edelman
Edición: Hervé de Luze.
Director artístico: Jean-Michel Ducourty
Decorador del set: Frankie Diago
Diseño de efectos visuales: Frederic Moreau

Diseño de Vestuario: Milena Canonero
Responsable de peluquería: Didier Lavergne; maquillaje: Anais Lavergne
Estilista de peluquería: Jean-Max Gering

Productor: Saïd Ben Saïd
Productor en línea: Frederic Blum
Diseño de Producción: Dean Tavoularis.
Compañías. Productoras: SBS Productions, Constantin Produktion, SPI Poland.,Versatil Cinema, Zanagar Films, France 2 Cinema, TVE, Canal  +, TV3


Intérpretes:


Jodie Foster: Penélope Longstreet,
John C. Reilly: Michael Longstreet,
Kate Winslet : Nancy Cowan,
Christoph Waltz: Alan
Elvis Polanski: Zachary
Eliot Berger: Ethan



Sinopsis.


La película cuenta en clave de comedia negra la historia de dos parejas de la burguesía que quedan para tomar café tras una pelea escolar entre sus hijos pequeños: un matrimonio formado por una seria activista y escritora, Penélope (Jodie Foster) y un campechano vendedor de productos domésticos, Michael  (John C. Reilly), y otro integrado por una broker y ama de casa, Nancy  (Kate Winsler),  y un abogado, Alan (Christoph Waltz) Las dos parejas se muestran en principio educadas y razonables, como buenos miembros de la burguesía occidental, pero de pronto la conversación cambia de tono, se pasa al insulto descarado, el bochorno y el arrepentimiento. La discusión se reinicia una y otra vez como un bucle, y se pasa de la discusión dentro de la pareja a la guerra de sexos, perdiendo todos los papeles de forma grosera e ineducada.

En un acto de venganza cómica el director realiza un striptease moral de los hipócritas burgueses y deja al desnudo su auténtica naturaleza, ante un hecho tan insignificante como una pelea de niños. La venganza/justicia poética es un plato que se vende frío. Adultos histéricos, humor ácido, telefonía móvil y espaldas doloridas. Larga vida al infierno cómico cotidiano. (Carlos Prieto, enviado oficial a la Mostra de Cine de Venecia (. Diario Público, 3 de septiembre de 2011).



Crítica y comentario.


Cine y teatro se dan cita en el último film de Polanski, en el que ambas formas de representción coinciden sin que ninguna de ellas se imponga, conectando con el espíritu  que subyace en  la obra de Straub en las adaptaciones literarias al cine;  un único acto, un solo espacio y una misma unidad de tiempo. Cineasta y dramaturgo realizan un guión que comienza con un plano general  muy abierto en un parque bajo el puente de brooklin en  New  York, en el que los hijos  de las  dos parejas discuten, sin que se oiga de lo que  hablan, mientras suena  la música de Alexandre Desplat  que  incrementa su presencia con la entrada de la percusión a medida que el conflicto se agría y acaba en la agresión de Zachary, hijo de los Cowan a  Ethan, vástago de los Longstreet. La inserción de estos dos planos, que coinciden con los títulos de crédito iniciales y  finales, funcionan como el telón que abre y cierra la representación,  al tiempo que desvela la relatividad  y superficialidad de lo que subyace en el origen del conflicto, simbolizadas por el hamster que supervive al abandono de Michael.,

Polanski hace  explicita, por medio de Alan,  la clave de la obra de Reza de que este mundo  está gobernado por  un dios salvaje que nos recuerda que debajo de nuestra capa de cultura y civilización, sólo somos animales que luchamos por nuestro territorio y por la defensa de nuestros cachorros. Ambas parejas en principio enfrentadas por la  pelea de los hijos, van abriendo la brecha por  la distancia que las separa basada en su estatus social y formación intelectual: Alan, un poderosos abogado de la industria farmacéutica, Nancy, una  broker que debe atender los problemas domésticos; Penélope una empleada, que ha colaborado en la redacción de un libro sobre el hambre en África y prepara otro sobre Dafur y su marido un vendedor de accesorio domésticos. Como los personajes de Buñuel de  El Ángel Exterminador fracasan en sus intentos de  salir de la  estancia y en cada regreso al salón profundizan la brecha, desaparecen sus máscaras y afloran los conflictos de clase y  de género, intercambiándose las complicidades entre los matrimonios,  las mujeres o los hombres. El trabajo del hombre, simbolizado por su teléfono móvil, se interpone entre Alan y Nancy; el progresismo de ONG y su tendencia a universalizar los problemas más nimios  entre Penélope y  su sencillo marido, al que ridiculiza Alan repasando el catálogo de  sus productos. No hay final posible, afirma Tomás Fernández Valentí, al igual que no lo tiene la incurable estupidez humana.

Un dios salvaje es una película divertida, sustentada en cuatro grandes actores; un film de cámara, una película decididamente menor, rodada, salvo su escena  inicial, en un estudio parisino y que, de modo harto probable, era la únia que Polanski podía filmar dada su compleja situación legal, afirma Jaime Pena en  El discreto encanto de la burguesía (Cahiers du cinema, Diciembre 2011). Es probasble que el film del director polaco no sea el mejor de su carrera, como tampo lo es el artículo del colaborador de Cahiers.

Jodie Foster, actriz comprometida, se presta a interpretar una parodia de mujeres como ella, cargando las tintas en su insatisfacción e histerismo, e incluso el consumo excesivo de alcohol, y  su prediposición a  convertir el pequeño conflicto de su hijo en un casus belli universal. Alan exclama cínicamente ante su irascible actitud, que pretende ser políticamente correcta y educada: " Cada vez que oigo a Jane Fonda, me dan ganas de comprarme un póster del Ku Klux Klan". La solidaridad de género de Nancy con ella dura el tiempo suficiente para rehacerse de sus vomitos encima de los libros de arte de Penélope y convertirse en una madre leona.


Atrapados en su estatus social, sus hábitos, sus prejuicios, hijos de su formación intelectual y de la forma de obtener los ingresos que permitirán su modo de vida acomodado, los cuatro magníficos actores consiguen que los espectadores se mantengan atentos a la pantalla durante casi 80 minutos, radicalizando más y más un tema trivial y cotidiano.Lo que separa a ambas parejas no parece ser la situación económica, ya que Penélope y Michael no sólo viven en una buena casa, sino que la decoración revela cierto buen gusto de ONG, con un toque exótico de tienda de precio justo. Lo que les separa es la posición social y la formación intelectual, que utiliza Alan para despreciar taimadamente a sus anfitriones, mientras Nancy vomita sobre los catálogos de la dueña de la casa, su tesoro más preciado, que apila sobre la mesa en torno a la cual dispone los sillones que ocupan los visitantes. Cada cual utiliza sus armas más efectivas contra los demás. Las conversaciones telefónicas del abogado giran en torno a un tema monstruoso, la corrupción que gira en torno a la salud de los ciudadanos, sin embargo todos miran al tercer mundo. En el Congo, dice Alan, hay niños entrenados para matar con cualquier arma, machete o pistola, por lo que cuando un niño del civilizado occidente le rompe un diente, o dos, a un  niño en un parque, no hay por qué escandalizarse; este comentario malicioso  hunde sus raíces en lo más profundo y atavico del espíritu de Penélope: no puede consentir que un señorito le arranque aquello por lo que ha luchado toda su vida, su espíritu anárquico y antigubernamental que le ha acercado a la pobreza global solidariamente, cuyos fetiches se esparcen  por el salón de su casa.

"Vivimos en Nueva York, no en Kinshasa, así que lo que ocurre en un puente bajo el puente de Brooklyn tiene que ver con valores occidentales, los cuales yo apoyo completamente", dice la resentida Penelope., a la que su marido llama Dajerling. Pero Alan es un agitador y Penélope una pobre mujer que apoya su dignidad en cuatro catálogos de exposiciones, su colaboración en libros redentores de África, y en la defensa de la caridad y la beneficencia en cualquier rincón del mundo, y, en su ceguera, intenta convencer con su discurso a un taimado abogado que no tiene escrúpulos para negar ayudas económicas a los damnificados por un producto de la industria farmacéutica a la que representa. Por muchas horas que se mantengan encerrados en la misma habitación, sin poder escapar, observados por un gran hermano y con la única puerta abierta a la existencia de un alter ego, los espejos ante los que se sitúan y que les devuelve una imagen de ellos mismos, serán incapaces de moverse un milímetro de su posición. Al Ángel exterminador de Buñuel le ha surgido un sustituto: El Dios Salvaje de Alan, feroz y primitivo, que impide cualquier comunicación entre las personas, no ya las que viven en las antípodas, sino las que permanecen en la misma habitación.

En este mundo en el que impera la incomunicación entre las personas, es frecuente estar rodeado de gente que no cesa de hablar por teléfono con amigos o compañeros, relacionadas con el  ocio o el  trabajo. Una forma nueva de comunicación que, curiosamente,  dificulta la comunicación y levanta un muro entre los semejantes más próximos, emblematizadas por Nancy y Alan. Hay muchas oportunidades que nos brinda la ocasión para ver de nuevo un film que nos impacto; hoy un periódico ha seleccionado este film para que disfrutaran de él sus lectores. Polanski siempre es una buena elección.





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