Déjame entrar (let me in). Matt Reeves







Ficha técnica:


Título original: Let me in
País: Estados Unidos:
Año: 2010
Duración: 116 minutos

Dirección: Matt Reeves
Guión: Matt Reeves, basado en la novela 'Laat den Rätte Koma in' de John Ajvide Lindqvist
Castíng: Avy Kaufman, c.s.a.
Dirección de Fotografía: Greig Fraser
Música: Michael Giacchino
Montaje: Stan Salfas, a.c.e.
Supervisor efectos visuales: Brad Parker
Director artístico: Guy Barnes
Decorador del set: Wendy Barnes

Diseño de Vestuario: Melissa Bruning
Jefe de Departamento de Peluquería: Jo Ann Stafford-Chaney
Jefe de Departamento de maquillaje: Jennifer McDaniel-Pfeiffer, Tarra Day

Productores: Donna Gigliotti y Alex Brunner; Simon Oakes, Tobin Armbrust y Guy East; John Nordling y Carl Molinder
Productores ejecutivos: Nigel Sinclair, John Pyak, Philip Elway y Fredrik Malmberg
Co-Productor Vicki Dee Rock
Diseño de producción: Ford Wheeler
Exclusive Media Group presenta a  Hammer Films Production, asociada con EFTI


Intérpretes:


Kodi Smit-McPhee : Owen
Chloë Grace Moretz: Abby
Elias Koteas: el policía
Cara Buono: madre de Owen
Sasha Barrese: Virginia
Richard Jenkins: el padre
Ritchie Coster: Mr. Zoric
Brett Delbuono: hermano de Kenny
Dylan Minette: Kenny
Jimmy Jax Pinchak: Marx
Nicolai Dorian: Donald


Sinopsis:


Un niño triste, Owen, recibe el maltrato de sus compañeros de clase y el abandono de sus padres divorciados. Sin embargo algo cambia en su solitaria vida cuando conoce a su nueva vecina.


Comentario:


Cuando se estrenó, el film defraudó  las expectativas generadas por la buena crítica que le precedió y que la calificó de 'prosa de calidad' frente al poema que realizó Tomas Alfredson. Es cierto que la película del sueco es una obra maestra y que hacer un remake era muy arriesgado, pero el nuevo film obvia algunas cosas y explicita otras, y tanto lo que desvela como lo que silencia son altamente elocuentes. Lo mejor de la película es la música y los efectos sonoros con que se inicia la cinta. Estructurada en un bucle continuo, los flashbacks constantes, especialmente el primero, muy ostentoso, son desafortunados, y algunas secuencias son hasta algo cómicas, como la de la mujer ' vampirizada ' que se quema en el hospital. Pero lo peor es lo que obvia o modifica el relato y lo cambia sustancialmente.

Anuncia que la acción se va a desarrollar en Los Alamos, Nuevo Méjico, en 1.983, era de Reagan, información redundante pues la imagen del político aparece alguna vez en la televisión. El mensaje que lanza es el de la dialéctica entre el bien y el mal, cuyas receptoras son en su mayor parte las mujeres, y especialmente la madre de Owen; este sentimiento religiosos y sectario, que ahoga a los que viven a su alrededor, es la causa de la separación del marido, que la sume en una profunda depresión y la empuja a la bebida. El chico pasa de este modo a rememorar una Carrie masculina (Brian de Parma ), que recibe la ayuda de un ser sobrenatural de sexualidad ambigua. Lo más curioso es que jamás nos deja ver la cara de esta mujer de forma clara, haciendo en ocasiones auténticos malabarismos para ocultarla, con lo que pasa a simbolizar directamente el mal. 

La madre de Oskar, en la película de Alfredson, es una mujer normal, que cuida de su hijo y se preocupa cuando se comienzan a cometer los asesinatos. Esta mujer ha sido abandonada por su marido, que ha formado una nueva pareja con un hombre, hecho que no acepta el niño, que se escapa de noche de la casa de su padre, en la que abundan objetos de color rojo, que alertan al espectador acerca de los sentimientos del niño. Así pasamos de mujer abandonada y pareja gay a mujer histérica que se refugia en la religión, amargando la vida de padre e hijo. Son constantes los símbolos y alocuciones religiosas. También se obvia la ambigüedad de Eli/Abby, que en realidad es un niño castrado, que en el lugar del sexo tiene una cicatriz. 

Los espejos reveladores de lo que la verdad esconde han desaparecido y en su lugar surge no un film anti-crepúsculo, sino otro más claramente vampírico, en el que los niños hablan sin tapujos de la condición de la niña, hecho que obvia Alfredson. Frente a la morena sucia, pobremente vestida y de aspecto muy inquietante, que deja bien claro que mata para sobrevivir y no está invadida por el odio como Oskar, Reeves nos muestra una niña rubia norteamericana que jamás nos perturba, ni cuando lleva la boca llena de sangre. Esta elección no es inocente, ya que al sustituir al rubio albino sueco, por un niño de pelo oscuro y a la extraña niña en una rubia de apariencia inocente elimina cualquier posibilidad de interpretación de un choque cultural entre el nativo nórdico y la emigrante oscura y depauperada. 

la fotografía del film es  cálida, de colorido brillante, como corresponde al lugar en que se produce la acción. Cierto que ha respetado el ambiente nevado de un país nórdico (nieve claramente artificial), pero no llega nunca a producir esa sensación de frialdad, aislamiento, soledad y misterio del parque sueco. Incluso decepcionan los efectos especiales, en los que los americanos son los grandes maestros; Abby no se mueve como Eli, que te deja helada cuando aparece o se desliza por las paredes. Quien ha visto la película de Alfredson quedará muy defraudado, quien no lo haya hecho no entenderá la publicidad que le acompaña. 

La subtrama más respetada es la del acoso escolar que sufre el niño, algo desgraciadamente universal, más brutal, si se quiere físicamente, pero menos cruel y sofisticado que el de la versión original. Estoy de acuerdo con Carlos Revirigeo (Cahiers du Cinema, 0ctubre , 2010) en que la versión ha perdido delicadeza, se ha embrutecido, pero no lo estoy tanto en que la ambiguedad moral y protosexual entre la joven pareja quede claramente enunciada, cuando le pregunta al padre si existe el mal;  se ha perdido riqueza en los matices, haciendo redundantes datos demasiado explícitos, como el hecho de que se hable con excesiva claridad de la naturaleza vampírica de la 'niña aparente' y que  el niño descubra gracias a una fotografía  que el hombre que vive con ella ha envejecido a su lado. Explicitud innecesaria, lo habíamos comprendido. Las mujeres son las víctimas de la nueva versión; ha desaparecido el perfil de las víctimas, que ahora son guapas jóvenes que pasean perros.



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