Sin final (Sin Fin). Krzysztof Kieslowski.







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Ficha técnica.

Título original: Bez Konka.
País: Polonia.
Año: 1985
Duración: 109 minutos.

Director: Krzysztof Kieslowski.
Guión: Krzysztof Kieslowski & Krzysztof Piesiewicz.
Director Fotograía:Jacek Petrycki; Cámara: Roman Miastowski.
Montaje: Krystina Rutkowska.
Música: Zbigniew Preisner, W Wykonaniu.
Escenografía: Allan Starski.
Decorador:Magdalena Dipont y Teresa Gruber.

Diseño de Vestuario: Wieslava Starska.
Maquillaje: Maria Dziewulska.

Productor: Ryszard Chtowski
Compañías. Productoras: Marin Karmiyz; Zespoly Filmowy " Tor "; Distribución: Emon Internacional
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Intérpretes:

Grazyna Szapotowska : Michael Bajor,
Maria Pakulnis: Marek Kondrat.
Aleksander Bardini: Tadeusz Bradecki
Jerzy Radziwitowicz: Daniel Webb
Artur Barcis:Krzstof Krzeminski,
Oraz Marzena Trybala: Hanna Dunowska-Hunek
Adam Ferency: Jan Tesarz.
Elzbieta Kilarska; Andrej Szalawski,
Jerzy Kamas: IInni

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Sinopsis:

Polonia, 1982. En plena  Guerra Fría, el general Wojciech Jaruzelski al frente del partido comunista gobierna el país bajo la ley marcial. Tras haber muerto a causa de un ataque al corazón, el fantasma de Antony Zyro, brillante abogado especializado en la defensa de los miembros del sindicato "Solidarnosc", víctima de la Ley  Marcial del gobierno, observa el mundo que ha dejado atrás: las vivencias de su mujer Ursula, su hijo Jaceck y el juicio de un obrero acusado de organizar una huelga no autorizada a través de Solidarnosc. Esta película representa el inicio de la relación entre Kieslowski y Piessewicz, futuro co-guionista de importantes obras como 'La doble vida de Verónica', 'Azul', 'Blanco' o 'Rojo'.

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Comentario:

Existe una gran diferencia entre la teoría y la observación del cumplimiento de sus hipótesis que formulamos, especialmente en momentos como los actuales, en los que los poderes económicos han dado por muerta y finiquitada a la izquierda, y todos los políticos se proclaman socialdemócratas. Un buen ejemplo lo constituye España, en el que todo el arco parlamentario, desde los movimientos surgidos de lo que en otros países desarrollados son grupos defensores de derechos civiles, que aquí aspiran a ocupar el poder, tomando atajos para evitarse duras coniendas políticas en las que los candidatos compiten entre sí y con sus aparatos, como ocurrió con Obama en los Estados Unidos, hasta la derecha heredera del antiguo régimen; todos los que, en este país, engrosan el grupo de sexagenarios pueden entender  lo que quiere plantear Krzysztof Kieslowski, aunque lo que nos muestran las cámaras son situaciones muy diferentes con derivaciones también distintas, pero con un denominador común: la ausencia de libertades.

Se habla mucho de la democracia y el respeto a los derechos humanos en occidente, sin tener en cuenta las presiones que ejercen poderes a los que nadie vota, como los grandes grupos de información y la justicia, jamás sometidos al control popular surgido de la única revolución triunfante de la historia que perdura en el tiempo: la burguesa. Lo que el realizador nos muestra son vidas destrozadas por la persecución de todo tipo de ideas, laicas y religiosas, sin respetar el lema de los revolucionarios franceses. Todas molestaban finalmente al régimen. Sin embargo no muestra maltratos físicos y los psicológicos son exagerados; muchos sentimos que se nos cercena nuestra libertad de expresión, pero no nos suicidamos porque nuestro compañero o marido ha muerto a causa de un infarto, provocado por una enfermedad coronaria antigua,que viene padeciendo desde joven. Antony Zyro muere repentinamente y deja a su mujer, Ursula, y a su hijo Jaceck, solos, aunque no indefensos; mucho más triste es la historia de Marek, su mujer y su hija. Este joven es un obrero que se ha prestado a ser la cabeza visible de una huelga general, y, abandonado por sus antiguos compañeros, inicia otra de hambre. Convencido por un abogado pragmático, abandona sus tácticas suicidas, pero la humillación, lo que el interpreta como un paso atrás, una traición a sus principios, lo convierten en una sombra de sí mismo, un muerto viviente. Los religiosos piden comprensión y respeto para sus ideas, pero no saben respetar las de los demás.

A lo largo de la historia muchos hombres han muerto o han sido expulsados de su países por defender sus ideas,  y sus vidas han sido llevadas al cine (Las brujas de Salem  en sus diferentes versiones; la vida de  Tomás Becket, Galileo Galilei, Walter Benjamin, Bertolt Brecht, Humphrey Bogarth, Jules Dassin, Antonio Machado...). Estas personas no han cambiado de opinión cuando se les ha sometido a las presiones más graves, se les ha amenazado con la muerte o se les ha enviado al exilio. Su trilogía francesa adopta en los nombres de sus películas los colores de la bandera francesa: rojo, blanco, azul.

Tras el precedente de Sunset Boulevard, dirigida por Willy Bilder en 1950, el cine americano, que extendió sus raíces por el mundo entero,  ejerció su influencia también sobre los países ubicados al otro lado del 'telón de acero'; un plano aéreo se va acercando lentamente en la noche, hacia un espacio iluminado por gran cantidad de velas, ordenadas alrededor de lo que, aunque no se ve con precisión, sugiere  por la distribución de las luminarias que se trata de tumbas, en torno a las que no sabemos por qué se reúne la gente, si se acaba de enterrar a alguien o si  se ilustra al  público de una costumbre del país, sin que el espectador extranjero se entere bien de en qué consiste ni a qué obedece. Poco a poco la cámara se sitúa encima del cementerio y nos muestra el espectáculo con más precisión; un corte directo se detiene ante el plano de detalle de una mano que intenta acariciar la cabeza de un niño.

Es entonces cuando el espectador descubre que esa mano corresponde a un hombre que ha muerto, Antony Zyro, que comienza a narrar cómo ha vivido su muerte, la preparación de su cuerpo para ser exhibido, su velatorio y al fín  su propio entierro; ha vuelto a casa y no ha encontrado a nadie, y va a contar en parte la historia que sustenta el film, centrándose en un obrero que está retenido en la cárcel por liderar una huelga de trabajadores y  sometido a un juicio en el que se le aplica la Ley Marcial, se encarga personalmente de su defensa. El fantasma de este hombre, estará presente en toda la película, hasta que consiga reunirse con su esposa en otra dimensión; un leitmotif que hiela la sangre en las venas potencia un clima en cierta medida espectral, una zona de encuentros entre los muertos y los vivos a punto de cruzar el umbral y entrar en el Hades. Una visión lúgubre de la caída del socialismo en Polonía, antes de llegar los neocom al gobierno y liberar los mercados. Kieslowski denuncia dos hechos sin  necesidad de que haya diálogos extensos: la carencia de alimentos básicos en los últimos días del régimen comunista en Polonia, que se materializa en esos vasos enormes de café negro, y las botellas que cada día las  mujeres recogen vacías en la puerta de sus casas y la presencia de prostitutos en el país, de origen extranjero, que quizás evidencia una mayor liberalidad en la sociedad laica y no tanto la ausencia de recursos económicos, como en la España de hoy, que denuncia el diario 'El Mundo', porque el hombre que se prostituye con Ursula en Varsovia es inglés.




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