Camminando verso (Walking Toward)









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Ficha técnica:

Título original: Camminando verso.
País: Italia.
Año: 2011.
Duración: 75 minutos.

Dirección: Roberto Cuzzillo.
Guión: Carla Scicchitano.
Consultor creativo: Roberto Ceschina.
Director de Fotografía: Alessandro Giverso.
Música: Favio Viana.
Toma directa y montaje de sonido: Fabio Coggiola.
Escenografía: Lucia Orecchia.
Oficina de prensa: Marta Franceschetti, Ilarta Gai.
Decorados: Ernaldo Fata.

Diseño de Vestuario: Gabriella Artini.

Compañía. Productora : SAP 11 ENZIMISTUDIO, con la colaboración de la Torino Piemonte Film Commision.

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Intérpretes:

Fiorenza Tessari
Anastazija Vidmar
Oruzevic Amel
Carlo Barbero


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Sinopsis:


Del choque cultural entre dos mujeres, nace una obsesión, llena de tensión desde el primer momento, Emina lucha para ocultar un secreto oscuro a su compañera de piso, Antonia. La vida que Emina dejo atrás en Bosnia la sigue en Roma, forzándola a rememorar un pasado violento. Emina trabaja de noche en un puesto de comida rápida mal pagado, con un jefe que intenta abusar de ella y de su frágil situación como emigrante en Italia. Antonia sale de noche, echa de menos a su joven novia en Nueva York, y parece coleccionar a los amigos extranjeros con necesitad de ayuda.


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Comentario:

La experiencia nos demuestra, y en esto no quiero ser categórica, que para el hombre importan más sus inquietudes y sentimientos individuales que los deseos de resolver situaciones colectivas, por muy frustrantes  y penosas que sean. Esta puede ser la razón por la que la especie humana, en demasiadas ocasiones, prefiere refugiarse detrás de movimientos no gubernamentales que resuelvan sus necesidades perentorias, que agruparse en colectivos sociales e implicarse en organizaciones políticas o sindicales para intentar cambiar las cosas. Los cambios que experimenta el ser humano son lentos y difíciles y  hace falta mucha fe para seguir creyendo que siempre evoluciona hacia adelante. Es más fácil creer, como hacen muchos, que la gente nunca cambia, como defienden quienes se oponen a cualquier medida de reinserción de quien alguna vez falló y cruzó la línea que separa la ley y el orden que el hombre se da para protegerse del que delinque, línea que se borra en las guerras. "Cuando interviene la muerte todas las personas son iguales", dice un hombre bosnio a una compatriota musulmana.

Con una forma de hacer que parece que se va afianzando en los realizadores que compiten en Sundance, Robereto Cuzzillo echa la cámara encima de las dos protagonistas, ahogando al espectador que carece de perspectiva; primerísimos planos constantes dan la impresión de obedecer más a un ejercicio de estilo del cine que nace con vocación de marcar la alternativa, la independencia, la diferencia y la libertad creativa, que a cualquier otra causa relacionada con la construcción de la diégesis e imperativos del relato. Pero olvidamos con frecuencia, imbuidos de arrogancia, que los avances no suelen ser producto de un hombre solo, sino que corresponden a movimientos generacionales, ideológicos y a cuestiones de presupuesto, y, al final Sundance ha marcado una forma particular de hacer, en la que se busca enfatizar, como un valor añadido, la falta de financiación, algo que no siempre es cierto, como ocurre en este caso, en el que un film intimista, con cuatro actores y escasos decorados interiores y alguna salida al exterior, están financiados no sólo por una productora, sino por el Torino Piemonte Film Commision. Algo que se podría haber hecho con unos cuantos amigos y una cámara doméstica, e incluso un móvil. Para entender esto es de gran utilidad la carta que Martin Scorsese escribió a su hija Francesca, cuando se colocó por primera vez detrás de una cámara (pinchad aquí para leer la carta)

Los fantasmas que atormentan a  la mujer musulmana, que tienen su origen en la cruenta guerra de Bosnia-Herzegovina, así como sus sentimientos por la mujer romana, con la que establece una relación circunstancial, necesitan ser explicados con recursos extradiegéticos para ser entendidos, bien con imágenes polisémicas de carácter negativo, que se pueden aplicar a las más variopintas circunstancias (visión de un gran cementerio romano a través del cristal de un autobús por el que se deslizan abundantes gotas de lluvia, casi regueros que distorsionan la imagen; la mujer corriendo por un bosque, sin que se vea a nadie que la persiga, la sangre discurriendo por lo que parece ser una parte de su cuerpo, aunque carecemos de perspectiva suficiente para saber por donde transita, una mano con un cuchillo...) y por reflexiones recitadas por medio de diálogos o de una voz en off, en torno al sufrimiento de un pueblo, o de sensaciones tan confusas como las de Emina, tomada en primer plano frente a Antonia, bajo una sábana, en torno a ese sentimiento que llamamos amor: "Por primera vez el amor me parecía algo extraño, desconcertante, sin lágrimas ni pasión, sin alegría ni delirios, sólo una energía nueva, pero superior a mí, a nosotras. Es algo que llega, te enseña cosas y se va. Sobran las palabras. sobran los sentimientos, pero te quedas más sola que nunca, intentando resolver un rompecabezas que nunca ves completo. Ves lo que contiene el puzzle, pero la mayor parte del tiempo no ves nada."

Cuando has visto un sinfín de películas como ésta, que algunos realizadores presentan en Sundance intentando epatar al público y acaban en las programaciones de algunas cadenas, como la del propio festival, entiendes la diferencia que existe entre muchos participantes y quienes alcanzaron la gloria en este certamen, como Quentin Tarantino o los Hermanos Coen, máximos exponentes del cine independiente americano, que introdujeron novedades estructurales y significativas en sus producciones, sin renunciar a las aportaciones en el desarrollo de los modos de representaciones que realizaron quienes les precedieron en el oficio que se ha denominado séptimo arte, algo que no ha calado en quien sigue considerando el cine como el espectáculo de los pobres, sin haberse movido un ápice de lo que sentían ciertos sectores de la burguesía cuando nació el cinematógrafo, que recibieron como una amenaza a la letra impresa .(El tragaluz del infinito. Noél Burch).

En contra de lo que algunos puedan creer, lo de menos es la temática. No está claro que Emina sea lesbiana, todo lo más bisexual, a diferencia de Antonia, más preocupada por su físico y con frecuentes fracasos. Pero tanto da, el tratamiento fílmico hubiera sido el mismo en caso de  que el amor o la pasión, o la pulsión sexual se hubiera dado entre un hombre y una mujer. Los primeros planos frecuentes de la mujer musulmana no permiten, por muy intensa que sea la mirada, saber por qué llegó a Roma, por qué se intenta suicidar y por qué vuelve a su país. Cada cual deberá extraer sus conclusiones,


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