Oculus: el espejo del mal. Comentario.





Ficha técnica, sinopsis y crítica.

Comentario:


El film dirigido por Mike Flanagan, realizado con muy pocos recursos, echa mano de lo que hoy resulta más asequible, una buena BSO al servicio de sus intereses narrativos, ya que, en los tiempos que corren es más económico acceder a la colaboración de un buen guionista o un magnífico compositor, en promoción permanente, que construir una pared de madera o decorar un set, un trabajo que hay que pagar de inmediato. La música de The Newton Brothers, representa un elemento narrativo de gran fuerza, crea un clima de hechizo realmente escalofriante e hipnótico sobre "Oculus" y dota de un tono siniestro a la película, de forma mucho más espeluznante que podrían hacerlo ciertos fragmentos de otras partituras de terror de la época. En Estados Unidos, un país más judicializado que la antigua Grecia, el terror a terminar en los tribunales,  anima a los comerciantes a introducir en lugares visibles terribles advertencias sobre las consecuencias irreversibles que puede tener la ingesta de productos alimenticios, como el contenido aparentemente inofensivo de un paquete de patatas fritas, o el contacto con otros productos domésticos, que pueden acabar con tu vida si los usas indebidamente, como una pequeña manta multiusos, avisos que ya comienzan a verse en algunos productos españoles. Quien haya visto alguna vez esos programas de carácter documental, narrados en forma de serie televisiva, que cuentan terribles asesinatos, con  frecuencia obra de serial killers, como 'crímenes imperfectos', entenderá por qué muchos norteamericanos, aterrorizados por quien tienen el poder de amedrantar a la población por motivos inconfesables,  tienen una pistola cargada en su casa, como el protagonista del film, que acabó en manos de su hijo que la usó contra él. Los dos preadolescentes revolotean constantemente en torno a sus padres  practicando su juego favorito: dispararse con pistolas de juguete balas ficticias.

Una tragedia familiar, cuyo origen no queda muy claro, con una narración que la aproxima al reality show, acaba con una familia, como consecuencia de una serie de hechos fortuitos que se van encadenando y que afectan de forma muy grave a los dos hijos del matrimonio Russell, y especialmente al pequeño Tim que dispara a su padre, al que cree culpable de la muerte de su madre. Pero la mente es muy poderosa y el hombre no suele querer mirar de frente a sus fantasmas y reconocer los errores más o menos relevantes o terribles que ha cometido, y el muchacho prefiere camuflar su verdadera experiencia y esconderse detrás de una historia de espejos que atraviesan seres de otro mundo, atrapados al otro lado de su reflectante superficie. Sólo cuando reconozca que fue él y no un fantasma quien disparó contra su padre, se considerará por los facultativos que lo atienden que está curado y preparado para reintegrarse en la sociedad. Pero el regreso al medio en el que enfermó y el contacto con una hermana que tampoco ha superado el conflicto reabre todas las heridas y resucita a los demonios que durante el tiempo que ha durado su tratamiento han descansado en paz.

El propio Flanagan, apoyado en su productor Trevor Macy, intentan explicar la gran metáfora que han construido con un argumento que utilizan en defensa propia: la razón por la que los espejos se han convertido a lo largo de la historia en un tópico literario, un lugar común cinematográfico y una excusa de los psiquiatras para explicar la esquizofrenia y otros desdoblamientos de la personalidad; el género de terror ha aprovechado todas estas incógnitas que giran en torno al hecho de que el hombre sólo puede conocer su propia apariencia a través de una superficie pulida y reflectante, en la que sólo se le permite contemplar la imagen invertida de sí mismo, para provocar el terror de su público. Flanagan aprovecha el filón y nos asusta un poco más antes de que nos predispongamos a ver su película: "Siempre damos por hecho que todo lo que reflejan los espejos es real", por eso a Macy le daba miedo mirarse en cualquiera de ellos desde niño, especialmente si eran pesados, góticos y estaban colgados con una ligera inclinación, abarcando una perspectiva imposible para el que se miraba en ellos. Pero, como es un elemento tan habitual y necesario, entre otras razones porque, de no existir, (como ya hemos dicho antes), seríamos como ciegos e ignoraríamos cómo somos, establece una limitación: los que les producen respeto son los que están encuadrados en un marco decorado, antiguo, que ha visto reflejarse a gentes de muchas épocas diferentes, una especie de IVA de terror, connotaciones ajenas a esas superficies lisas y brillantes, recubiertas en su parte trasera de nitrato de plata; cualquier imperfección del cristal puede producir distorsiones de la imagen reflejada que aumenta nuestras precauciones. En el making of nos cuenta una tradición judía fascinante que consistía en cubrir los espejos en los funerales de los muertos para que no volviera el espíritu del fallecido., ya que consideraban los espejos  como un portal que unía ambos dimensiones, la terrenal y el ignoto más allá.

Pero desde el primer instante del film el espectador avisado descubre la polisemia del mensaje: los espejos se utilizan, no para unir estos mundos, sino para distorsionar la realidad del personaje y de esa manera, distorsionar también la del espectador.El origen de esta película fue un corto en la que el equipo se las tuvo que ingeniar para evitar reflejos y otras interferencias, ya que no tenían medios para corregir ciertos efectos indeseados con la tecnología; algo parecido sucedió con su conversión en largometraje; el director considera al espejo el personaje más complicado de sacar adelante, un objeto inanimado colgado en la pared, que sin embargo posee una cualidad intrínseca para generar inquietud en el que mira: es un objeto que, como el vampiro de Neil Jordan, ha viajado a través del tiempo por diversos países y ha pertenecido a diferentes dueños, de diferente posición económica, estatus social y calidad humana, lo que enriquece sus  posibilidades narrativas en un relato de terror. Desde el origen le entusiasmó el diseño de la idea de la forma en que el espejo debía interactuar con las personas que se acercaran a él, que tenía que ser tan única como el reflejo de cada una de ellas, lo que le permitiría encontrar el camino hasta la psique del individuo, basándose en sus puntos débiles, de tal forma que nadie viviría la misma experiencia.

Este desdoblamiento que provoca la imagen reflejada en el espejo lo traslada a la imagen que nos devuelve la pantalla de nuestro alter ego horrorizado. Si bien al principio, un director que pretende convertir su trabajo en prácticamente invisible respeta las reglas canónicas en la sucesión de trozos de tiempo y de trozos de espacio de que se compone el découpage, (Noël Burch. Praxis del cine), resultante del proceso de posproducción, combinando una serie de pequeños flashbacks  con el tiempo presente de la película, e introduciendo  una elipsis indefinida, un retroceso de once años en el tiempo del que el espectador es advertido mediante un título, acaba rompiendo todas las reglas de la ortodoxia simultaneando, como un personaje ante un espejo y el  reflejo de su imagen que éste le devuelve, trozos de tiempo que corresponden a las mismas vivencias de los hermanos, en edades diferentes,  en el mismo plano, lo que les permitirá revolver en su psique, intentar entender qué pasó e incluso dónde están en el tiempo actual. Flanagan concluye exponiendo su triste creencia de que es muy difícil derrotar al mal en este mundo, y el  contar una historia en la que que los padres se vuelven con violencia contra sus hijos es tan terrible que se sienten más seguros utilizando el lenguaje de ficción y justificando la derrota de los héroes en la maldad que reside en un espejo. No queremos creer que defiende la imposibilidad de curación y reinserción social de un muchacho como Tim, aunque será una lectura que realizarán muchos espectadores.

Este film no fue demasiado bien recibido por la prensa, pero a medida que el tiempo avanza y el público transmite su impresión y la aconseja a sus conocidos, va cambiando la valoración de la cinta. Oculus: el espejo del mal es una película que da miedo porque nos deja solos con nuestros demonios y nuestros fantasmas. El sueño de la razón produce monstruos' nos recuerda Francisco de Goya y Lucientes en un grabado de la serie de 'Los Caprichos', y no hablaba en balde quien llenó las paredes de su casa, 'La Quinta del Sordo', de aquellas terribles pinturas negras, que revelaron a uno de los pintores más vanguardistas de la historia del arte, que se adelantó, con sus pinceladas sueltas y sus figuras horripilantes, apenas esbozadas, en casi cien años, a los pintores impresionistas franceses y al expresionismo alemán. Nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos y eso lo sabemos cada uno de nosotros.

El hecho de que en aquella casa hubiera armas aceleró el trágico desenlace, pero tampoco parece que Flanagan quiera insistir en ello, aunque sí recoge las protestas de la esposa, que obliga a su marido a descargar la pistola. Así pues, aunque el film apunta muchos temas, subtramas susceptibles de ser desarrolladas en futuros spin-off, el núcleo fundamental de esta película, lo que nos atormenta, es la imposibilidad de controlar a nuestro alter ego cuando  se desata a causa de situaciones que rompen nuestro equilibrio emocional, con frecuencia demasiado frágil, y para ello aprovecha, como Kaylie todos los medios que le proporciona la tecnología moderna para advertir al que mira, que podemos ser cualquiera de  nosotros.



 

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