It Follows. Crítica.






Ficha técnica,  sinopsis, críticas (Pinchad aquí).

Crítica:

David Robert Mitchel hace avanzar el modo de representación del género de terror rindiendo homenaje a sus grandes maestros, y especialmente John Carpenter. Tras su éxito con The Myth of the American Sleepover/ El mito del sleepover (fiesta de pijamas) de América (2010), se desprende de todos sus propios temores, de todas sus ataduras,  y realiza un film de terror en el que precisamente provoca un miedo auténtico invirtiendo los recursos utilizados por sus camaradas de profesión para producirlo: los silencios que implican quietud, contrapuestos a una cámara nerviosa, que escudriña los rincones asustada, girando en ocasiones sobre sí misma,  una música, escasa, pero de gran fuerza diegética, y  bruscas aceleraciones de la imagen compensadas con planos largos en los que el espectador ve, a diferencia del personaje, el peligro que se acerca lentamente y lo involucra emocionalmente en la acción. El cineasta evita la parálisis total que hiela la sangre en las venas en las películas de Carpenter  como en el 'El Príncipe de las tinieblas', incluso  en los momentos más tensos, en los que el riesgo, simbolizado por una entidad asesina, avanza sin prisas peri sin pausas. La muerte, dice una de las chicas que lee  'El idiota' de Fiódor Dostoyevski' en un Ibook en forma de frívola polvera, que imita una concha marina, llega de forma inexorable para todos, y es casi la única certeza que tiene el hombre.

El escenario elegido es un suburbio norteamericano, como aquellos que acogieron las historias de las películas de Carpenter, Craven o Cronenberg, más que los de Lynch con quien se le compara. De hecho los jóvenes visitan  uno de estos lugare, abandonados, decadentes y en ruinas, donde existe una piscina en la que muchos de ellos perdieron su virginidad, y es en esta excursión en la que se dan algunas pistas acerca del background que sustenta y da coherencia al argumento. Dennis Hooper decía que si el único tema de un film es la violencia, cuando pasa el tiempo sólo queda una representación, más o menos brillante de esta aberración humana, pero si el discurso se pone al servicio de una idea, queda un testimonio de la evolución del pensamiento del hombre y una gran película. Y eso es lo que hace Mitchel, una gran película.

Los expertos en  medir estadísticamente los miedos y los fantasmas de la gente aseguran que nos pasamos gran parte de nuestras vidas temiendo cosas que nunca van a pasar; los americanos, acostumbrados como los antiguos griegos a pleitear, y a denunciar a las empresas por cualquier cosa llegan a extremos insospechados, algo de lo que se lamentan muchos ciudadanos que viven atormentados ante la posibilidad de atragantarse con una patata frita y morir. Le edad de los jóvenes, ya sean chicos o chicas, adolescentes que se inician en el sexo, da muchas pistas de la forma en que se pasan unos a otros sus recelos, sus angustias y desasosiegos, que potencian una prensa amarilla y sensacionalista. Pero Mitchell señala con su dedo acusador a los grandes ausentes, los padres, y en especial las madres, que o bien no aparecen nunca en campo, ni fuera de él, o aparecen fragmentadas, mostrando sólo su cabeza a partir de la frente, devorando a sus hijos o recogiendo sus deshechos. 

Una narración paralela, realizada a través de fotografías que cuelgan de las paredes, nos muestra que tampoco los progenitores son culpables, que también a ellos  les educaron de idéntica manera y les metieron los mismos diablos en el cuerpo. Estas representaciones coloreadas y un tanto cutres de la familia que cuelgan de los tabiques, decoran los muebles y ascienden junto a las escaleras, contrastan con una puesta en escena en las que algunos (Diego Salcedo) han querido ver la influencia de pintores, a los que incluyen entre los hipsters - como Gregory Crewdson, que a  su vez se alimenta," en sus fotografías surrealistas de los suburbios americanos, a las que llama momentos congelados de películas habitualmente inquietantes y que nos recuerdan a las películas clásicas de terror, gracias a una estética profundamente cinematográfica (...) que se caracterizan por esas luces frías tan propias del anochecer combinadas con la luz artificial de vehículos, farolas, viviendas… y añadiendo toda clase de elementos recreados como la niebla o la lluvia." (www,xatakafoto.com).

Las jóvenes están emblematizadas en sus cuartos, rodeadas de sus fetiches, lámparas imaginativas que proporcionan una luz tenue, televisores y otros objetos; la cámara no entra jamás en casa de los chicos que se definen más por su indumentaria y su actitud vital. Sin embargo sólo las madres de dos de estos jóvenes tienen presencia en las pantallas, aunque no siempre de forma positiva, una diferencia a través de la cual Mitchell nos envía un mensaje, que cada cual decodificará según su ideología y sus experiencias. Como es propio del género, todos los conflictos graves, que no son pocos, se producen fuera de la vigilancia de los adultos, una constante en el cine de terror americano, cuando las víctimas son adolescentes que practican un sexo  precoz. Como siempre los monstruos forman parte de sus pesadillas y los siguen a todas partes.




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