Phoenix. Christian Petzold



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Ficha técnica:

Título original: Phoenix.
País: Alemania/Polonia.
Año:  2014.
Duración:  98 minutos.

Dirección: Christian Petzold.
Guión: Christian Petzold y Harun Farocki, según la novela de Hubert Monteilhet.
Dirección de Fotografía: Hans Fromm. Color.
Música: Stefan Will.
Montaje:  Bettina Böhhler.
Dirección Artística:  Kade Gruber

Productores: Florian Koemer von Gustorf y Michael Weber.
Compañías:  Schramm Film Koerner & Weber, BR, WDR, Arte Deutschland, Tempus.

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Intérpretes:

Nina  Hoss: Nelly Lenz,
Ronald Zehrfeld: Johnny Lenz,
Nina Kunzendorf: Lene Winter,
Michael Maerlens: El médico,
Kirsten Block:  La patrona,
Daniela Holtz: Sigrid,
Imogen Kogge: Elizabeth,
Frank Seppeler: Alfred,
Claudia Geisler: Frederike,
Kathrin Wehlisch: Monika.


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Sinopsis:

Christian Petzold dirige 'Phoenix', drama ganador del premio FIPRESCI en el Festival de San Sebastián. La película se centra en Nelly Lenz, una cantante judía que sobrevivió al campo de concentración en el que la confinaron, y le desfiguraron la cara. Al salir, decide operarse el rostro y volver a Berlín para encontrar a su marido, Johnny. Su amiga Lene asegura que no le ha sido fiel, pero ella decide darle una oportunidad. Pero cuando se encuentran, Johnny no la reconoce, y la cosa empeora cuando él le pide a ella que se haga pasar por Nelly (sin saber que es ella misma) para cobrar la herencia.

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Críticas:

Christian Petzold se enfrenta en su segunda película a la colaboración de la población civil con las nazis, ya fuera por ideología, ya por miedo al propio exterminio, y lo hace tan sólo dos años y medio más tarde que mostrará al mundo en la tenebrosa e inquietante Barbara, protagonizada por su actriz fetiche, Nina Hoss, las heridas de la unificación alemana que no han cicatrizado todavía, y que no han satisfecho las expectativas de quienes, habiendo cruzado a este lado del muro, se han visto defraudados ante el sacrificio inútil que ha supuesto el abandono del lado oriental del Telón de Acero. El análisis de  Diego Salgado cae en los vicios simplificadores y populistas que se divulgan desde las televisiones, al hablar de psicohistoria o magisterio moral de quien sea, términos muy peligroso, porque en cada consulta pública que se realiza en cualquier país del globo, se observa que no existe, lo alemán, lo español, lo norteamericano..., sino alemanes, españoles o norteamericanos que se dividen por ideologías o sensibilidades diferentes. "La formalización, -dice- de tales inquietudes ha pasado por experimentar con las claves asignadas tradicionalmente al cine de género y al de autor, de manera que "en su caso el activismo trae aparejado negar una naturaleza explícitamente activista a sus films, la transmisión de un mensaje, en favor de una concienzuda labor expresiva, un ejercicio determinado de lo estético"(1). Algo de especial mérito dado que, con estos mimbres, Petzold está logrando articular una suerte de psicohistoria contemporánea de lo alemán...(Phoenix. El rostro del ayer. Diego Salgado. Dirigido por..., junio de 2015).

"El preludio consigue transmitirte esa angustia pero el desarrollo de ese romanticismo desesperado tiene situaciones reiterativas y tiempos muertos a pesar de la pretendida intensidad emocional. Igualmente, momentos turbadores alrededor de la reinvención del amor. Y el desenlace es tan poderoso como triste, de los que no se olvidan. La preciosa canción que canta a capela la inmensamente afligida pero ya lúcida protagonista repitiendo estrofas tan lacerantes como “El amor es oro puro que el tiempo siempre se empeña en robar” ofrece un broche deslumbrante a una historia que tiene bajones, que es desigual. El prolongado aplauso de la sala ante los títulos de crédito del final (aunque en las proyecciones para el público, este es tan educado y agradecido que aplaude casi siempre, pero solo moderadamente a las películas indefendibles) demuestra que esta crónica amarga de un intento de resurrección ha calado entre la gente. No comparto ese entusiasmo, pero me parece una película digna y la secuencia con la que concluye la historia demuestra el talento y la sutileza que habitan en este director alemán." ( El cine de Christian Petzold salva (ligeramente) una jornada tediosa. Carlos Boyero. El País ).

"El alemán Christian Petzold propone un juego, un juego desalmado. 'Phoenix', nos cuenta la historia de una mujer vacía, extraña de sí misma, sin identidad, sin alma. Desalmada pues. Su intención no es otra que mostrar la mayor de las crueldades. Y hacerlo desde la frialdad de un papel en blanco. La película, dígase ya, es tan profundamente bella como incómoda. Tan demoledora como tierna. Lúcida y brutal. Extraña en su desconcertante familiaridad. Eso, además de contar con uno de los más conmovedores finales que ha visto el cine reciente. Queda dicho. "( Luis Martínez. Un mundo desalmado.22 de septiembre de 2014)."

"Cuando se vive el drama moral sufrido por Alemania durante el nazismo y la II Guerra Mundial, quedan dos opciones: acudir a una especie de operación de cirugía facial que borre los estigmas, los hechos, los recuerdos, el dolor y el remordimiento de (casi) todo un país, y así dejar paso a una nueva existencia, a una nueva realidad; o dedicarse a reconstruir el pasado, a encontrar razonamientos, a reflexionar sobre lo que se fue, sobre lo que se es y sobre lo que se será, como colectivo y cada uno como ser humano individual. "( Javier Ocaña. La identidad de un país, 4 de junio de 2015).

Antonio Weintrichter, y no es el único, establece una conexión poética y literaria entre el film de Petzold y la obra magna de Alfred Hitchcok, "Vértigo. De entre los muertos":" El título español de «Vértigo» comparece aquí arriba porque la obra maestra de Hitchcock fue una declarada inspiración para el director Petzold y su coguionista Harun Farocki, otro maestro, este desconocido, del cine de no ficción alemán al que me gustaría rendir homenaje tras su reciente desaparición. La semilla hitchcockiana se concreta en esa idea tan turbadora y tan cinematográfica del hombre que rehace a una mujer a imagen y semejanza de una muerta: «pura necrofilia», le decía Alfred con perversa fruición al atento Truffaut (...) Si hay algo que se le puede echar en cara al realizador es que haya optado por una opción realista y una puesta en escena conservadora que puede confundirse con la de la típica película histórica..." (Crítica de "Phoenix": De entre los muertos. Diario ABC).


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Comentario:

En esta ocasión Christian Petzold y su co-guionista, ya desaparecido Harun Farocki construyen una gran metonimia, basada, si se quiere, en la causa-efecto del gran trauma que vivió Alemania y del que, al parecer, muchos todavía no se han recuperado. Recién terminada la contienda, los hombres y mujeres recién liberados de los campos de concentración, convertidos en lugares de exterminio representan el estado físico y anímico de las ciudades convertidas en montañas de escombros, entre los que, una población empobrecida se prostituye, en torno a locales de copas, situados en las zonas ocupadas por los vencedores, entre ellos el Phoenix, cuyo nombre simboliza el ave mítica que renace de sus cenizas.

Un film muy sombrío y tenebroso que contempla una situación extrema en la que, terminada una guerra que ensangrentó Europa,  no solo los cuerpos, sino los los ánimos y las conciencias aspiraban a ser reconstruidos, volver a la situación anterior a la tragedia, en las que hombres y mujeres se reunían con sus parientes, sus amigos, sus amantes, sin entender que esto no es posible, que  como mucho se podía volver a crear algo nuevo con las ruinas de lo anterior. Pero no todos han estado en la misma posición en ninguna época ni en ningún lugar. En la Alemania del III Reich hubo víctimas y verdugos, y mientras los primeros conservaron la esperanza de salvar la vida y reencontrarse con sus seres amados, muchos más, cómplices de los nazis sacrificaron a individuos cercanos a ellos, ya fuera por avaricia, por adueñarse de sus propiedades, por complicidad ideológica o por temor. Cuando intentan rehacer sus vidas las calles se llenan de fantasmas que se arrastran entre los escombros, mutilados, deformados e irreconocibles, que les recuerdan la autentica calidad de su moral, cuyo reconocimiento los deja helados en la última secuencia del film, en la que la ternura y calidez de la música de Cole Porter les recuerda el monstruo que albergan dentro y del que no se pueden desprender. 

Son muchas las películas que en los últimos tiempos nos recuerdan que los nazis no desaparecieron con la paz, que se travistieron, que siguieron ocupando los lugares más lujosos de las grandes ciudades alemanas, aunque  se hicieron juicios ejemplares que afectaron a unos pocos culpables que pagaron por la colectividad. Pero esto no lo recuerda un ente superior, sino un pobre mujer indefensa que representa a amplios sectores de la población alemana, que, bien por ser judíos, comunistas, socialistas, polacos o por cualquier circunstancia, por muy peregrina que hoy nos parezca, sufrieron en sus carnes los excesos del nacionalsocialismo, y, cuando salieron a las calles, reconstruidos o recreados, convertidos en fantasmas que deambulaban en la oscuridad como zombies, se convirtieron en un molesto objeto de evocación de los excesos de una pasado inmediato. Restos de alemanes que buscaban a sus seres queridos, a los conocidos, ignorantes de que, en muchos casos, habían sido denunciados por ellos. Petzold encuentra la forma de representar esta idea de la forma más contundente: una serie de fotografías de amigos en las que se destaca las cabezas de cada uno de ellos con un círculo, que indica que son nazis, o una cruz que los señala como víctimas. 

Mas no sólo es extraña y muy inquietante la forma en que se representa a Nelly (Nina Hoss), sino que la mirada escéptica y excepcional se extiende a todos los que giran a su alrededor, incluidas las 'alagres' bailarinas del Phoenix, y se torna sospechosa cuando contempla a Lene, (Nina Kunzendorf) , una mujer de aspecto andrógino que cuida de la superviviente de Auschwitz, se juega la vida por ellos, conoce su pasado, sus acusadores, su patrimonio..., pero no muestra de forma clara sus sentimientos. Saltos de eje constantes en los breves diálogos de las dos mujeres son más explícitos que cualquier otro recurso de los empleados, en una puesta en escena que congela. Unos sets formados por estancias desnudas, escasa iluminación, una austeridad en la caracterización de los personajes, 
 nos alerta en torno a la gravedad de lo que se narra y nos obliga a una reflexión profunda sobre la implicación de amplios sectores de los pueblos en terribles genocidios que nadie puede garantizar que no se vuelvan a producir. Un film muy interesante que acaba de pronto, cuando parece que el público aún espera más; una buena señal de la fluidez de su narración, aunque algunos hayan sentido un irregular tratamiento del timing, tiempos muertos y situaciones reiteradas.




(1) "Imaging  Germany: The (Political) Cinema of Christian Petzold". Marco Abel.

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