Viaje a Sils Maria. Comentario.





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Comentario:


Olivier Assayas se sirve de 'Viaje a Sils Maria' para realizar un ejercicio de estilo, de metacine, en el que se destripan las relaciones entre el guionista, que en esta película coincide con el director (en la ficción y en la realidad), los actores y sus asistentes personales con el objetivo de propiciar una profunda reflexión no sólo sobre el tópico literario del tempus fugit, y los problemas que tenemos para asumir las arrugas del cuerpo, pero también las del alma, sino sobre la pérdida de seguridad y el nacimiento del miedo de la antaño/ahora joven Sigrid, valiente, imprudente  y osada, cuando advierte que está enamorada. Para trasladar al cine estas especulaciones Assayas se equipa con los mejores andamios: la ubicación de gran parte de la acción de un lugar bello y emblemático, Sils-María, en la orilla del Lago Silvaplana, un lugar elegido por Nietzsche en su viaje de visita a Wagner. Allí escribió varios libros, - 'Así habló Zaratustra', 'La genealogía de la moral' o 'Más allá del bien y del mal'-. En este lugar se puede observar un fenómeno atmosférico, 'la serpiente de Maloja', que predice el mal tiempo en el valle suizo, y que favorece en el relato la desaparición de algunos personajes, de manera voluntaria, transitoria o definitiva, un niebla que oculta el suicidio del director de teatro Wilhem Melchor y la desaparición de la asistente Valentine, mientras suena el Canon de Pachebel. 

El film plantea el devaneo constante del hombre entre  Tánatos, que hace pronto su aparición, y el amor, que se va descubriendo poco a poco. Cuando María tiente al destino y decida potenciar los sentimientos y reavivar la llama de  los pasiones dormidas, forzando sensaciones contrarias en torno a la juventud y la madurez, ligada al pasado y al presente, la realidad y la ficción, que atraviesa el film y llega a rozar la piel del propio Assayas, el clasicismo y la universalidad de las ideas en el pasado y en el presente, en el hogar en el que Wilhem decidió quitarse la vida, hace  estallar la debilitada resistencia de Valentine aparentemente empoderada y provoca un desenlace indeseado, que la va a abocar a la soledad más absoluta, una especie de muerte en vida. Transformada física y emocionalmente, tras haber procesado intelectualmente con la ayuda de su asistente personal los cambios que se han operado en el mundo, apoyada en la evolución del propio cine, (desde el bergfilme o documental 'Das  Wolkenphänomen von Manoja , 1924, hasta un film de ciencia-ficción que recuerda los orígenes de Chloe Grace Moretz, interpretando a la joven mediática Jo.Ann Ellis).

Las Sigfrid de hoy se tatúan el cuerpo, llevan permanentemente casos en las orejas, usan tanga y están rodeadas de todo tipo de ingenios mecánicos creados por las nuevas tecnologías, pero entienden, desde la situación de hegemonía que les da la juventud, que las personas son las mismas en el Hilton que en una nave espacial, y los conflictos entre ellas, sus alegrías y sus tragedias, comunes al género humano, no sufren alteraciones importantes al cambiar de ubicación. Esta lección que recibe la diva de su sólida, aunque joven,  asistente, interpretada magistralmente por Kristen Stewart, la interioriza de tal modo que será capaz de transmitirla a jóvenes que se rebelan contra sus coetáneos y las producciones blockbuster, desaprovechando las oportunidades que se les ofrecen y situándose fuera del tiempo, sin adquirir ningún compromiso con el momento que les ha tocado vivir. Es legítimo dudar si actúa movida por la convicción profunda o por el amor que siente por la joven Valentine, la verdadera Sigrid de su madurez, que se lleva la serpiente de Majola. 

Olivier Assayas  ha realizado un film pretencioso, autocomplaciente, que agrada a los sentidos, pero hubiera mejorado la percepción del espectador si no lo hubiera agotado extendiendo de forma artificial una historia, a la que ha intentado enriquecer con tantas capas, tanta trama y subtramas, que, a pesar del placer de contemplar a las tres mujeres protagonistas, Juliette Binoche, Kristen Stewart y Chlor Grace Moretz, disfrutar de la belleza de  Los Alpes y la calidez envolvente de la música de Wagner, acaba por agotar a un espectador que está deseando ver aparecer los créditos finales.




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