El corredor del laberinto.










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Comentario:


Vivimos una época muy difícil para casi todos los hombres, ese 99% de que habla Andy Robinson en su 'Montaña Mágica', y que no están representados en la cumbre de Davos.  Como consecuencia  las librerías y tiendas especializadas de música y cintas de vídeo se llenan de distopías que no auguran un futuro en absoluto halagüeño, y que construyen un universo sórdido en el que predominan los tropos, -las metáforas, las sinécdoques, las metonimias...-. Y esa  confusión, esa desorientación que nos embarga, es la primera impresión que quiere causar en su público Wes Ball cuando el ascensor lleva al claro a Thomas, que se mueve en la penumbra perplejo y aturdido, sin saber qué le pasa ni a dónde lo llevan, temeroso como lo estamos todos ante un futuro tan incierto como el que describe Ava Paige (Patricia Clarckson), la científica que dirige las investigaciones que permitan descubrir la forma de vivir en este mundo nuevo y que dirige C.R.U.E.L. (Catástrofe y Ruina Universal.Experimento Letal), una etiqueta que describe a la perfección la situación que vivimos. Ahora las cobayas no son animales.

La posibilidad que ofrece la moviola en forma de mando a distancia, de hacer avanzar y retroceder la película, permite comprender un guión cinematográfico, un instrumento que favorece que el espectador llegue a entender bien determinadas situaciones, que, de una forma un poco ruda y simple, nos abruman al final de la historia, contado de una manera poco fílmica. Ava Paige les explica a los jóvenes que han logrado evadirse del laberinto y escapar de su clausura y de los bichos telemáticos que han sido creados para contenerlos dentro de las fronteras del claro, y lo hace mediante un largo discurso, al que sigue el preámbulo de un nuevo experimento, un nuevo engaño, para cuyo éxito total realiza un simulacro de suicidio ante las pantallas. Estos jóvenes ratas-de- laboratorio, que no conocen la causa de su desgracia, dada la tierna edad en la que fueron enviados a tan extraño lugar, sabrán de pronto que la Tierra no solo se ha calentado (algo que estamos experimentando todos este infernal verano), sino que el sol la ha abrasado y ha provocado una hecatombe mundial, seguida de hambrunas, carencia y sufrimiento; el debilitamiento de los cuerpos, como ocurría en las sociedades basadas en la subsistencia, favorece el surgimiento de nuevas enfermedades, la generación de un virus nuevo y mortífero, el destello, que ataca al cerebro, la parte del cuerpo que hace  que el hombre sea superior al resto de las especies,- algo que cuestiona Kevin Smith en Tusk-, violento, incurable  e impredecible. La única solución es investigar nuevas 'vacunas', y para ello es preciso seleccionar a jóvenes de diferentes razas (blancos, negros, indios, chinos...) , recluirlos en entornos severos, y estudiar su actividad cerebral para poder entender qué los hace diferente. Un procedimiento que evoca las investigaciones fascistas durante la Segunda Guerra Mundial y nos trae el recuerdo de los doctores malignos, que ahora ya son mujeres, emblematizadas por Ava Paige. 

Agrupados en un entorno extraño, van evolucionando: Thomas entra como un chico vulnerable y sale como un hombre; en el claro tienen que aprender a vivir de nuevo, a sobrevivir por su cuenta, lo cual es duro, no sólo por la edad, -Thomas trabaja en el laboratorio con Paige y participa en los experimentos -, sino porque han padecido un borrado de memoria, no recuerdan nada del pasado, algo que que por desgracia ya se está produciendo en el presente. Estas son las texturas que pretendía crear el realizador: que toda la historia "adoptara la apariencia de una prueba, en la que cada uno debía aprender a vivir por su cuenta, sin que nadie le proporcione nada esencial", esa especie de adanismo que estamos viviendo en la que sólo cuenta lo que hagamos a partir de un momento 0, que provocará que la humanidad quede más limpia que un ordenador nuevo; no son pocos los programas espurios de televisión que ofrecen cantidades millonarias a los famosos a cambio de que entretengan a la gente mostrándose como unos auténticos salvajes, como Adán y su hoja de parra, un discurso que está calando en amplias masas de la población y no precisamente las menos leídas. En este nuevo mundo se es auto-suficiente, cada uno establece sus propias reglas y su propio código. Pero ésto es pura apariencia. Pronto se encargarán personajes como Gally de demostrar que esa es una utopía imposible: él impondrá sus reglas, las que coincidan con su propia ideología, y las hará cumplir, e incluso creará cárceles propias en las que encerrará a los rebeldes como Thomas. La auténtica anarquía dura poco. Él cree que el trabajo está bien hecho, se ha adaptado al medio y se siente cómodo;  convertido en el villano en su rincón, el amo del claro, no acepta su nuevo papel en un mundo desconocido, destruido y sin futuro, en el que pierde todas sus prerrogativas.

El 23 de septiembre de 2014, cuando el mundo era bien diferente a como es en 2015, escribíamos esto: De nuevo la presencia de 'El Ángel Exterminador', a quien nadie ha visto hasta que llega Thomas, pero al que todos temen, nos anuncia el riesgo del crecimiento de un ser omnimodo y omnipotente, el 'Gran Hermano' que nos vigila y nos advierte de que 'Cruel es buena', a la espera de que germine definitivamente el huevo de la serpiente y de que haya pasado el tiempo de que el hombre tenga todavía capacidad de reaccionar. Galli y su resistencia a abandonar el claro nos recuerda a aquellas personas hambrientas en la Alemania de Hitler, que de forma clandestina salían de sus casas con cuchillos, cuando creían que no las veía nadie, para despiezar un caballo que había muerto en la calle, con el  objetivo de poder comer algo de carne, imágenes con las que nos hizo estremecer Bergman. La revolución tiene sus líderes y la pasividad  y la contra-revolución también.

El primer largometraje de Wes Ball es la primera entrega de una trilogía, el primer capítulo de una saga. Esta es la razón por la que funciona como prólogo y deja muchas incógnitas abiertas que privan de eficiencia al relato, que además debe competir con la franquicia de las nuevas generaciones, 'Los juegos del hambre', que ha logrado interesar a un público de todas las edades y cuyo resultado es mucho más brillante. La misma suerte ha corrido la saga 'Divergente', dirigida por Neil Burger, mucho más oscura y enredada que ésta, y que no ha alcanzado ni un miserable aprobado de la crítica.



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