El proceso Paradine. Comentario






Cine para ver cuando tenemos tiempo para reflexionar sobre lo que de verdad nos importa: el funcionamiento de la justicia, que nos hace hacer dejación de nuestro derechos con frecuencia, por falta de recursos económicos para defendernos en los tribunales. La Justicia no es ciega, como se la representa.



Comentario:

La cinta comienza con unas imágenes que hacen publicidad al estudio del gran magnate del cine, un rótulo rimbombante que lleva escrito con grandes letras: 'The Selznick Studio',  y que da paso a una gran mansión de estilo clásico, con su frontón y sus órdenes clásicos,  como aquellas que se negaba a construir el  protagonista de 'El Manantial' de King Vidor, y que enorgullecía a este hombre que tenía tanto poder como mal gusto. Quién cortaba el bacalao en aquella época queda claro desde los primeros segundos: el productor y los actores, Gregory Peck y Ann Todd, que iban a funcionar como imán del público y llenar las faltriqueras del potentado, seguidos de un reparto de lujo. Alma Reville, la esposa y testigo de los devaneos amorosos del cineasta, será, como casi siempre, la encargada del guión.

El primer aspecto digno de tener en cuenta en relación a este importante film del maestreo Alfred Hitchcock es que el guión está firmado por el todopoderoso David O'Selznick, aquel en quien pensaba Goebbels como modelo de la gran industria del cine que quería levantar en la Alemania de Hitler. El texto está basado en una adaptación de una novela  de Robert Hicthens, realizada por la propia esposa del  director Alma Reville. Cuando  se  escogió este tema, Hitchcock respondió con un tratamiento escrito al alimón con su  mujer, para que Selznick pudiera hacer un presupuesto. Que se trataba de un  duelo de titanes lo prueba la anécdota que cuenta A.H. :" (...) pedí la colaboración de un autor de teatro escocés, James Bridie, que gozaba de gran reputación en Inglaterra. Tenía unos sesenta años y era muy independiente. Selznick le mandó llamar a Nueva York, pero como  nadie fue a recibirlo al aeropuerto, regresó a Londres en el avión siguiente. (...) Luego trabajó en el guión en Inglaterra y nos lo envió. No era un buen método de trabajo. Después Selznick quiso adaptar él mismo el guión. Era una costumbre en aquellos tiempos. Escribía escenas que enviaba al plató cada dos días. Era un método imposible".

Estos problemas repercutieron en el propio film  y afectaron a la elección de actores, impuestos por el poderoso productor. Hitchcock se quejaba de que  el americano medio que representaba Gregory Peck no podía encarnar a un abogado británico, hombre muy educado y perteneciente a las clases superiores; Louis Jordan, el criado/amante por el contrario debía haber olido a estiércol y era demasiado refinado. La mujer que debía encarnar a una asesina ninfómana era una actriz del calado de Greta Garbo, y no Alida Valli, incluída en la nómina de Selznick, (igual que L. Jordan ), a la que quería convertir en otra Ingrid Bergman, pero morena; la única rubia de la película, Ann Todd, fría y sin morbo,  no era del gusto del director, muy complacido con los actores secundarios Sir Charles Laugthon, que representa a un hombre concupiscente,  y Ethel Barrymore, especialmente en una secuencia que comentaré más tarde. Pero además de la elección del elenco que tanto disgustó al cineasta británico, tampoco comprendió bien la topografía de la casa y el deambular por los pasillos de los protagonistas, lo que le obligó a no ser muy preciso. Siempre hubiera querido incidir en  su propio temor al encarcelamiento de personas normales  junto a delincuentes profesionales, especialmente si se trataba  de  gente con categoría social, escrúpulo  que manifiesta en el modo de comportarse de la funcionaria de prisiones que deshace el pelo de la mujer y le pasa los dedos por el caballo para comprobar que no oculta nada.

La segunda parte está destinada al proceso, y en la famosa entrevista realizada por TruffautHitchcock explica cómo realizó la toma más interesante del film, cuando Louis Jordan entra a testificar en la sala y debe pasar por detrás de Alida Valli, que le da la espalda. A.H. quería dar la impresión de que ella le siente, no que adivina su presencia, sino que la huele, mientras sus ojos van girando en dirección paralela al sonido de los pasos del hombre al que no ve, pero sigue mentalmente con ansiedad. Esta escena fue rodada dos veces: primero una panorámica de doscientos grados, mostrando a Jordan que camina desde la puerta hasta el lugar que ocupan los testigos ante el tribunal, sin Alida. Luego se filmó el primer plano de  la actriz ante la pantalla de transparencia, instalándola en un taburete giratorio para restablecer el efecto de giro. (François Truffaut. El cine según Hitchcock)


El film  recrea  una sociedad patriarcal, felizmente superada, en el que las mujeres tenían un papel secundario en el hogar y no participaban ni tenían influencia en la sociedad productiva. En  la clase social que representa la película, constituida por jueces y abogados de prestigio, su función era esperar al marido y tener preparada una copa, un puro y un baño caliente y procurar que se secara hasta el último cabello de su cabeza. Hay algo que une a todas ellas, jóvenes y viejas: el deseo de que la mujer que ha asesinado a su esposo quede absuelta, sentimiento que se complica en  Gay, la esposa de Keane,  cuando observa que el marido se ha enamorado de ella. Una escena que Hichtcock considera muy bella es, desde luego,  paradigmática en relación con  la situación descrita:  el juez  Holfield, representado por Charles Laughton, actor muy grueso, mayor y con escasas posibilidades de inspirar concupiscencia, tiene intimidada a su mujer, eso sí con 'elegancia' británica,  sin levantar la voz. Ella expresa constantemente el sentimiento de culpa por su torpeza, bien cuando se le cae un copa y ensucia el mantel, bien cuando emite una ligera defensa compasiva de la mujer que va a ser ejecutada. Ante esta mujer intimidada el juez se muestra implacable y condescendiente. Ciertamente muestra de la mejor manera y con escasos diálogos la situación  que padecían las mujeres no hace tanto tiempo.

El proceso Paradine es la historia de la degradación de un abogado aristócrata, que se enamora de su cliente, una mujer extranjera, icono de la femme fatale, morena, vestida generalmente de negro, que enamora a los hombres y les empuja a romper lealtades y a actos vergonzantes que les hunde en el ejercicio de su profesión y en la  destrucción  de los hogares. Hitchcock, amante de los detalles, nos muestra el engaño de la pantera, cuando ofrece sus manos fraternalmente al abogado que le ha confesado su amor, sin  prometer nada. Mala de manual. Curiosa la cama de Mrs. Paradine en Hindley Hall con un gran medallón en la cabecera que contiene una  pintura con el retrato de la dama.

Estas películas son además de gran interés porque  reflejan hasta qué punto ha cambiado la sociedad. Los hombres bebían y fumaban sin  temor a  ninguna enfermedad. Disfrutaban cada noche de un buen whisky o cognac, y si estaban un poco cansados o alterados lo pedían,sin temor,  doble, y si hacía falta dos, que las mujeres les ofrecían complacientes al tiempo que les encendían  un buen puro. Ahora temblamos ante una cerveza. Como todo el mundo sabe, el té se tomaba a una hora determinada, ya que no había ningún problema horario para ello; si el hombre llegaba a tiempo, podía escuchar con satisfacción:¡Oh,  has llegado a la hora del té! . Me pregunto quién conserva en la Inglaterra de Camerón esta costumbre; Los Sir Charles Laughton, Sir Lawrence Olivier, han sido sustituidos por  actores con Ewan McGregor, que en el film de Polanski, El escritor', encarnan  a los hombres que ocupan lugares dominantes en el mundo actual.

Alguien se ha ocupado de buscar las escenas en las que se bebe, se fuma  o se acosa a las mujeres con descaro. Hoy nada de ésto sería políticamente correcto.

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