La red social. Comentario.




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Comentario.

El 24 de octubre de 2010, el segundo día de andadura de este blog, lo dedicamos a 'La red social' de David Fincher. Entendimos en ese momento la importancia que ya había adquirido y que iba a incrementarse en progresión geométrica en un futuro muy, muy cercano, por lo que fletamos varios autobuses y llevamos a nuestros alumnos del instituto a un gran cine, ya que eramos conscientes de que la mayor parte de ellos estaban entregados e integrados de pleno en las redes sociales. En aquel momento, para muchos, se trataba de un simple divertimento sin más consecuencias, mientras que otros entendíamos que la revolución tecnológica que iniciaba una nueva era se había puesto en marcha. Como ocurre con todas las revoluciones, los primeros expropiados iban a ser los sectores más débiles del sistema. El desahucio comenzó con la música, algo que fue visto con simpatía por amplios grupos sociales, y que protagonizaron unos personajes muy oscuros, Shawn Fanning y Sean Parker desde Napster, la primera red de intercambio de archivos, hoy desaparecida; Parker acabó jugando un papel determinante en Facebook . Nadie sospechaba entonces que ésto sólo era el principio, que después vendrían el cine, la literatura, la ciencia y todos aquellos empleos que no exigen la presencia de los trabajadores. No es raro que las empresas te ofrezcan ventajas si compras en sus tiendas virtuales, para ir reduciendo los costes de mantener establecimientos abiertos. Mientras los grandes magnates como Bill Gates, Jobs (ya fallecido) o Zuckerberg acumulaban más riqueza que muchos países de cualquier latitud, los trabajadores iban ingresando poco a poco, una sangría que se mantiene constante, en un sistema en el que el salario y las prestaciones sociales son apenas existentes, sin que nadie haya encontrado la forma de enfrentarse a los nuevos multimillonarios que en Davos preconizan el estado filantrópico en sustitución del estado del bienestar, el Welfare, que durante años convirtió a Europa en una isla de progreso y solidaridad relativa, en medio de un mundo en llamas donde reinaba la explotación más salvaje.


 La primera revolución industrial desplazó a miles de artesanos hacia la miseria más absoluta, lo que puso a los trabajadores en contra de las máquinas que fueron víctimas de la furia de los ludistas. Se sacrificó más de una generación y luego llegó un bienestar sin precedentes. Ahora estamos en esta misma tesitura con una notable diferencia: somos los propietarios de las máquinas que nos oprimen (móviles, Ipods, Ipads, Iphones, ordenadores portátiles, torres...), que crean adicción y, al menos de momento, aumentan nuestra pobreza y no dan apenas rendimiento económico a los 'trabajadores' o 'creadores de contenidos' que enriquecen la red, algo de lo que pueden dar buena cuenta los blogueros; los propietarios de los medios de producción son otros, las mismas élites creadas en universidades privadas de prestigio, las mismas que mantienen el sueño americano que lanza a miles de usuario en busca del vídeo viral provocador, hasta rozar lo indigno e inmisericorde, drogar animales para hacerlos risibles, hacer fumar a niños de dos años, escribir tweets muy ofensivos, inimaginables hace pocos años... con la esperanza de salir de la pobreza y bañarse en el dólar. En 2010 (han pasado casi cinco años, una eternidad en un tiempo que camina muy deprisa hacia la tecnologización completa y la desaparición de la sociedad tal y como la conocemos), decíamos lo siguiente:

"La verdad, he de confesar que la crítica de Carlos F.Heredero sobre La red social me ha decepcionado un poco, y lamento decirlo porque les sigo constantemente. Ha cometido el mismo pecado que atribuye a Fincher: un buen título y una buena conclusión, el resto un poco mareado. Y es que estamos en el centro de una revolución tecnológica que lo va a cambiar todo, eso es indudable, pero que entretanto está produciendo millonarios estrafalarios como Zuckerberg que van a negociar con grandes financieros en pijama y zapatillas; el dinero lo vamos a poner los 500 millones de usuarios.¡ Y luego dicen que el pescado es caro ! En plena guerra entre la red y las industrias cinematográfica y discográfica todo el mundo ha tomado posiciones, pero la verdad es que hay pocos creadores de contenidos que se atreverían a ir, como este niñato de Harvard, a una entrevista con semejante indumentaria. Tampoco lo haría el que fuera a buscar trabajo de albañil, agente comercial, médico o abogado.

Tras hacerse una serie de preguntas conducentes a clasificar el film en un género determinado, concluye afirmando que es un producto fílmico y narrativo de difícil catalogación disfrazado de película clásica. Claro que el personaje es demasiado joven para tener un biografía abultada y si bien es cierto que hay pocos ordenadores, me horrorizo pensando en una película de jóvenes lanzándose mensajes por Facebook. En caso de ponerle alguna etiqueta sería la de la radiografía de un fenómeno social con un rostro determinado. Como ha sido usual hasta el momento, cuando nos movemos en el terreno del poder de cualquier clase, el protagonista no es un outsider, sino que como afirma Heredero actúa desde el mismo corazón del establishment (Universidad de Harvard primero y Silicon Valley después ).

Los que estamos en contacto con adolescentes y tenemos encomendada la misión de educarles les transmitimos siempre este mensaje: mientras no adquieran la suficiente formación siempre estarán bajo la bota de los Zuckerberg del mundo. Me parece exagerado hablar de metacinematografía y de la necesidad de unir fragmentos inconexos, puntos de vista contrapuestos, personalidades extremas...Esto es la red. La fragmentación del discurso llevada ad infinitum; el mensaje corto en el que cada cual intenta dar una imagen creada de sí mismo; el triunfo de lo extremo y el frikismo, en el que muchos dan y unos pocos reciben. El tablero en el que todos nos vemos obligados a jugar, el puzle en el que se entremezcla la innovación y la chabacanería, y en el que es difícil abrirse paso para encontrar un discurso coherente.

 La lucha entre la creación y la ortodoxia, el potencial de la innovación y los impulsos destructivos que la acompañan, la batalla por el éxito a cualquier precio, la traición de la amistad y la emoción enfermiza que se esconde bajo la genialidad, son guerras que se producen en el Olimpo de los privilegiados, dotados de una altanera arrogancia upper-class (¿ por qué no decir arrogancia de la clase alta ?). Me parece exagerado la evocación de Rosebud, Ciudadano Cane o la tragedia shakesperiana que supone alcanzar el poder mediático en medio de un devastador poder emocional. En lo que sí estoy de acuerdo es en que refleja el tiempo en que vivimos de manera elegante y compleja.

 Si el discurso televisivo arrancó elaborados y sesudos debates sobre la fragmentación del lenguaje audiovisual, a la que se unía la que producía el espectador con un zapeo continuo, el desarrollo de internet y sus redes sociales, Youtube, etc. ha llevado la práctica al paroxismo. Hoy se imponen filmes de 1 a 3 minutos, cuya complejidad discursiva es fácil de imaginar, e incluso en algunas Universidadeseuropeas se exigen este tipo de formatos que obligan a sus alumnos a hacer breves esquemas que reflejen sus potencialidades expresivas. A mí, como profesora que intenta hacer llegar el mensaje a sus alumnos de que hay que hacer algo productivo, me parece un buen 'biopic' social de lo que está pasando; se hiela la sangre en las venas cuando ves a un personaje arrogante,soberbio,que desprecia a los que no son de los 'suyos', e incluso a estos, que ha acumulado 6.900 millones de excedente del trabajo de los progenitores de jóvenes, bastante preocupados por cierto, que consumen su tiempo lanzándose mensajes breves, contrapuestos, inconexos... y a los que obligamos a venir a clase vestidos con un mínimo de dignidad.

 Si queremos hablar de metalenguaje cinematográfico, creo que Fincher advierte desde el principio que lo que va a hacer no es un apología triunfalista de un 'genio', que a una corta edad ha sido capaz de hacer el negocio más grandes hasta ahora conocido. Así será mientras la masa siga adormecida en su dolce farniente. Como ha sido siempre: para que haya un listo ha de haber 500 millones de...(cada cual que ponga el apelativo). No se me escapa que entre esa masa hay muchos intentando meter productos de calidad. Ahí está la labor de los críticos:¡A navegar por la red y descubrir nuevos cerebros desempoderados! Como afirma Umberto Eco la diferencia que hay entre los integrados y los apocalípticos de hoy es que éstos últimos también pagan la red y la cuestionan pero desde dentro. David Fincher ha abierto un buen melón y no nos queda más remedio que entrar a debatir. ¿Son Hollywood y los Festivales de Cine de Venecia, Berlín, Cannes o Sundance una antigualla ? ¿Acabaremos viendo todos un montón de películas de tres minutos en una tarde ? ¿Qué hace Zuckerberg con el dinero que gana ? ¿Está todo el día navegando por la red social ? ¿Va al cine ortodoxo? ¿Va a fiestas y restaurantes 'reales' con sus amigos también 'reales' ? ¿Está inventando nuevos sistemas más rápidos todavía ?"

Cuando hoy nos paseamos por el centro de ciudades importantes y vemos la mayor parte de sus plantas bajas vacías, (un ejercicio que recomendamos a nuestros conciudadanos) y advertimos que incluso se alquilan magnos y elegantes edificios enteros y plantas completas de oficinas, comprobamos que no estábamos tan equivocados cuando escribimos este post en octubre de 2010. Hoy ya se dice abiertamente que muchos de los que han sido despedidos de sus antiguos trabajos no volverán a ser contratados, que el dinero mejor invertido es aquel que uno se gasta en formación y nuevas tecnologías y no en muebles, ropa o viajes, una tradición, (comprar productos manufacturados y disfrutar del ocio) que convirtió al imperio español artífice del descubrimiento de un nuevo mundo en uno de los países más pobres de la Europa desarrollada, que los germanos y anglosajones llaman en la actualidad 'pigs'. Una observa con perplejidad la hilaridad que producen estos consejos de los expertos en quienes están todavía viviendo una quimera en la creta de la ola a punto de iniciar el descenso de su catamarán que consideran indestructible, sin advertir desde su precaria altura cómo aumenta el número de autónomos y disminuye el de trabajadores por cuenta ajena. Todos han oido a Bill Gates defender en Davos el estado filantrópico, y, cuando esto lo hace uno de los hombres más ricos del mundo no es para tomárselo a broma. Es muy aconsejable ver esta película y leer el libro de Andy Robinson 'Un reportero en la montaña mágica'. Nos ayudará a saber dónde estamos y qué nos jugamos.

Ahora que estamos de vacaciones y la actividad decae recordemos el consejo de Oliver Stone, uno de los cineastas más comprometidos con la sociedad, en sus películas sobre Wall Street: mientras nos bañamos en la playa, el dinero nunca duerme.


 

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