Jarhead, el infierno espera





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Ficha técnica:

Título original: Jarhead.
País: Estados Unidos.
Año: 2005.
Duración: 115 minutos.

Dirección: Sam  Mendes.
Guión: William Broyles,  Jr., basado en el libro de Anthony Sowffor.
Casting: Debra Zane, c.s.a.
Dirección de Fotografía: Roger Deakins, a.s.c., b.s.c.
Música: Thomas Newman; supervisor: Randall Poster.
Edición: Walter Murch, a.c.e.
Dirección artística: Christina Ann Wilson,
Decoración del set: Nancy Haigh,
Supervisor efectos visuales: Pablo Helman.
Attrezzista: John Chichester.

Diseño de Vestuario: Albert Wolsky.
Supervisor maquillaje.
Jefe de Departamento de peluquería: Robert Louis Stevenson.

Productores: Douglas Wick y Lucy Fisher.
Productores ejecutivos: Sam Mercer, Bobby Cohen.
Co-Productor: Pippa Harris.
Diseño de producción: Dennis Gassner
Compañías. Productoras: Universal Picturs, asociada con MP Kappa Productions, Neal Street Productions.


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Intérpretes:


Jake Gyllenhaal: Swoff,
Peter Sarsgaard: Cabo Alan Troy
Chris Cooper: Teniente coronel Kazinski.
Dennis Haysbert: Mayor Lincoln,
Scott Mc Donald: D.I. Fitch,
Jamie Foxx: Sargento Sykes
Lucas Black: Kruger,
Brian Geraghty: Fergus,
Jacob Vargas: Cortez,
Laz Alonso: Escobar,
Evab Jones: Fowler,
Ivan Fenyo: Pinko

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Sinopsis:

Tremendas imágenes sobre la primera guerra del Golfo, un contexto infernal en el que jóvenes aterrados  ante la posibilidad de enfrentarse al enemigo esconden su temor jugando al fútbol con las máscaras antigas puestas, a los que se insufla el amor patriótico con exitosas películas bélicas, en circunstancias previas al combate, y se les transporta en aviones de lujo, mientras la música de Wagner les roza la piel. Peter Swofford, un chico de veinte años, siguiendo la tradición familiar, se enrola en los marines y al estallar la guerra lo envían a Arabia Saudí; el terror forjará grandes amistades y dará lugar al nacimiento de hermandades como los Jarheads, integrada por jóvenes de diferentes estratos sociales,que se jurarán fidelidad eterna.

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Críticas:


A pesar de abordar de forma más o menos patriótica la siempre peliaguda cuestión de las dos guerras llamadas 'Del Golfo', en este caso la que emprendió Bush Padre en 1991, que aunque recibió el apoyo de la ONU para frenar la invasión de Sadam Hussein del estado soberano de Kuwait, rico en yacimientos petrolíferos, lo que levantó no pocas ampollas, Sam Mendes ha logrado el apoyo unánime de la crítica a un lado y otro del Atlántico, aunque en sus escritos se deslizan algunas expresiones que reflejan cierto pudor de los críticos. ante la oposición frontal de amplios sectores de la población a que Estados Unidos se implicara activamente en estos conflictos. La idea que subyace a todas las opiniones vertidas respecto a esta película es la necesidad de expresarse con ambigüedad.

Esta es la razón por la que M.Torreiro del diario 'El País', antes de dar su beneplácito al film, la califica de 'calculadamente ambigua' e incluso 'un poco artera', pero alaba la capacidad de Mendes de narrar con oficio y garra una historia extrema; José Manuel Cuellar, el crítico del periódico monárquico y conservador español se expresa en términos muy parecidos, cuando habla de homenajes evidentes y propuesta inacabada, deficiencias que se compensan con una bellísima fotografía y un trabajo de los actores encomiable. Los americanos, que pusieron la carne en el asador, que enviaron a sus jóvenes a morir en tierras lejanas y condenaron a otros a vivir mutilados su vida entera, se centran en estos aspectos. Roger Ebert del 'Chicago Sun Times' denuncia que no es usual ver una película que capte lo que debió ser para uno de estos muchachos estar en aquel lugar en ese momento; Peter Travers de 'Rolling Stone' muestra su conmoción por la forma en que Mendes despierta las emociones del público y Mike Clark , 'USA Today',  se congratula de que el realizador norteamericano haya encontrado algunos hombres buenos con los que forjar un lienzo fresco en un asfixiante agujero. Aquí, mas que la mala conciencia, se observa una moderada oposición a las decisiones de los gobiernos de Bush padre e hijo, ya que la película se hizo  en tiempos del segundo, sin el amparo de las Naciones Unidas y,  por lo tanto, considerada ilegal.


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Comentario:


La película de Sam Mendes, (American Beauty, 1999, Revolutionary road, 2008...),  es muy diferente a las demás producciones del género. ya que dedica la mayor parte de su metraje a demostrar que los ideales militares que anidan en la mente de muchos jóvenes, que en la vida civil adoptan la estética castrense y se convierten en aparentes 'cabeza-botes', como se llaman a sí mismos los marines,  no tienen nada que ver con la realidad. A las dificultades propias de la guerra se añade lo que según  el protagonista no tiene remedio en la milicia: la pérdida de la razón, de la que, nadie, ni el que se considera más duro, se libra. Que al deseo de romper cabezas se impone el miedo a que te la rompan, que todos tenemos un instinto de supervivencia, porque al fin y a la postre somo animales, algunos racionales, que las quimeras o el 'fata morgana' son reales en el desierto y que hasta un burro puede ir cargado de explosivos, o que, al menos eso es lo que piensan  quienes se ven en la tesitura y no amedrantando  a otros civiles que creen más débiles que ellos. El temor al uso de armas químicas por Sadam en lo que él mismo llamó 'la madre de todas las batallas', favorece discursos de los jefes de que se esperan 30.000 bajas en el primer enfrentamiento: otra cuestión que los americanos no pasan por alto es la aristocracia que está instalada en el ejército, dividido como la sociedad en clases: la infantería, donde militan los pobres y la caballería (ahora la aviación), formada desde el origen de los grupos armados legales por la aristocracia del ejército, algo que también denuncia Cameron en Avatar(2009). Mientras cavan un lugar en el que van a dormir, camuflados en la arena del desierto, los jóvenes se quejan de que los aviadores lo harán esa noche en su cama, tras una jornada de escasos riesgos. Para los más duros de los infantes, que se mean encima en los momentos de mayor riesgo, el simple hecho de aliviarse, en medio de la destrucción, supone una auténtica odisea, algo que no cuentan los libros de historia, ni siquiera los más comprometidos con el hombre; cuando este grupo de combate llega a lo que debía ser su objetivo, se encuentran con que todo su sufrimiento ha sido en vano: si su misión era proteger los pozos de petróleo, se encuentran en un infierno de contaminación que los deja ciegos: Sadam los ha quemado. El soldado que representa al sector más crítico hace un cameo de Gigante y de James Dean cuando, al encontrar petróleo  grita: ¡Somos ricos! Y podría haber concluido, en relación a quien los mandó allí: ¡Tu gozo en un pozo! A ello se añade el que, si ser 'animalista' en un mundo civilizado es para muchos un 'lujo idiota', serlo en una situación tan extrema, sentir piedad por un caballo embadurnado de petróleo, será criticado por muchos, como una sensiblería sin sentido. ¡Déjenos hacer un solo disparo, antes del ataque aéreo!, dice el cabo Aldo Troy, un joven con antecedentes penales, al que poco importa la vida que va a segar y que siente la humillación de verse postergado por la aviación. Así de compleja es el alma humana, de un hombre que no puede volver a su país como civil. Cuando lo veamos muerto, dentro de su féretro no importará, ni nadie se ocupará de informar al espectador qué ha ocurrido. Se da por supuesto.

Un plano largo negro y una voz en of que dice: "Un relato: un hombre pasa muchos años disparando un rifle y se va a la guerra. Después entrega el rifle a la armería y cree que ha terminado su relación con el rifle, pero haga lo que haga con sus manos, abrazar a una mujer, construir una casa, cambiarle los pañales a su hijo, sus manos recuerdan el rifle." Un terrible preámbulo con el que Mendes nos introduce en una primera secuencia, un breve homenaje a 'La chaqueta metálica' de Stanley Kubrick que da paso a la novatada de los compañeros de tienda al novato, que consiste en el marcaje a fuego de los recién llegados con el acrónimo de los seals, ambientada por la muy americana canción 'Don't Worry Be Happi'. Por su mente pasan breves secuencias 'fílmicas' de su vida familiar en un típico hogar de la clase media americana que de puertas adentro no es tan íntegro como la imagen que difunde la propaganda conservadora, sino que nos muestra la sordidez de las relaciones entre sus miembros, aplastados por la autoridad del patriarca, un sistema que no difiere mucho del del ejército, unos recuerdos que el joven contrarresta con otros más estimulantes como sus lecturas de 'Camus' , 'El extranjero', una lectura que funciona a modo de premonición o el contacto físico estimulante con su novia.

Al producirse la invasión de Kuwait se comienza a preparar a los soldados para ser trasladados a este lugar y prepararlos para el combate, una estrategia en la que el cine bélico ocupa un lugar preeminente. Reunidos los soldados, los 'cabeza-botes'-, que van a formar parte de la expedición en una sala de proyecciones, los vemos entusiasmados, eufóricos, mientras suena  'La cabalgada de las Walkirias' de Wagner en una set piece heroica, patriotera, en la que los helicópteros americanos, dirigidos por Francis Ford Coppola en 'Apocalipse Now' (1979) se dirigen al combate en la guerra que más lastimó a los Estados Unidos, primero porque fueron vencidos y causó muchas bajas entre sus jóvenes, y después porque no estaban claros los motivos de su intervención en las antípodas de su mundo. Pero en 1991, metidos en el fragor de la batalla, esta cruenta crónica todavía sirve para trastornar emocionalmente a las nuevas remesas del ejército, que gritan enfervorecidas y entusiasmadas, cada vez que desde el aire se acierta y se mata a un enemigo, cosas del orden de ¡arde hijo-puta!, -una expresión que sale de la boca de quien lee a Camus-, ¡así se hace chico!...¿Cómo es posible esa transformación? Un entusiasmo que se reduce cuando son trasladados a la zona en un avión comercial, tratados como pasajeros de primera clase. En medio de una conversación en la que estos jóvenes se preguntan qué estarían haciendo en ese momento si no fueran a la guerra, y citan, entre otras cosas, un juego determinado; Swoff ( Gygenhall ) le pregunta al compañero de butaca, que ha ido a la guerra para evitar la cárcel, si ha llegado hasta el final de la partida. El Cabo Alan Troy (Peter Sarsgaard) responde de forma cínica y desesperanzada con cinco palabras que resumen la historia de la humanidad: "Nada, que vuelve a empezar".

De la mano de Sam Mendes el espectador entra guiado por Chris Cooper en una operación de la que casi todos los que hoy tienen treinta años han oído hablar, 'Escudo del desierto', con la misión de proteger los pozos petrolíferos, y su preparación va a consistir en hidratarse y deshidratarse hasta conseguir la aclimatación a la dureza del desierto, y aprender a estar en un estado constante de alerta; éstas son las órdenes que gente muy joven recibe de un jefe que se expresa con una lengua de trapo, propia de la jerga militar, que haría escandalizar a un civil hipócrita que a la par que prohibe cualquier palabra malsonante en su hogar, piensa que sus vástagos han de ser educados de forma espartana para hacers de ellos unos auténticos hombres y no ser toda la vida unas 'nenazas'. Y esto no es una broma, esto es la perspectiva ideológica de quien defiende la guerra para llegar a la paz. ¿Qué vamos a hacer para ganar la guerra? pregunta el jefe. ¡Zurrar a los iraquíes! contesta la tropa. Un grito que hace exclamar al militar de oficio: ¡Se me está poniendo dura! No falta quien sabe por qué están ahí y qué intereses defienden, aunque es silenciado por sus compañeros, que, paradójicamente, colocan crucifijos en sus tiendas y se los tatúan en el cuerpo.

Una serie de secuencias, que forma el cuerpo central del relato, muestran la dureza del desierto, en el que es casi imposible camuflarse, y en la que el mayor entretenimiento es organizar peleas de escorpiones o seguir las propuestas consuetudinarias de la milicia, consistentes en masturbarse, con la mano izquierda o la derecha, releer una y otra vez las  cartas de la familia, imaginar qué harán cuando vuelvan a casa, escuchar música trepidante de cualquier estilo, ser discretos con los periodistas, enseñar los músculos e interiorizar que los marines no tienen derechos porque han firmado un contrato que los elimina, y que su nueva carta magna es el reglamento militar que les ayuda a quemar la grasa del alma, como dijo Hemingway. Pero Jarhead es un film bélico sin secuencias bélicas (de bellum, guerra en latín), en la que muy pocos, a excepción del sargento interpretado por Jamie Foxx sienten la actividad militar como algo apasionante; Sam Mendes no nos muestra la acción, sino las consecuencias de las decisiones que se toman en los despachos y  que en el terreno se ven de forma muy diferente; especialmente turbias son las imágenes dantescas de la zona en la que llueve sangre, la que procede de los pozos que lo contaminan y ennegrecen todo. El rap que pone fin a la película, que relata una guerra que duró 4 dias, 4 horas y 1 minuto para estos soldados, es altamente significativo.¡Hua! grita un oficial de vuelta a casa, mientras Gygenhall piensa: "Todas las guerras son diferentes, todas las guerras son iguales", mientras desfilan ante los ojos de los espectadores todo lo que se pierde para la mayoría y se gana para unos pocos en tan breve periodo de tiempo y lo que les cuesta a quienes han tenido el poder de humillar y dominar a otros convertirse en reponedores de un supermercado... Swoff concluye el relato que abre el film: "...Y todos los 'cabeza-bote' que matan y mueren siempre serán como yo. Aún seguimos en el desierto."

Muchos directores se miden sus fuerzas en el género histórico, bélico o de terror, y de acuerdo con su sensibilidad o ideología nos muestran una lado del prisma complejo que hace que los hombres se debatan entre el amor y la guerra. Sam Mendes hace un film bélico sin acción, una película psicológica no exenta de horror, y para crear el ambiente apocalíptico en el que los jóvenes viven  al límite, como no puede ser de otra forma en una situación extrema, elige a dos mujeres, algo que no es irrelevante: Christina Ann Wilson, como directora artística y Nancy Haigh, como decoradora del set; como ocurre en todos los filmes de guerra actuales se elige una música muy americana, que recuerde a los soldados a su patria, como 'Don't Worry, Be Happy' de Bobby McFerrin; 'You are the Sunshine o my life' de Stevie Wonder; Bang a gong (get it on) de Marc Bola o la clásica exultante 'Ride of the Valkyries', interpretada por la Orquesta Filarm´nica de Viena, entre otras muchas que jalonan las dos horas de duración de una película, en la que Sam Mendes no deja de ser quien fue en 'American Beauty', una de las películas más premiadas de la historia del cine: la mosca cojonera que le busca las cosquillas al republicanismo americano, y que ignoramos la razón, muy frecuente en el cine de otros directores, muchos de los oficiales americanos de grado medio, pero también alto, de los más duros, que participan en el entrenamiento de los marines, tienen nombres eslavos (Kazinski, Kowalski...)


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