El caso Heineken .Comentario.




Ficha técnica, sinopsis, críticas. (Pinchad aquí)

Comentario:

Es bastante difícil introducirse en la mente de los críticos y averiguar qué ha podido suceder para que trataran tan mal este thriller de Daniel Alfredson, si han primado las razones estéticas, de estilo o ideológicas para apartar a la gente de los cines y, en ocasiones derivarla hacia producciones mucho más dudosas. Y no vale el argumento de que el listo es su hermano Thomas, el creador de 'Dejame entrar', que fue objeto de un remake penoso, Let me in , a cargo de Matt Reeves, (2010). Quien me lee habitualmente sabe que comparto el aserto de Godard de que hablar de cine americano es una redundancia, algo que se diluye cuando analizamos películas concretas.

La mirada de Alfredson sobre las ciudades y sus gentes es oscura, filmada generalmente con cielos nublados, al atardecer, e interiores con una luz tan pobre que apenas distinguimos las expresiones de los actores cuando representan sus papeles. En esta ocasión suma constantes desencuadres con el objetivo, no sólo de representar la profundidad de campo mediante el enfoque/desenfoque, sino con el propósito de potenciar la presencia de los bordes y su valor expresivo, pero sobre todo con la finalidad estética de subrayar la continuidad de lo representado más allá del encuadre, por el que el director parece no dejarse constreñir. Es cierto que, en demasiadas ocasiones, el deseo de ser original se le va las manos y puede molestar a espectadores de gustos más clásicos. La decisión de supeditar las exigencias del género a un ejercicio de estilo de carácter autoral ha jugado, posiblemente, en su contra, aunque el trabajo realizado por los jóvenes actores, muy verosímil y empático, ha logrado subsanar el manierismo del realizador.

En una situación de crisis global, unos jóvenes treintañeros se ven en un cruce de caminos, obligados a tomar una decisión muy difícil: o cruzan a la otra orilla de la ley y dan un golpe sonoro, secuestrando a un representante máximo de los poderes fácticos, el fabricante de la célebre marca de cervezas Heineken, que favorece más de un guiño al público en torno a la competencia (Budwaiser y otras marcas americanas), o arruinan su vida en trabajos con sueldos de esclavo sin futuro. Este grupo de amigos, antiguos pequeños empresarios a los que la depresión se ha llevado por delante y a los que los bancos no fían dinero, se encuentran al límite de su resistencia física y emocional, un hecho al que suman la presión social que ampara las ocupaciones de edificios para los sin techo, entre ellos su antigua sede empresarial, habitada por jóvenes okupas.  Esta circunstancia que conocen las entidades bancarias empeora su situación, ya que no aceptan este inmueble como aval para un préstamo por pequeño que sea. Así pues se inclinan por la primera opción: secuestrar al prohombre de los negocios. Pronto entenderán algo que sabe el viejo zorro: que hay que ser rico para hacerse rico, y que una pandilla de pringados no van a tener donde esconderse por mucho que corran.

El film es más que aceptable, el interés no decae a lo largo de toda la cinta, e incluso hay persecuciones en los canales holandeses y en el centro de la ciudad filmados con gran verosimilitud, y muy bien realizados, como no podía ser de otra forma estando al frente Daniel Alfredson. El trabajo de los actores te lo crees plenamente, lo reconoces en muchos de los jóvenes que pululan a tu alrededor, ya sea el soñador fracasado, pero con agallas, interpretado por Jim Sturgess, el oscuro y resentido a cargo de Sam Worthington, un chico que no acepta la veneración que siente su padre por el hombre que lo despidió y lo dejó en la calle, el Sr. Heineken, el buenazo encarnado por Ryan Kwanten, y así hasta el último de ellos. Se ha exagerado el papel de Anthony Hopkins para denostar la película dirigida por Alfredson, cuando su cuota de pantalla no debe llegar ni a los 10 minutos, y, aunque no tenemos elementos de juicio para comparar el trabajo del actor con la personalidad del verdadero Sr. Heineken, es bastante creíble como hombre altivo, soberbio y orgulloso, acostumbrado a ganar todas las batallas.

Una historia de perdedores que no hubiera acabado de manera muy diferente si los jóvenes hubieran optado por la otra vía: la de un trabajo sin protección social y sueldos de miseria, aunque algunos como Jan 'Cat' Boellard añora lo que ha perdido:  su familia y sus amigos. El millonario les advierte de que toda elección impone un sacrificio: puedes ser rico o tener amigos, pero ambas cosas a la vez no. Eso ya queda al criterio de cada cual y a sus propias experiencias vitales. Algunos se quejan de que no se sale ni una coma del 'libro que escribiera el periodista Peter de Vries', aunque muchas veces los críticos se quejan de lo contrario; a otros les parece superficial, aunque no explican bien por qué y el adjetivo se lo merece, o carente de sorpresas o flojo de guión...Una letanía que se repite una y otra vez, y que no estaría de más que se fuera haciendo cada vez más explícita, aunque sólo fuera con el denostado propósito de la didáctica. La historia sí es en cierta medida novedosa, aunque tiene algún homenaje al film de Kathryn Bigelow, sin final feliz, 'Le llaman Bodhy', con un matiz importante: el grupo que secuestra a Heineken no es una banda terrorista ni criminal, sino un grupo de amigos  y viejos socios que se ponen de acuerdo para dar un golpe y hacerse ricos como lo han hecho otros, y que descubren que hay que ser mucho más malos que ellos para alcanzar sus objetivos; el premio a su desliz es el encarcelamiento durante un montón de años. 

Si buscáis las páginas que incorporan críticas veréis algo muy sospechoso: la calificación de esta película cambia radicalmente a un lado y otro del Atlántico. En Europa hemos visto mucho cine americano y no ignoramos que en el género de acción son los amos, pero eso no justifica que machaquen lo que no entienden o no les conviene. El espectador decidirá cual de estas dos razones ha inclinado la balanza en contra de Alfredson, pero lo que nadie se atreve a negar es que pocas veces se ha visto en la gran pantalla un grupo de actores jóvenes, representando en la ficción a otros corrientes, convertidos por necesidad en ladrones y secuestradores, que hagan su papel de una forma tan atrayente y relevante como los que componen la ficha artística de esta película. Aunque sólo fuera por eso, si bien hay otras razones, yo sí me atrevo a recomendarla.



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