El tren. John Frankenheimer.





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El tren narra una impresionante historia, basada en la obra de Rosa Vallant , la conservadora del Museu Du Jeu De Paume de París, 'Le front de l'art', en la que los protagonistas principales son los trabajadores de los ferrocarriles franceses y el papel que jugaron en la resistencia de su país a la invasión nazi. Una historia en la que se enfrentarán dos voluntades férreas, que responden a dos obsesiones tan bien definidas, tan lineales y paralelas, como las vías del ferrocarril, una empeñada en arrebatar a los franceses su patrimonio cultural y llevárselo a Berlín, y la otra en defender la vida de todos y cada uno de sus compañeros y no sacrificarlas en pro de evitar el expolio. Decidida la cuestión, la cámara planteara este dilema moral al espectador desplazándose alternativamente desde las cajas con los nombres de un grupo heterogéneo de célebres pintores, a los que se englobó bajo la etiqueta de Escuela de París, hasta los muertos amontonados en el terraplén del tren. Cada cual debe responderse a sí mismo en torno a esta cuestión.  Pero es honesto insistir en decir que hubo hombres sencillos, como Papa Boule (Michell Simon), dispuestos a dar su vida por conservar el patrimonio pictórico de su país, que el altivo militar alemán, en un ejercicio de autocomplacencia y sobrevaloración de sí mismo, se proclamaba el más digno de poseer tanta belleza, exclusiva para hombres que saben apreciarla, convencido de que, tarde o temprano, acabarán volviendo a él o a gente como él, algo que un bruto como Lebiche no sabe entender.

Lo que él es incapaz de apreciar es que han sido 'personas' como este modesto empleado del ferrocarril, dispuestas a arriesgar su vida por sus compañeros de trabajo, y por otros honestos ciudadanos franceses, utilizados como rehenes en un tren que el militar arrogante ha convertido en mortal, los que han llevado a cabo acciones tan repletas de belleza como las que realizaron artistas de la talla de Picasso, Gauguen, Degás o cualquiera de los pintores, reunidos en la capital del Sena, que revolucionaron el arte, despreciados y denostados por otros como el Coronel Waldheim, que ahora caen extasiados ante cuadros pintados en países primitivos, entre otras razones porque los 'ahora' considerados genios como Gaugin, rechazando los principios ideológicos que hicieron prosperar al nacionalsocialismo, incompatibles con su libertad de expresión, huyeron hacia sociedades primitivas en las que podían seguir realizando su trabajo con libertad.

Así lo manifestó el propio Gaugin,- uno de cuyos cuadros preside la famosa colección del museo expoliado-, que forma parte de una serie de telas pintadas en la Martinica (Caribe) o en la Polinesia francesa (Oceanía), a donde había huido, escapando de la pintura burguesa y esteticista predominante en la Europa de entreguerras. La conservadora del museo es incapaz, en la secuencia inicial, de distinguir esta faceta del militar, que asocia con cinismo el valor de los cuadros a su cotización crematística; cuando intente trasladarlos a cualquier precio a Berlín cambiará de opinión. Recientemente se ha llevado a la pantalla la acción de un grupo de norteamericanos, Monuments Men, hombres de la cultura, no entrenados en la milicia, en un intento de realizar un film como el de Frankenheimer, que no fuera cínico o tuviera dobleces y que transmitiera a los espectadores actuales la intención de Hitler de no aceptar una rendición incondicional: si Alemania no podía ser suya, no sería de nadie.

Clooney contó a su público que esta decisión fue conocida como el 'Decreto de Nerón'; el Führer dijo: "Si muero, destrúyanlo todo, puentes, ferrocarriles, equipos de comunicaciones...Todo." Sus seguidores entendieron que el arte quedaba incluído, una ocasión que algunos aprovecharon para engrosar sus colecciones particulares; hallazgos posteriores así lo demuestran, como el descubrimiento de 1.400 cuadros, requisados por el nazismo, descubiertos en casa del anciano Cornelius Gurlitt. John Frankenheimer realizó en 1964 una película que fue calificada de espectacular y con unos efectos especiales espléndidos, que hoy resultan de tal modestia que haría inapropiados estos adjetivos. 'El tren'/'The train' es una película clásica con una prosa grave y austera que relata unos acontecimientos que muchos europeos no conocían hasta que George Clooney llevó a cabo su película, que tuvo la virtud de difundir el conocimiento de estos expolios e intentos de destruir obras maestras legadas por creadores de otros tiempos y que puede despertar el interés de retornar a los clásicos, como El tren de Frankenheimer.

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