Marte (The Martian). Comentario







Imagen cedida por BMA House a cinelodeon.com






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Comentario:

La crisis económica que estalló en septiembre de 2008 generó una conciencia global de que los recursos de la Tierra no eran inagotables, que habíamos estresado a nuestro Plantea que se negaba a seguir produciendo para una población mundial depredadora. Destruidas las costas, desforestados los bosques, poco queda por explotar en este mundo que habitamos y el hombre se lanza a la conquista de otras tierras a las que hoy sólo se puede llegar con la imaginación, alimentada con unos ligeros toques de ficción científica. Si las aventuras que en otros tiempos avivaron la fantasía de niños y adultos de cualquier lugar eran historias de piratas a las que hace referencia el mismo protagonista Mark Watney, interpretado por Matt Damon, un actor que tiene un compromiso social con la defensa del medioambiente reconocida no sólo en su país, esos relatos corren ahora a cargo de un experto botánico e ingeniero mecánico atrapado en el planeta Marte. La conciencia de que se nos agotan las posibilidades de supervivencia ha empujado a los cineastas a imaginar el papel que jugarán los clones en la producción de recursos necesarios para el desarrollo de la vida del hombre en otros planetas, puesto que la Tierra ya no los produce, como ocurre en el relato que hace Moon, un film dirigido por Duncan Jones, hijo de David Bowie, en 2009, u Oblivion de Joseph Kosinski en 2013; Gravity de Alfonso Cuaron nos proporciona, por el contrario, una experiencia lisérgica ( 2013 ) que debió afectar muy favorablemente al jurado de la Academia que le otorgó varios Óscars. El año pasado, 2014, Christopher Nolan buscó en  Interestellar la dimensión cósmica en la que reside el amor. y ahora llega el director de Prometeus a contarnos la historia más humana de todas: la gran hazaña de sobrevivir cada día  plantando cara a las adversidades, en un mundo en el que es posible recuperar la solidaridad  y el trabajo en equipo entre los hombres.

La humanidad vuelve al espacio, pero quiere hacerlo sin rozar con las viejas aristas que caracterizaban al  mundo obsoleto dividido en bloques que luchaban en una carrera espacial en la que, a pesar de las apariencias, también existía colaboración  mediante el uso compartido de las lanzaderas Soyuz,  a cuyo alquiler la NASA va a dedicar 424 millones de dólares desde 2016 hasta junio de 2017. Ridley Scott no plantea en su película una distopía, no necesita platillos volantes, círculos sin fisuras, sino que, por el contrario,  imagina una utopía en la que los países más desarrollados, los que controlan la tecnología espacial punta, colaboran para salvar a un hombre que se ha quedado sólo en el planeta rojo, convirtiendo la hazaña de su recuperación en una odisea mundial que llena las plazas más emblemáticas del mundo de hombres, mujeres y niños que colaboran con su esfuerzo en la creación de un mundo mejor. Una emoción de la que Ridley Scott sabe hacer partícipe al público que llena la sala .

Este es el marco en el que se inscribe la aventura de un solo hombre que, a causa de una terrible tormenta, se queda solo en Marte, y es aquí donde Ridley Scott, apoyado en su guionista Drew Goddard, que se inspira en una novela original del escritor convertido en programador informático Andy Weir, hace gala de su inteligencia y comprensión de la condición humana, incluso en las situaciones más extremas. Mark despierta vivo, cuando sus compañeros han abandonado Marte, dándolo por muerto, pero, al reanimarse, descubre que tiene una herida en el vientre que le ha producido un elemento de la nave. Su instinto le lleva, en primer lugar, a extraer la varilla, taponar la lesión y restañar la salida de sangre, con el único objetivo de conservar la vida; ninguna otra cosa será objeto de su atención en un primer momento. Salvado este grave escollo, pasará a analizar la situación en que se encuentra y qué posibilidades tienen de sobrevivir. No llora, ni se desespera, entre otras cosas porque es inútil, pero como aconseja a sus alumnos, aspirantes al oficio de astronauta, cuando crees que todo está perdido tienes dos opciones: lamentarte o trabajar sin descanso para cambiar la situación. La mejor receta para no sucumbir ante nada ni ante nadie. Cuando las fuerzas lo abandonan, como nos ocurre a cualquiera de nosotros, y sea cual sea la situación en que se encuentre, cae rendido en un profundo sueño. Los pobres y desgraciados también duermen, incluso cubiertos por cartones en plena calle, cuando el termómetro desciende por debajo de cero. Mark está en Marte, y está solo, pero eso no significa que pierda su condición de ser humano. No es un héroe, no ha buscado esta situación, es sólo un hombre con determinación, que no se deja abatir por las circunstancias, por muy duras que sean. Aunque parezca mentira, millones de hombres actuarían de la misma manera. Ridley Scott construye una hermosa metáfora del instinto de supervivencia y nos ayuda a comprender por qué la mayoría de la gente muere sin rebelarse. La esperanza es lo último que se pierde.

Gracias a sus conocimientos de botánica hará su pequeño huerto ecológico, cuidará sus cultivos de patata, e incluso bailará y reirá con la música que almacenan los ordenadores abandonados por sus compañeros en su huida repentina, apresurada y sin control. Sabe que, como poco, debe aguantar cuatro años solo y, cuando las cosas salen mal, tiene tiempo para rectificar. El contraplano a su situación, en la que hace un homenaje a los piratas que asaltan barcos y se los apropian en aguas internacionales o a la colonización arbitraria que Werner Herzog denunció en 'Aguirre, la cólera de Dios' (1972), están constituidos por los esfuerzos por salvarle que realizan, por un lado, sus jefes de la Nasa, interpretados por Jeff Daniels,  Chiwetel Ejiofor o  Sean Bean, y desde la nave Ares III sus compañeros de tripulación, con su comandante, interpretada por Jessica Chastain, al frente, que están dispuestos a perder tres años de su vida en el rescate de un compañero, aun a costa de sacrificar a sus propias familias. Aksel Hennie, un popular actor noruego, señala que 'The Martian' es una fábula sobre la soledad y el trabajo en equipo, así como los más altos ideales de nuestra humanidad con un relato edificante. La música de Abba, Gloria Gaynor y David Bowie constituyen pequeños insertos musicales en la partitura de Harry Gregson Williams, que dotan de humanidad y colaboran a crear momentos próximos y emocionantes que nos acercan a un hombre que, en determinados momentos, también ríe y conserva las esperanzas.

El relato científico, si no es del todo exacto, es al menos verosímil y se disfruta por los espectadores que es lo máximo que se puede pedir a un film de ciencia-ficción. El guión está basado en una novela original del escritor convertido en programador informático Andy Weir, cuya historia tiene lugar en un futuro cercano (dentro de unos 15 o 20 años), por lo que todos los aspectos del libro son plausibles y se apoyan en teorías actuales, con una excepción: dada la baja presión atmosférica de Marte, (menos del uno por ciento de la Tierra), una tormenta de viento, -durante el 18 sol o día en Marte, de alrededor de 24 horas y 40 minutos, de una misión que está previsto que dure 31 soles-, de la gravedad descrita por el autor del libro es inviable, una licencia que se permitió para dejar sólo a Watney y porque la idea le pareció 'guay', ya que desde este inesperado accidente el límite del ingenio, la determinación y la fortaleza de ánimo del astronauta se pondrán a prueba. El botánico es enviado al planeta rojo para tomar muestras del suelo con el objetivo de conocer su composición y la viabilidad de los cultivos; tras producirse el incidente que lo dejó solo durante varios años tan lejos de su hogar, la mayor batalla la librará contra su voluntad, contra la desesperación, mientras va registrando en vídeo sus experiencias, pensando que tal vez sean su propio testamento, salpicado de metodología científica y una buena dosis de ingenio. (notas de producción).

Sin duda una de las mejores películas que ha hecho Ridley Scott, cuyo efecto inmediato es que, terminada la proyección, el público sigue sentado en su butaca, como si los más de 140 minutos que dura la película fueran insuficientes. Durante ese tiempo el público ha sufrido, ha reído y ha cultivado, junto a las patatas ecológicas, la esperanza de que otro mundo es posible, y de que los hombres y mujeres mejor formados, con más talento y espíritu creativo trabajan al servicio de las gentes que llenan las plazas con la esperanza de que un solo hombre, al que las circunstancias han convertido en el Robinson Crusoe de la modernidad, salve su vida y pueda regresar a casa.

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