Spotlight. Comentario.





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Comentario:

La película dirigida por Tom McCarthy ha levantado una gran polvareda y ha llamado poderosamente la atención hasta el punto de conseguir seis nominaciones a los Premios Óscar que otorga la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Norteamericana, (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor de Reparto para Marc Ruffalo, Mejor Actriz de Reparto para Rachel McAdams, Mejor Guión Original para Josh Singer y Tom McCarthy y Mejor Montaje para Tom McArdle). El hecho de que el protagonista de la historia sea un equipo de investigación, el Spotlight, del periódico The Boston Globe, a la sazón propiedad de The New York Times Company, caracteriza a la película como una obra coral, en la que el nominado Marc Ruffalo, que hacía ya mucho tiempo que merecía este reconocimiento, comparta el espacio interpretativo con actores de la talla de Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber, Stanley Tucci, Jamey Sheridan entre otros. Antes de pasar a analizar otros aspectos del film que también han merecido la aprobación de la Academia, ha sido el tema que el cineasta ha abordado con valentía, el que le ha ganado el respeto del público, la prensa y los diferentes jurados de las competiciones cinematográficas más importantes. El tema tan espinoso en que se basa su argumento es la denuncia de uno de los delitos más terribles que un ser humano pueda cometer contra otro: el abuso sexual ejercido contra los niños aprovechando la ventaja que otorga la edad y la superioridad moral que los fieles atribuyen a sus pastores espirituales, a los que confían sus propios hijos. 

No es la primera vez que en Norteamérica se aborda esta cuestión, con mayor crudeza si cabe, como ocurre  con el documental  'Libranos del mal' (Deliver Us From Evil) realizado de Amy Berg en 2006.  Pero el equipo del Globe que protagoniza el film de McCarthy da un paso más: intenta demostrar que los curas pederastas no son los garbanzos podridos del puchero, sino la punta del iceberg de unas prácticas delictivas que se han convertido en sistémicas y que las jerarquías no sólo practican en más de un caso, -uno de los sacerdotes pederastas ha sido a su vez violado-, sino que evitan castigar a los culpables limitándose a trasladarlos de lugar o de parroquia, ocultando los nuevos destinos con etiquetas como  baja por enfermedad, descanso y justificaciones por el estilo, a la vez que crean una red de complicidades muy compleja en las que atrapan a las autoridades locales, la prensa, y especialmente los fieles que, como cualquier otro colectivo, tienden a tapar las atrocidades de los suyos.

'Libranos del mal' ya hacía hincapié en el carácter sistémico de la corrupción moral de la iglesia católica, una  denuncia que llega hasta el Santísimo Padre Benedicto XVI, un escándalo blindado por Busch para impedir que fuera juzgado algún día. Un asunto tan espantoso, tan aterrador que, como dice Claudia Puig (USA Today) hace que 'La matanza de Texas' parezca un paseo por el parque. Lo que convierte el documental en más horripilante que el film que comentamos es que los propios autores de estos crímenes de violencia sexual, ejercidos incluso sobre niños de nueve meses, y quienes los ocultaron, se prestan a dar su testimonio ante las cámaras, unos con más soltura que otros. La cinta que tiene la estructura de un mockumentary (de mock: burla), comienza con el padre Oliver O'Grady escribiendo una carta a sus víctimas, con primerísimos planos, planos de detalle de la pluma y el papel con que las ofende, convocándolas desde Irlanda (son cientos de ellas) para hablar del pasado y que todos rehagan su vida, tras reconocer que 'lo que ocurrió no debió haber pasado nunca' . (¿Será que Dios lo quiso así, aún en contra de su voluntad?). A partir de esas primeras imágenes que incorporan los primeros títulos de crédito, comienza un racconto o gran flashback, en el que se van combinando las confesiones de los afectados y sus padres, gente religiosa, que, en algunos casos también había sufrido los abusos, guiados por las declaraciones del cínico y soberbio sacerdote, con las de las jerarquías eclesiásticas, que incumplieron las promesas hechas a las familias y se limitaron a ir trasladando a parroquias, que distaban unas de otras no más 85 km. Sirviéndose de una estructura circular el documental acaba casi como empieza, con la invitación más cínica que se pueda concebir del torturador a sus víctimas, seguida de alguna secuencia que incrimina a la propia Iglesia por encubrimiento del pedófilo. 

Tom McCarthy intenta dar a su película el carácter de cinéma verité, documentalista, con una edición invisible, un juego dialéctico de plano/contraplano elegante, un colorido de tonos fríos que dota de seriedad  a la historia que no admite ninguna alegría o nota de humor y una iluminación siempre que es posible natural. Todos los elementos, incluida una suave música ambiental, deben contribuir a la gravedad del asunto que constituye la trama  que no admite la más discreta nota humorística; el ritmo es sereno y transmite la sensación de un relato concienzudo, respetuoso en las formas, pero profundo en la investigación de los tristes hechos criminales que en muchas ocasiones tuvieron terribles consecuencias. El resultado ha sido la distinción de que han sido objeto los guionistas y el editor, además del director, su película y sus actores. Un film de denuncia social que evita, en la medida de lo posible, otra característica del cine, la vocación de entretenimiento, pero que cumple con la función que le otorgaban los cineastas de la Nouvelle Vague: abrir ventanas al mundo. Y estas era preciso abrirlas de par en par para que entre aire fresco en una institución milenaria como es la iglesia católica.

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