O los tres o ninguno. Kheiron. Comentario.






Ficha técnica.


     Crítica:



Jordan Mintzer aporta una visión acertada de esta historia: "Keiron vuelve la cámara hacia sus propios orígenes que inspiran 'O los tres o ninguno' (Trois nous on rien), una comedia dramática de familia, hábilmente manejado que recurre a las raíces del actor y director en los calurosos días de la dictadura iraní y en los suburbios no viables de París, más prometedora en su angustiosa, y a veces hilarante primera parte, que en su conclusión poco dramática (...) aunque el conjunto pone de relieve el talento de un cómico que no tiene miedo a mirar el peligro de cara y reírse de ello ..." ( Revisión de la película. The Hollywood Reporter, 10 de Noviembre de 2015). Kheirón, nacido en Irán, de apellido Tabib,  criado en Francia, y muy conocido localmente a causa de una serie de apariciones en TV, cuenta la historia de su padre, Hibat, (interpretado por el director) y la madre, Fereshteh (Leila Bekhti), dos tortolitos obligados a huir de su tierra natal, después de los tumultuosos acontecimientos de la revolución iraní, y que, tras llegar a Francia, se instalaron en el barrio de la Banlieu de París de Pierrefitte-sur-Seine.

La película incluye la revelación de cómo el padre, criado humildemente,  era un ferviente opositor del Sha (cómic frances Alexandre Astier), uniéndose a una resistencia comunista que lo lleva a la cárcel durante más de siete años;  liberado en la época del levantamiento de 1979 en Irán. pronto se enamora de una enfermera testaruda, Fereshteh, pero su luna de miel fue interrumpida por el ascenso de la dictadura islamista bajo el ayatolá Jomeini. Una historia dramática narrada, según Mintzer, y resuelta al modo de una comedia de situación a la americana, sin traicionar su espíritu rebelde (opus cit.). Un film, entre otros muchos, realizados por hombres y mujeres, ciudadanos de oriente próximo y lejano, a los que conviene escuchar, y que se han expresado en películas que introducen al espectador en la vida cotidiana de los ciudadanos (término que preferimos al de gente, porque gente hay de muchas clases, incluidos los llamados señores de la guerra), como  hizo  Marjana Satrapi en colaboración con Vicent Paronnaud (2007), una adaptación del libro de la mujer, publicado el año 2000; Buda explotó por vergüenza (2007), un film realizado por una mujer, Ana Makhmalbaf. , realizado por otra mujer que fue trabajado con alumnos de bachillerato; Los caballos de Dios (2012)  de Näbyl Ayouch, sobre el adiestramiento de los islamistas radicales en Marruecos... Oír la voz de los protagonistas es una forma de mostrar humildad, por parte de los occidentales, y eso lo sabe el pueblo español que sufrió una larga dictadura sin que nadie lo apoyara desde fuera del país. La segunda parte nos muestra a la pareja estudianto, trabajando duro y participando activamente en manifestaciones anti-Jomeini, en un barrio multirracial al Norte de París. Es precisamente esta parte que muchos consideran una carta de amor a los padres, escasamente dramática, que obvia los enfrentamientos que se producen en estos barrios entre los grupos étnicos y el crimen organizado, en la que decae el relato, que solo logra salvarse del desastre gracias a un buen montaje.


Nando Salvá realiza un análisis muy parecido al de Mintzer: " La película resulta más convincente en su primera parte, que echa mano del humor negro para hablar de represión política, que en una segunda mitad demasiado blanda a la hora de retratar un proceso de asimilación cultural, y en ambas Kheiron cae a menudo en un sentimentalismo algo torpe. No obstante, convence por su forma de contemplar de cara situaciones de peligro y emociones como la rabia riéndose de ellas. Y, en todo caso, resulta especialmente pertinente una película que deja clara la contribución que los inmigrantes pueden ofrecer a sus países de acogida." ('O los tres o ninguno': Humor como antídoto. Diario 'El Periódico'. 22 de marzo de 2016).

Sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Nando Salvá cuando afirma que la película resulta más convincente en su primera parte, en la que realiza un relato paralelo al de Marjane Satrapi en Persépolis (novela y película), y en la que se demuestra que todos acertamos cuando analizamos la historia pasada, y no podemos demonizar a los comunistas e izquierdistas iraníes que pusieron su esperanza en elAyatolah Jomeini, y que quedaron destrozados en su primera aparición pública cuando el lider espiritual y religioso advirtió a la población de que su revolución no era ni nacionalista, ni democrática, sino espiritual. Como suele ocurrir, cada cineasta aporta alguna información visual nueva, y en esta ocasión podemos observar a unas mujeres que no sólo visten a gusto ropas negras y cubren parte de su rostro con elchador, una prenda que usan las mujeres iraníes cuando salen de casa, sino que armadas con rifles, colaboran con sus compañeros en la búsqueda de sospechosos de disidencia del régimen instaurado por Jomeini. A pesar de la gravedad de los hechos relatados por Kheiron, como las largas condenas, en la época del Sha, por pegar carteles en la pared contra Rhza Pahlevi, los aislamientos en pequeños e inhumanos barracones inmundos y las soberanas palizas que los dejaban medio muertos, el cineasta iraní logra distender y hacer sonreír a su público, ya que es un comediante , actor , guionista, productor, rapero y director francés, que sabe utilizar con sabiduría el humor en un tema tan complicado.

Kheiron, nacido en Irán, de apellido Tabib, criado en Francia, y muy conocido localmente a causa de una serie de apariciones en TV, cuenta la historia de su padre, Hibat, (interpretado por el director) y la madre, Fereshteh (Leila Bekhti), un matrimonio muy enamorado y obligado a huir de su tierra natal, después de los tumultuosos acontecimientos de la revolución iraní, y que, tras llegar a Francia, se instalaron en el barrio de la Banlieu de París de Pierrefitte-sur-Seine. En el Ecuador del Film Kheiron construye la imagen más emotiva de la película: la del emigrante que huye de su país, pero quiere imprimir su imagen en la retina, seguida de una entrada exultante en Paris, con música emotiva francesa y un contrapicado de su emblemática Torre  Eiffel. Todos los que salen de su tierra como lo hace el abogado que nunca había podido ejercer sueñan con volver algún día, pero ese momento todavía no ha llegado y prefieren respirar el aire de libertad que circula en el país que hizo la revolución y proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadasno, según hace explícito el propio protagonista.

La segunda parte es una apología edulcorada de la labor de integración multirracial que hizo su padre en el Barrio de los Poetas, una tarea por la que fue galardonado con la Legión de Honor la más conocida e importante de las distinciones francesas, establecida por Napoleón I, una distinción que se concede a hombres y mujeres, ya sean franceses o extranjeros, por méritos extraordinarios realizados dentro del ámbito civil o militar. Una parte del film que se repite a sí misma constantemente, sin lograr despertar el interés de un público, que no acaba de entender el sentido del humor del director, especialmente en lo que se refiere a la metáfora que construye en torno al Sha. Por otra parte, nada difícil de desvelar, aunque sí sorprende que lo haya caracterizado como un hombre de etnia  europea u occidental.

Un film interesante, divertido y que, como sucediera en otro tiempo con Persépolis, permite conocer la evolución de un país como Irán que soportó una tiranía como la del Sha, contra la que los disidentes, los luchadores por la libertad trabajaron a costa de sus propias vidas, para caer en otra peor, que los obligó a emigrar y buscar refugio en países europeos. Claro que entonces eran pocos los que salían y no países enteros como ahora, sin que nadie, al parecer, pueda poner solución a esta sangría que amenaza con dejar vacío el Norte de Europa y algunos países del Golfo Pérsico, ejerciendo, ayer como hoy, una gran presión sobre un país que es europeo a medias, un lugar de tránsito hacia el viejo mundo: Turquía. Hibat y Fereshteh pasaron en él un año de sus vidas, aunque su objetivo final era ir a Francia, a donde acudieron finalmente los padres de la mujer. Kheiron narra con cierta desenvoltura y gracia el penoso tránsito por las montañas iraníes y turcas de la pareja que huía con el corazón partido.


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