Competencia desleal. Ettore Scola.






Ficha técnica:


Título original: Concorrenza Sleale.
País: Italia.
Año:2001.
Duración: 105 minutos.

Dirección: Ettore Scola.
Guión: Ettore Scola, Furio Scarpelli, Silvia Scola, Giacomo Scarpelli.
Casting: Jenny Tamburi,
Director de Fotografía: Franco Di Giacomo, A.I.C. Operador de la máquina: Roberto Marsigli.
Música: Armando Trovajoli.
Montaje: Raimondo Crociani.
Puesta en escena: Luciano Ricceri.
Regidor: Ezio Di Monte.
Toma de sonido directo: Andrea Petrucci (A.I.T.S), Conrado Volpicelli (A.I.T.S)


Diseño de Vestuario: Odette Nicoletti.
Maquillaje: Alexandro Bertolazzi.
Estilista de peulquería: Giorgio Capogrosso.

Organizador general: Giorgio Scotton.
Director de producción: Paolo Nigrelli.
Compañías: Medusa Motion Pictures, A.G.I.DI, MASS FILM SRL; FILMTEL (fRANCIA), en colaboración con  TELE +

Film Riconosciuto Di Interesse Culturale e Nazionale Dal Dipartimento Dello Spettacolo. La película ha obtenido la ayuda del Fond Eurimages del Consejo de Europa.


Intérpretes:


Diego Abantantuono:Umberto Melchiori,
Sergio Castellito: Leone DellaRocca,
Gerard Depardieu: Profesor Angelo,
Antonella Attili: Giuditta DellaRocca,
Claudio Bigagli: Inspector de policía,
Sandra Collodel: Criada DellaRocca,
Augusto Fornari: Zio Peppino,
Elio Germano: Paolo Melchiori,
Sabrina Impacciatore: Matilde,
Eliana Miglio: Mrs. Di Veroli,
Rolando Ravello: Ignazietto Paspinelli,
Gioia  Spaziani: Susanna DellaRocca,
Anita Zagaria: Margherita Melchiori,
Federico Bonavolonta': Cristina, criada de Melchiori,
Emanuelle Cerman
Giorgio Colangeli: Vnaio Boccioni,
Bruno Cariello
Mauro Cremonini
Romina de Cicco
Fausto Ennio Di Cesare
Ivonne Ekman
Paola Giannetti
Marina Giordana
Carlo Molfese
Giuliano Persico
Emanuelle Salce
Jean Claude Brialy: Nonno Mattia DellaRocca.
Claude Rich: Conde Treuberg.

Con los pequeños:

Simone Ascani_ Lele DellaRocca,
Walter Dragonetti: Petrucio Melchiori.
Roles en Imdb.





Sinopsis:


Umberto regenta una elegante sastrería que está perdiendo clientes en favor de su vecino judío Leone. Su rivalidad en el ámbito profesional es enorme y luchan por ser el vencedor. Sus familias son ridículamente parecidas



Comentario:


CREÍAMOS QUE ÍBAMOS A CAMBIAR EL MUNDO Y EL MUNDO NOS HA CAMBIADO A NOSOTROS. ETTORE SCOLA




La voz en off de un niño, Pietro, da entrada a la historia, acompañada de imágenes infantiles,que protagonizan él y su amigo Lele: "12 de febrero de 1938, decimosexto de la era fascista. Cuando papá tenía 20 años se mudó de Milán a Roma, donde abrió la tienda que tenemos, una antigua sastrería fundada por mi tatarabuelo, que se llamaba como yo Pietro Melchiori. Mientras que la tienda de Lele, el Sr. Leone, en realidad, sólo es una mercería que abrió hace dos años, desde que su propietario dejó la tienda de cortinas y rellenos de sus hermanos y se mudó, al lado de nuestra casa y nuestro comercio." Dos motivos irán acompañando al desarrollo de la trama y acentuando los acontecimientos decisivos: las manos del niño dibujando a los personajes de su entorno en un cuaderno, y un omelette, un vagabundo, que silba una canción que funciona a modo de leitmotif de la trágica situación de Italia, apoyándose en un cuadradito de plástico que produce un extraño sonido cuando el aire sale de su boca.

El papel de Gerard Depardieu es breve pero sustancioso. La voz de la conciencia (suponiendo que la tuviesen) de las masas enfervorecidas, que, como en 'La lengua de las mariposas', dirigida por José Luís Cuerda en 1999, basada en tres relatos cortos del libro de Manuel Rivas  ¿Qué me quieres, amor?, acosaban a los profesores, las víctimas más próximas y cercanas de una población enloquecida, que mandaba a los niños a los colegios con ideas tan bizarras como ésta: "La estirpe itálica de los antiguos romanos conquistó el imperio por voluntad del Duce de entonces. Como nosotros hoy con Mussolini, eran la envidia de todo el mundo", u esta otra: "Voltaire era un filosofucho vendido y analfabeto". Pero estas opiniones no pueden quedar reducidas a la condición de simple anécdota, ya que, no sólo en la Italia de 1939, sino en la Europa de 2016, muchos que se autodenominan pomposamente ciudadanos, no saben quién era Mussolini y mucho menos a quien se referían estos niños cuando hablaban de Voltaire  y lo describían como un miserable. Eran los hijos de una burguesía que había recibido una educación muy dudosamente asimilada.

Muchos de los que están acostumbrados a leer blogs de cine que incorporan las fichas técnicas, mucho más útiles de lo que parecen a primera vista, se sorprenderán de que Ettore Scola haya colocado al comienzo de su película una ficha, que en otros tiempos llamaban artística, con tanto actor principal y secundario, e incluso que nosotros la hayamos trasladado al blog (las fichas completas están a disposición del público en páginas como Imdb). Pero el asunto no carece de interés: el realizador italiano ha hecho protagonistas de su historia a las masas populares que apoyaron al fascio y se convirtieron en sus cómplices, y ha demostrado que este movimiento fue transversal: el dueño de la sastrería, un hombre de la clase media acomodada, cuyo hijo estudiaba arquitectura, tenía miedo de su propia dependienta. Todo empezó con normas en apariencia sin demasiada gravedad (aunque la tenían): expropiación de los aparatos de radio de los judíos, después expulsión de profesores, alumnos, abogados, periodistas y todo tipo de profesionales liberales, judíos o poco complacientes con el régimen. Más tarde llegaron los ghettos y el traslado de quienes eran acusados de judíos por sus vecinos, a campos de concentración al Norte de Italia.

Ettore Scola nació en 1916, y cuando se producen estos hechos probablemente tendría la misma edad que Pietro, el narrador, y su amigo y vecino, el hijo del judío, a los que separó la miseria de unas masas que buscaron un chivo expiatorio, y si no eran culpables hasta ese momento de lo que estaba aconteciendo, lo fueron desde que callaron ante semejantes atrocidades o colaboraron en las persecuciones. Marco Belocchio mostró en 'Vincere' (2009) al líder fascista italiano como un radical, laico y republicano, que abdujo a sus compatriotas con un discurso transversal, ni de izquierdas ni de derechas, y populista. Quien murió en enero de este mismo año, un viejo cineasta, tuvo el tiempo suficiente para vivir una guerra, una posguerra y un relanzamiento económico de su país, que mostró la cara de la vergüenza y el remordimiento en el universo de la cultura, desde el nacimiento del neorrealismo, en el que destacaron realizadores como Rosellini, Vittorio de Sicca, Marco Belocchio, Visconti o Scola, que asumieron  la denuncia de las víctimas de la sinrazón y su defensa, una actitud que poco a poco se fue suavizando y materializando en expresiones menos acusatorias, que desembocaron en lo que se llamó comedia all'italiana, un género cinematográfico que se extendió hasta finales de la década de los 80, cuya denominación parafraseaba al título de uno de los mayores éxitos del género, 'Divorcio a la italiana', de Pietro Germi (1961). Una buena muestra de que el fascismo y la guerra habían dejado su poso, una realidad que los cineastas combatían exhibiendo en la pantalla la grosería y el costumbrismo imperante que emanaban de la decadencia moral y ética del pueblo italiano.

Algún resquemor quedaba al viejo cineasta cuando en 2001 decidió señalar con el dedo, no a los políticos, que apenas tienen presencia en la película, sino a las masas que colaboraron con entusiasmo en la persecución primero y el genocidio después de los judíos y todos aquellos que, sin serlo, se agruparon bajo la misma etiqueta y a los que se aplicó de forma miserable el nombre de pietistas. Los más incompetentes y vagos encontraron su lugar entre los fascistas y disfrutaron hostigando a la población que carecía de una 'italianidad inequívoca', como el hermano de la mujer de Umberto Melchiorri. Un alemán, un relojero que trabaja en un pequeñísimo espacio y que no se toma en serio a los italianos, -sí a los alemanes-, correrá la misma suerte que si hubiera estado en su país.Un empleado al que el dueño de la sastrería contrata, harto de la sinrazón que lo rodea, cuando camina por la calle arrastrando un carro que contiene un colchón, es un ex-presidiario, era un joven que cuenta a los niños que estuvo en la cárcel por 'motivos políticos', por pegar al secretario del Partido Fascista que le había quitado la novia; fue un tiempo memorable para él, porque allí, en la cárcel de Civitavecchia, conoció a hombres muy respetables y valientes, gente 'con huevos': políticos, profesores, doctores, y no pudo aprender, más allá de conceptos generales, porque lo liberaron muy pronto. Una buena paradoja.La prensa se hizo tan culpable como los demás y afianzó en su posición a las masas, calificando las medidas antisemitas como oportunas y apropiadas, legales, nobles, patrióticas, heróicas, indefectibles. Se habla de culpa colectiva, pero supongo que se refieren, quienes lo hacen, a actitudes 'cobardes' de quienes no tuvieron la valentía de protestar, -algunos sí lo hicieron-, masivamente frente al Duce en la Plaza de Venecia, por miedo a dejar en la calle a sus familias desprotegidas. Esta es la posición que representa en el film el personaje que interpreta Depardieu, que pertenece al 'coro de los callados', como él mismo se autodefine.

No obstante, el relato de Scola, de un realismo a la antigua usanza, deja abierta una puerta a la esperanza: quienes eran competidores y disputaban constantemente por la defensa de sus negocios, uno de ellos judío, se unieron cuando los negros nubarrones comenzaron a cubrir el cielo de Italia. Muchos lo supieron ver, pero muchos más se sumaron con entusiasmo a la cacería del vecino, el amigo, el familiar...Umberto  era el pater familias que gozaba de la empatía y el cariño de su hermano, un profesor humanista que se manifestaba en contra de tanta irracionalidad, un hijo enamorado de una pianista judía, hija de su competidor, y un hijo amigo del pequeño de la casa estigmatizada. No sé por qué hizo Scola esta película a comienzos del siglo XXI, pero  no estuvo de más este recordatorio para unas masas, que,  tan solo seis años más tarde, emprenderían el mismo camino que  recorrieron sus predecesoras tras la crisis del 29, y de nuevo buscan refugio en los populismos, que señalan un culpable de su situación. Ahora son los políticos y los sindicalistas.



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