Synechdoque, New York, Charlie Kaufman










Ficha técnica, sinopsis, carteles, trailer . (Pinchad aquí)


Comentario:


Charlie Kaufman encuadra su película, un film de profunda reflexión existencial, valiéndose para este fin de un uso desplazado del lenguaje, que anuncia ya en el propio título, una historia que va de lo particular a lo general, de la experiencia personal y vital de su protagonista, Caden Cotard, interpretado por Philippe Seymour Hoffan y las personas que han tenido peso en su vida, entre mujeres, amantes, padres, hijos..., que se convierte en la imagen de 13 millones de personas que habitan  la ciudad de New York, y por extensión de todo el mundo. El realizador, guionista habitual de Spike Jonze, no pretende ser complaciente con el público, ni darle lecciones, aunque al final parece que se siente obligado a confeccionar un pequeño discurso, pronunciado por la voz en off de una joven (¿una de las hijas ya creciditas de Caden?) que nos recuerda, como el esclavo romano que acompañaba a los generales en su triunfo, que el hombre es mortal  que está de paso en este mundo. Consciente de que su película no es apta para las masas, ni para esa clase media que sólo busca en el cine divertimento, ni tan siquiera se ha doblado la película a la lengua de los diferentes países en que debía ser distribuida, sino que incluso  el DVD se ha comercializado en versión original.

Movido por el interés de situar  al espectador en una clima de reflexión profunda sobre la enfermedad, la brevedad de la vida, los desengaños, la muerte de los padres, y también de los hijos, enmarca la historia entre dos microdiscursos; el que da Comienzo al film mediante la voz en off de una niña que canta una canción sobre la muerte, la descomposición de los cuerpos y el festín de los gusanos que nos hiela el corazón y nos encoge el estómago. A la vez otra voz, procedente de la radio, profundiza en la oscuridad del discurso de la niña y nos anuncia desde la radio que es 22 de septiembre en Schenectady y que, como en todas partes, comienza el otoño, que una profesora de literatura recuerda a los oyentes que en la ficción literaria esta estación representa el principio del fin: "si el otoño fuera una vida, dice, el rosal ya no florecería y todo comenzaría a morir... Es un mes melancólico y, quizá por ello, bastante bello ".

Todo lo que hemos creado se queda aquí cuando nos vamos (los muertos no tienen bolsillos, dijo Iñali Gabilondo): nuestra casa, nuestros hijos, nuestra fortuna, nuestros libros y nuestra gloria, ya sea grande o pequeña se queda aquí, a disposición de otros. Sic transit gloria mundi, repite el curioso personaje de Max Fisher, que protagoniza el film de Wes Anderson en 'Academia Rushmore', y a las cosas inanimadas que nos acompañan durante toda nuestra existencia no les importa el cambio de dueño, sólo cada uno de nosotros siente la runa de todo lo que le rodea, un reflejo de la suya propia. Si el film pone este marco pesimista en su comienzo lo cierra con otro pronunciamiento más deprimente todavía, mientras deambula por escaleras, calles y escenarios desvencijados la triste figura de Pjilippe Seymour Hoffman: "Lo que una vez fue un emocionante y misterioso futuro ha quedado ya atrás. Vivido. Entendido. Decepcionante. Te das cuenta de que no eres especial. Has luchado tanto por existir y ahora te deslizas silenciosamente hacia la nada. Esa es la experiencia de todos.La de todos y cada uno. Los detalles apenas importan- Todos somos todos: tu eres Adele, Hazel, Claire, Olive, Ellen. Todas sus penas son tuyas, toda su soledad, su pelo gris y lacio, sus manos rojas y toscas. Todo tuyo. Ya es hora de que lo entiendas. Mientras pierdes todo y descubres que nadie te mira y nunca lo ha hecho, tú solo piensas en conducir. No de que vienes de un sitio y te diriges a otro, tan solo en conducir, viendo pasar el tiempo...hasta que ya no estas. "

Son muchas las interpretaciones de este film que en realidad es una reflexión sobre el acto creativo, un estudio metlingüístico de la concepción y creación del discurso, cómo expresar  las diferentes formas de hacer y vivir de persona a persona, que  pueden optar por hacer miniaturas, como Adele, o escenarios gigantescos como Caden, tan grandes como la ciudad de New York; ocupar portadas de revistas de actualidad o perder importantes becas para hacer nuestro trabajo, pero, al fin, todos significamos lo mismo en el devenir de la vida, todos enfermamos, todos morimos y todos perdemos de forma inexorable aquello por lo que hemos luchado. Cada uno de nosotros se desdoble en otro, el que sueña y el que observa. Kaufman es deudor de toda una tradición literaria y una producción de teoría en torno al discurso fílmico, muy difícil de asimilar por el profano. Aurelien Le Genissel se sitúa en otro nivel de reflexión y se plantea "¿qué es lo real? " Y es que ahí yace como transfondo idealizado e inabarcable el problema de la representación, la lucha posmoderna contra el mito platónico de la caverna y la sombra alargadísima de la mímesis (...) Hoy pocas ilusiones quedan y plasmar la caída del idealismo, de tanta pompa y grandilocuencia, solo tiende a provocar una sonrisa sarcástica o un amago de piedad."

Carlos Boyero reconoce el talento de Kauffman y le perdona sus altibajos, sus toques de lucidez y sus desvaríos, porque, al fin es un guionista con fuerza que ha decidido colocarse detrás de la cámara."Desde hace más de una década existen determinadas películas firmadas por directores variados y pertenecientes al cine independiente norteamericano que te incitan a conocer el nombre del guionista, ya que esas historias insólitas, imaginativas, retorcidas, líricas, delirantes y complejas llevan una transparente marca de fábrica, la sensación de que han salido del mismo cerebro, de que se las ha inventado la misma persona. Los cinéfilos, los profesionales y la industria saben quién es este hombre, pero sospecho que incluso los espectadores virginales y sin referencias se dan cuenta de la hermandad que existe entre esas historias, que tienen que haber salido del cerebro de ese exclusivo autor. Se llama Charlie Kaufman y era el guionista, entre otros títulos, de Cómo ser John Malkovich, El ladrón de orquídeas y Human nature, dirigidas por Spike Jonze y Michael Gondry."

Diego Lerer realiza un análisis muy acertado de este retorcido y difñicil filn desde Argentina: "Tan ambiciosa como angustiante, acaso una de las películas más tristes y depresivas jamás hecha, Todas las vidas... es un racconto de las experiencias de un hombre que, como él mismo dice, va "camino hacia la muerte aunque estoy, por el momento, vivo". Enfermedades, amores frustrados, separaciones, dolor, muertes y más muertes. El tiempo que se esfuma ("Mi mujer se fue hace una semana", dice. "Ya pasó un año", le contestan). No hay casi lugar para la luz en la vida de Caden, salvo aquella que perdió y no logra recuperar (...) Kaufman sigue siendo un fascinante creador de universos, capaz de intentar crear una "sinécdoque" (figura retórica que refiere a una parte que representa un todo; de allí viene el título original del filme) del mundo entero y de todas las preocupaciones humanas y, al no poder reducirlo, termina construyendo una vida dentro de otra, un simulacro que lo consume. A él y a Caden." 



 (1) El guionista que quiere dirigir. Diario 'El País, 24 de mayo de 2008.
 (2) El arte de sufrir. Clarin, 29 de abril de 2010.




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