La lista de Schindler. Steven Spielberg. Comentario.






Ficha técnica, sinopsis, cartel y trailer (Pinchad aquí)


Crítica:



Transcurridos veintitrés años desde la realización de esta obra maestra de Steven Spielberg, sólo cabe decir que era un homenaje que le debía a su pueblo, no el único, pero sí el más salvajemente torturado por el holocausto nazi. "La Lista de Schindler " es para mí mucho más que una película, confiesa Spielberg, porque supone un viaje profundo al corazón de un hombre único, además de al mío propio." Al hacer el film y documentarse sobre el personaje. comprendió que una persona, no un ejército, puede hacer que las cosas cambien, y los Supervivientes de la Historia Visual de la Fundación Shoah, han dejado múltiples testimonios de ello. Años más tarde, sintió la necesidad de cuestionar las agresiones del actual estado de Israel, y también lo hizo en Munich, lo que le valió grandes críticas de los judíos actuales. De este modo nos proporciona una mirada privilegiada sobre su pueblo, a través de dos grandes realizaciones cinematográficas. 

Tras una ceremonia religiosa judía, un fundido de la luz de una vela con el humo vertical de la chimenea de una locomotora nos traslada al marco geográfico y temporal de la tragedia; la luz y el color inicial dejan paso al blanco y negro, al reino de las sombras y los fantasmas de que se quejaba Maximo Gorki. En las más de tres horas que dura la proyección ya no volverá a utilizar el color hasta el fin de la guerra, con una excepción, que ha conseguido plenamente su objetivo: mientras Schindler contempla desde una colina, montado a caballo junto a una amazona, la matanza en el ghetto judío de 1943, sigue con la vista el deambular desorientado de una niña pequeña que viste un abrigo rojo y que luego veremos entre los montones de cadáveres que van a ser incinerados. De este modo logra fijar una terrible imagen en el subconsciente colectivo: el holocausto no perdonó ni a los niños más pequeños y desvalidos. 

La película, en contra de lo que se diga, no abunda en escenas de violencia física, y cuando se producen, casi siempre, son a vista de pájaro; cualquier film actual nos ofrece mucha mayor carnicería en primer plano. Pero sí se prodiga en escenas de gran crueldad psicológica, que evidencian hasta qué extremos de maldad pueden llegar algunos hombres y hasta que grados de control son capaces de someterse otros para evitar lo peor, en secuencias como la que protagoniza Amon Goeth (Ralph Fiennes) con la judía que introduce en su casa como sirvienta, el terror de las mujeres en Auschwitz, cuando creen que las están introduciendo en una cámara de gas o la lluvia de ceniza que cae sobre la ciudad, procedente de la incineración de diez mil cadáveres de judíos exhumados, entre los que Schindler ve el cadáver de la niñita del abrigo rojo. 

Es muy impactante el fotograma que muestra al empresario y al oficial nazi, Amon, dialogando entre las llamas del infierno que ha generado el sacrílego incendio, mientras las voces de los seres humanos que se incluyen en la lista, pronunciando uno a uno sus nombres golpean las conciencias; más tarde los actores secundarios que han participado en la representación se entremezclarán con los protagonistas reales de esta tremenda historia. Spielberg no idealiza en extremo al personaje del empresario, un corruptor de la clase política y militar del III Reich, que intentó aprovechar la esclavitud de tantos hombres, mujeres y niños que proporcionaba el régimen, felices con un poco de leche y pan, sintiéndose protegidos de la amenaza constante de la muerte. La convivencia con estas personas salvó a este miembro del partido nazi y le sirvió de catarsis y regeneración personal. Spielberg lo ha reivindicado para la historia. Pero lo que de verdad levanta el realizador norteamericano es un gran monumento al ser humano, a las víctimas de la crueldad y la avaricia, que todos, sea cual sea su clase o condición deben agradecer; la humanidad desconocía el genocidio que practicó el nacionalsocialismo con sus enemigos, no sólo judíos, pero después de que Georges Stevens desvelara al mundo la existencia de campos de exterminio como el de Dahau, ya no se podía seguir alegando ignorancia. El trauma que sufrió este cineasta fue tal que no pudo seguir haciendo comedias y creo unos estudios a los que llamó Liberty Films. 

Como ocurre siempre con Spielberg, John Williams es el encargado de dotar de emoción a sus películas. Liam Neeson, Ralph Fiennes y Ben Kiengsley, realizan su trabajo con el tono grave que exige una historia de este calado, acompañados constantemente de masas de extras que evocan las del expresionismo alemán de Fritz Lang en Metrópolis, o las de hombres, mujeres y niños tirando de la locomotora europea de Lars Von Trier. Son inaguantables las imágenes de los niños que suben cantando a los camiones que los llevan al exterminio. Pablo Kurt (Filmaffinity) recuerda que el cineasta usó su fama de director "comercial" para recordar a las generaciones que no vivieron la Segunda Guerra Mundial que tal barbaridad existió.




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