RockNRolla. Guy Ritchie.






Ficha técnica:

Título original: RockNRolla
País: Reino Unido.
Año: 2008.
Duración: 114 minutos

Dirección: Guy Ritchie.
Guión:Guy Ritchie.
Director de Fotografía: David Higgs.
Casting: Reg Poerscout-Edgerton
Música: Steve Isles; supervisor: Ian Neil. Editor: Derek Somaru.
Edición: James Herbert.
Coordinador de especialistas: Jim Dowdall,
Supervisor dirección artística: Andy Nicholson.
Decorador del set: Debbie Moles

Diseño de Vestuario: Suzie Harman.
Maquillaje y peluquería: Kirstin Chalmers.

Productores: Joel Silver, Susan Downey, Steve Clark-Hall Guy Ritchie.
Productores ejecutivos: Steve Richards, Navid McIlhargey.
Productores asociados: Lauren Meek, Martin Askew, Mickey De'Hara.
Productor manager: Mark Mostyn, 
Diseño de producción: Richard Bridgland.
Compañías: Warner Bross Pictures y Dark Castle Entertainment, asociados con Toff Guy Films.



Intérpretes: 


Gerard Butler: One Two/Uno Dos,
Tom Wilkinson: Lenny Cole,
Thandie Newton: Stella,
Mark Strong: Archy
Idris Elba: Numbles/ Murmullos,
Tom Hardy: Handsome Bob,
Karel Roden: Uri Omovich,
Toby Kebbell: Johnny Quid
Imi Mistry: Concejal,
Geoff Bell: Fred The Head,
Matt King: Cookie,
Jeremy Piven: Roman,
Chris Bridges: Mickey,
James Greene: Juez,



Sinopsis:

Este fin de semana , un periódico de tirada nacional lanza al mercado una película de Guy Ritchie, Lock, Stock and Two Smoking Barreks, y hemos decidido repasar algunas de sus películas.

"Yo poseo esta ciudad". Pero ser el rey del crimen de Londres es algo que le está costando caro al implacable gángster de la vieja escuela. Lenny Cole (Tom Wilkinson). Alguien más rico ha llegado con una estafa de una gran propiedad. Un timador de poca monta (gerard Butler) y su  equipo creen que pueden jugar a dos bandas y salir ganando con el negocio. Añadimos a una frívola contable, inteligente y sexy (Thandie Newton), a un roquero que se hace pasar por muerto para incrementar las ventas de sus discos, aspirantes a magnates musicales (Jeremy Piven y Chris Bridges), un cuadro perdido, varios millones de dólares, mucha acción y tenemos un verdadero rockNRolla.



Comentario:



Quizás exagero cuando pretendo trasladar la idea de que Guy Ritchie, un perpetuo dislexico, que tiene que afrontar su innata discrepancia entre  su potencial de aprendizaje y su particular forma  de trasladar sus percepciones, pone de los nervios a más de uno, como demuestra, por un lado la disparidad abismal, cada vez mayor, que separa a la crítica de su público ( Rotten Tomatoes da una diferencia de 20 puntos: 59 % de los que pretenden generar opinión, frente a un 71 % de los espectadores, cuya valoración dice algo sobre su disfrute de la película), y por otro la ira irracional que hace patente algún que otro crítico, como Manolah Dargis (The New York Times), que llega a perder los papeles cuando afirma que al igual que ocurre con la dirección, "la violencia no tiene pasión, ni empuje, ni sensación de realidad, ni siquiera un propósito fingido". Claro que sólo está expresando su opinión que se materializa en un disco rojo que significa que para ella el film de Ritchie merece un claro suspenso. Quiero matizar que la violencia en el film del británico es mucho menos explícita que en otros thrillers de acción.

El cineasta británico, que muchos recuerdan por el curioso papel que hizo representar a Brad Pitt en Snatch: cerdos y diamantes (2000), vuelve en 2008, el año en que cayó Lehman Brothers, AIG o Citygroup y otros bancos financieros de implantación mundial, dando el pistoletazo de salida a una crisis que ha hecho retroceder a la humanidad a niveles de miseria y desprotección del antiguo régimen , el vigente antes de la Revolución Francesa, para recordarnos el axioma de Honoré de Balzac, -el escritor que se arruinó por editar las obras completas de Molière y La Fontein -, de que detrás de cada gran fortuna hay un gran crimen. Los hijos de quienes se enfangaron acumulando una gran fortuna lo quieren todo (sexo, drogas, juego, mujeres, dolce vita...) es decir erigirse en 'RockNRolla', como el hijastro de Lenny Cole, un rockero que sabe que "no hay primavera sin invierno, ni vida sin muerte." La desaparición de Lenny ha supuesto una nueva estación para los pulmones del joven Johnny. " Adios Señor Sidney Shaw. Voy a ser un auténtico Rocknrolla". Con estas palabras pone fin a su ficción Guy Ritchie.

Es difícil clasificar el film del cineasta británico, en parte documental y con vocación didáctica en relación con su público, al que, apoyado en sus asesores, instruye en torno a las causas que nos han traído donde estamos, citando a sus auténticos responsables, como veremos, y demostrando que el papel desempeñado por los políticos es el de simples títeres en manos de las mafias de los grandes inversores y su coalición con los jueces, que deciden, en última instancia, quien entra en la cárcel y quién no. Este background está presentado con una poética que Artaud llamaría secrecional, productor de estados de ánimo no racionales y riesgos vitales, hasta desembocar, dicho de forma simple, en la proposición de una corporalidad escatológica, es decir, "el cuerpo que produce y expulsa secreciones no puede prescindir de la muerte de lo propio. La materia fecal expulsada es constitutiva de vida". De esta forma, el cuerpo que es abyecto se aproxima a lo grotesco al hacer visible ese otro cuerpo interno que al salir se descompone, molestando, incomodando la mirada, y haciendo evidente el principio de fecalidad y escatología que habita la vida. Julia Kristeva nos advierte de que "lo abyecto nos sitúa en una relación compleja con lo moral al exhibir la fragilidad de lo legal, perturbando el orden" (1). En resumidas cuentas, Ritchie nos advierte de que la pretérita 'Corte de los Milagros' no ha desaparecido, que permanece en pie con su rígida estructura jerárquica, simbolizando la podredumbre que late debajo del pretendido gentleman, el lujo y el glamour de la época de expansión y de persistencia de la quimera de que el desarrollo es sostenible y de que pronto se producirá la recuperación y podremos volver a los excesos de antes, haciéndonos olvidar que son unos pocos los que en realidad controlan 'la puerta trasera de la ciudad', aunque en los últimos tiempos les estén surgiendo peligrosos competidores.

Uno de sus guardias de corps advierte a los espectadores poco avezados e introducidos en el mundo de los negocios, cómo funciona ésto, como es posible que una propiedad cuyo valor se estimaba en 1.000.000 de libras pasa en poco tiempo a quintuplicar su precio (que no es lo mismo que su valor). ¿Cómo puede ocurrir ésto?  Por arte de birlibirloque y sirviéndose de argucias de las que todos hemos oído hablar, -atractivos fiscales para la inversión extranjera, licencias de construcción limitadas,  y alta rentabilidad en fondos de inversión libre (sólo para iniciados)-. Gracias a estos juegos Londres se convirtió en la capital financiera y cultural del mundo el mundo, vivió un boom, el valor de los inmuebles  experimentó un alza incontenible, los nativos lucharon por llevarse un trozo del pastel inmobiliario... Las consecuencias para los ciudadanos han sido nefastas, muchos han necesitado y siguen necesitando después de siete años abogados para rescatar sus ahorros o han padecido recortes en el estado del bienestar que afecta a su salud o la educación de sus hijos. Una situación  que se ha producido de forma generalizada y que cada país ha gestionado a su manera : España echa la culpa de todo a quien gobernaba cuando se descubrió la estafa, Guy Ritchie a empresarios y banqueros, que controlan a concejales, jueces y abogados,  en una secuencia muy especial, de la que más tarde hablaremos.

El guionista y director nos muestra la cara más abyecta y secrecional de este esplendor ficticio que vivió el sistema capitalista, desde que salió escaldado y sin aprender nada de la anterior crisis,  tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria de Japón y la subida del petróleo en la década de los 90, cuando finalizaba el siglo XX; los grandes capos vivían y viven como los antiguos reyes, adquieren obras de arte para sus mansiones, una de las cuales, que nunca vemos, se convierte en un mcguffin del relato de RockNRolla, mientras que Archy, la mano derecha de Len, es propietariode un cuadro de Whistley, de finales del siglo XIX, que representa a Beaufort Hunt, cuya presencia, colgado en las paredes de un hogar, revela que su dueño es un hombre culto, una percepción que nada tiene que ver con la realidad, ya que su propietario, que seguramente se había sentido atraído por el precio del mismo, era un auténtico ignorante, informado por un revendedor de cualquier tipo de entradas, Tormenta, que, al haberse criado en la calle, como los niños de Dickens, sabía de la vida y de los delincuentes de los diferentes rangos mucho más que los ladrones, jueces, abogados y policías.

En el siguiente escalón, (hacia abajo) el  Spelers, una exitosa casa del crimen en la que se reunían gángster de medio pelo y jugadores de baja estofa, en la que tenía su cuartel general una banda conocida como 'Grupo Salvaje', constituida por el Señor Uno Dos (Gerard Butler), el Señor Murmullos (Idris Elba) y Bob (Tom Hardy); de este modo el ladrón de guante blanco secreta un pús maligno, un matón de baja estofa, que retira la basura del señor y que, a su vez se sirve del escalón más bajo de todos, el de los roba-gallinas, de gran utilidad, al que nadie considera y ni siquiera mira, lo que le permite infiltrarse en cualquier parte y escuchar sin ser observado. Un sistema jerárquico perfecto y cohesionado a lo largo del tiempo, que ha cristalizado en una sociedad conservadora como la que representa  Ritchie, con su esplendor y sus heces, entre las que juega un papel importante el hijastro del jefe, la herencia de un matrimonio fallido, el rocknrolla que vive para hundir a su antiguo padrastro. Un yonki, Johnny Quid, un rockero lider de un grupo, The Quidlickers/'Los Chupalibras', dado frecuentemente por muerto, que renace de sus cenizas hasta lograr convertirse en el auténtico rockaNRolla, el que satisface todos sus deseos y no quiere prescindir de nada, ahora rehabilitado y renovado para conquistar de nuevo el mundo. La mejor metáfora de la película.

Este sistema tan bien orquestado, como la propia sociedad británica sobre la que Ritchie pone su lupa, tiene sus puntos de fuga, sus flancos débiles: las pasiones que obnubilan a los hombres por  una mujer u otro hombre y que arrastran a todos al desastre, en forma de Bob 'el guapo' o de contable atractiva e inteligente, y la irrupción de las nuevas mafias procedentes de los países del este, cuya fuerza reside en la disposición de un auténticos ejército de criminales de guerra, procedentes de los numerosos conflictos que están padeciendo estas zonas, especialmente la antigua URSS y su área de influencia, cuyos cuerpos constituyen un auténtico mapa de las guerras que han padecido, llenos de profundas cicatrices y que, a la vez, están capacitados para el uso de todo tipo de armas y de un temple preparado para las torturas más horrorosas. El contacto con el lujo europeo los debilita y los convierte en frecuentes víctimas del engaño. 

Dos secuencias llaman poderosamente la atención: la primera en la que se denuncia el sexismo de este universo constituido por machos, a través de la zozobra que ocasiona en UnoDos el conocimiento de que su compañero Bob es homosexual y está enamorado de él, y el tormento que supone para él las concesiones que le hace en vísperas de su ingreso en la cárcel. La otra es aquella en la que se denuncia la colaboración entre los gángsteres, los informadores, que reciben ciertos favores de los magistrados, en la que entre ambos colectivos amenazan a un individuo, al que quieren amedrantar para obtener beneficios, y posteriormente lo dejan en libertad por lo que estará eternamente agradecido a sus libertadores. El relato de cómo se realiza esta cooperación se produce mediante un cambio constante de narrador, unas veces nos habla el juez, otras el villano, que suele ser un pez gordo. No es difícil que estas imágenes hayan molestado mucho a estos sectores, que no querrán reconocerse en este espantoso diálogo, lo que se ha traducido en críticas adversas.

De este modo Guy Ritchie se mueve entre lo grotesco, lo cómico, lo execrable y lo didáctico, apoyado en un inmejorable elenco de actores que representan su papel sin histrionismos, con elegancia británica y que consiguen convencernos del lema de los monarcas ilustrados de 'que es preciso que todo cambie para que todo siga igual', que Giuseppe Tomasi di Lampedusa pone en boca del protagonista de su novela 'Il Gatopardo', el Príncipe de Salinas, ahora convertido en Johnny Quid. Un film atmosférico, rico en texturas cinematográfica con un subtexto que  nos traslada a los primeros momentos de la crisis que padecemos y que demuestra que, al menos los ingleses, lo tuvieron bastante claro desde el principio.


(1) Poéticas secrecionales. Los cuerpos abyectos en las performances de Rosemberg Sandoval. Ileana Diéguez



 

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