La ciudad de las estrellas. Damien Chazelle.



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Comentario:


Damien Chazelle, de origen francés,vuelve su mirada a la Nouvelle Vague. Jacques Demy en el centro.



Hay que partir del hecho de que una institución como la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA), no entrega 7 globos de oro, todos aquellos para lo que estaba nominado un film, por puro capricho; la segunda es que el trailer confunde a un público que cree que  se va a enfrentar a un musical al uso,cuando la película no es una cinta de bailes y canciones stricto sensu, sino que es un film ecléctico, que combina el drama romántico, la persecución de los sueños de hombres y mujeres que no se conforman con vegetar, que a su vez está muy influenciado por los musicales  que hicieron en su momento cineastas franceses como  Jacques Demy, un realizador de la Nouvelle Vague francesa, influenciado a su vez por los musicales que se hicieron en Hollywood en la década de los 40 y 50 del siglo XX, e incluso en épocas actuales, que incluye cameos de otras cuyos protagonistas tienen mucho que ver con Ryan Gosling y los que su protagonista representa en la ficción y fuera de ella, como 'Rebeldes sin causa', así como un homenaje a la ciudad de Los Ángeles', su Sunset Bulevard, protagonista de muchas historias y homenajes a los estudios de la Meca del cine de los que salieron grandes películas, superprroduccones que gozan de la veneración de amplios sectores de cinéfilos.

Luís Martínez habla en el mismo título del artículo que escribe para  el diario 'El País' de un musical 'schopenhaueriano, en el sentido de "devolver quizá al musical la gracia perdida de su sentido', de la posibilidad de acercarse  al deseo puro sin los inconenientes siempre cargantes y tristes de lo cierto, lo real, de desmontar certezas. Mas unas cosas son las que se dicen en la extradiégesis y otras las que se relatan en el texto fílmico, que nos muestra qué significa dedicarse a una profesión liberal relacionada con la creación, ya sea la música o la interpretación, un sentimiento sublime que puede llevarse por delante otros tan elevados como lo que define al hombre por lo que hace y que tiene mucho más que ver con las emociones que con la esencia del ser, como es el amor, que no se libra de valoraciones más prosaicas y acosos más incisivos, relacionadas con éstas.

Más explícito es José Manuel Cuellar Campoy, (ABC) que en el propio título habla de "bellas ilusiones entre duras realidades", aunque desvirtúa los sueños a los que todo hombre tiene derecho con calificaciones como ambiciones personales, necesidad de salir del hoyo, decepciones e imposibilidad del amor, que han tratado cineastas de todos los tiempos. Y es precisamente de eso de lo que no va el film de Damien Chazelle. algo que entiende cualquiera que ha tenido a un músico cerca. Sebastian es ese músico que sueña con vivir de aquello para lo que está dotado, no de aquello con lo que simplemente sueña, cuyas creaciones son muy vulnerables, -las primeras que sufrieron el asalto de la nueva era-; Mía quiere ser actriz, ocupar un lugar entre las estrellas hollywoodienses, muy difícil de alcanzar pero más fácil de mantener. En medio de ambos el amor y la posibilidad de compartir sus vidas compitiendo con actividades muy exigentes. Un mundo que no permite que los hombres y las mujeres dediquen su tiempo a actividades no productivas al servicio de las grandes, pequeñas y medianas empresas que fabrican cosas necesarias para la vida cotidiana o especulan simplemente con dinero, muy apreciadas por las clases medias siempre que proporcionen estabilidad al individuo. ¿Es esto cierto? ¿Es real? ¿Por qué hay que elegir entre vivir con quien quieres y hacer lo que deseas?

Pero no sólo las profesiones libres distancian a los hombres, como demuestra la bella historia que nos contó Jacques Demy en 'Los paraguas de Cherburgo', otro musical,  entre la bella e inocente Catherine Deneuve y un joven que soñaba con montar una gasolinera y a los que separa la Batalla de Argel. Demy radicaliza el discurso, que siempre es cantado y jamás hablado. La espectacular secuencia que abre el film evoca el comienzo de Las señoritas de Rochefort (1967), también de Demy, que muestra el desembarco de un grupo de bailarines norteamericanos, entre los que se encuentra George Chakiris (West Side Story)  y que incluye en su reparto al genial Gene Kelly. Mientras el film está producido por Summit, una compañía productora independiente, rinde un cálido homenaje a los viejos estudios de Hollywood con una película que, realizada en la ciudad de los Ángeles mira a la Francia de la Nouvelle Vague, poniendo en evidencia que cineastas europeos y norteamericanos se prestaron una admiración y respeto mutuo, se influenciaron unos a otros e incluso participaron en películas en uno y otro lado del Atlántico, como ocurrió con François Truffaut en 'Encuentros en la tercera fase' de Steven Spielberg.

Un film recomendable que ofrece más de lo que promete.




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