Al final de la escapada. Jean-Luc Godard.





Ficha técnica:


Título original: A bout de soufle.
País: Francia.
Año: 1960
Duración: 89 minutos.

Dirección: Jean-Luc Godard.
Guión: Jean-Luc Godard.
Casting:
Dirección de Fotografía: Raoul Coutard.
Música: Martial Solal.
Edición: Cécile Decugis.
Dirección artística: Clement Hurel.
Maquillaje: Phuong Maittret.

Productor: Georges de Beauregard.
Compañías: Les Films Impèria, Les Productions Georges de Beauregard, Société Nouvelle de Cinematographie.


Intérpretes:

Jean Seberg : Patricia Franchini,
Jean-Paul Belmondo : Michel Poiccard/Laszlo Kovacs,
Daniel Boulanger: Inspector de Policía Vital,
Henri-Jacques Huet :  Antonio Berrutti,
Roger Hanin : Carl Zubart,
Van Doude : Himself,
Claude Mansard :Claudius Mansard,
Liliane Dreyfus : Liliane / Minouche,
Michel Fabre : inspector de policía.


Sinopsis:


Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) es un ex-figurante de cine admirador de Bogart. Tras robar un coche en Marsella para ir a París, mata fortuitamente a un motorista de la policía. Sin remordimiento alguno por lo que acaba de hacer, prosigue el viaje. En París, tras robar dinero a una amiga, busca a Patricia (Jean Seberg), una joven burguesa americana, que aspira a ser escritora y vende el New York Herald Tribune por los Campos Elíseos; sueña también con matricularse en la Sorbona y escribir algún día en ese periódico. En Europa cree haber hallado la libertad que no conoció en América. Lo que Michel ignora es que la policía lo está buscando por la muerte del motorista.


Comentario:


Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) es un ex-figurante de cine admirador de Bogart que, tras robar un coche en Marsella, mata fortuitamente, y con un revólver que encuentra en la guantera, a un motorista de la policía camino de París. Allí, tras robar dinero a una amiga, va en busca de Patricia (Jean Seberg), una joven burguesa americana, sin ningún remordimiento por lo que ha ocurrido en la carretera. Patricia es una aspirante a escritora que vende el New York Herald Tribune por los Campos Elíseos. Espera escribir en el periódico y matricularse en la Sorbona. En Europa parece haber hallado una libertad que no existe en América. El arte y la leyenda de Jean-Luc Godard se resumen en «Al final de la escapada».

Entre la obra maestra y la película de culto, el filme, de cuyo estreno en Francia se cumplen cincuenta años, revolucionó el lenguaje cinematográfico. Hoy, con medio siglo de modernidad a sus espaldas, la cinta es un mito. ABC le dedica este fin de semana la portada con artículos de Gabriel Albiac, Juan Pedro Quiñonero y Guzmán Urreo. Seguimos los pasos de lo que fue el romance entre un delincuente y una estudiante americana que acaba denunciándole. Una cámara que ni espía ni sorprende a los personajes, simplemente los sigue en un montaje mercurial. Cortes rápidos, impredecibles. Rodada casi a ritmo de jazz. Ésta fue la fórmula que siguió Godard para crear un clásico. Hoy, a sus ochenta años, Godard sostiene que las campanas del cine redoblan a muerto.

La televisión, internet y las grabaciones caseras justifican el pesimismo. Ante ese declive, las preguntas son acuciantes pero las respuestas se hacen esperar. Y ahora que la fiesta parece haber terminado, el cineasta repite ideas que ya insinuó al filmar Week-End en 1967. A saber: el cine es un arte moribundo, y le espera el mismo museo que a la pintura renacentista o a la novela del XIX. Bien. Nada de esto impide que, allá por los sesenta, Godard celebrase una revolución creativa. «Trato de cambiar el mundo», llegó a decirle al crítico Gene Youngblood. Es propio de aquellos tiempos, tal y como se improvisó la Nouvelle Vague, que dicha rebelión empezase por simple amistad. Acostumbrado a pasarse muchas horas en la filmoteca, Godard dedica el año 1958 a dos actividades: escribir en Cahiers du Cinéma y rodar cortometrajes. En «Charlotte et son Jules» dirige a Jean-Paul Belmondo, y casi por las mismas fechas, filma «Une Histoire d’eau», en cuyo montaje incluye tomas descartadas por François Truffaut.




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