Hellraiser. Clive Barker.








Ficha técnica: 



Título original: Hellraiser.
Año: 1987
Duración: 90 minutos.
País: Reino Unido.

Dirección: Clive Barker
Guión: Clive Barker, basado en su novela The Helbund Hearth.
Casting: Sheila Trezise.
Director de Fotografía: Robin Vidgeon.
Música: Christopher Young
Edición: Richard Marden.
Director artístico: Jocelyn James.

Diseño de Vestuario: Joanna Johnston.
Diseño de Vestuario de los cenobitas: Jane Wildgoose.
Maquillaje: Sally Sutton.
Diseño de maquillaje de efectos especiales: Bob Keen.

Productor: Christopher Figg.
Productor asociado: Selwyn Roberts.
Productores ejecutivos: David Saunders, Christopher Webster, Mark Aemstrng.
Diseño de producción: Mike Buchanan.
Compañías Productora:  New World Pictures, asociado con Cinemarque Entertainment BV / Film Futures Production / Rivdel Films


Intérpretes:


Andrew Robinson: Larry,
Clare Higgins: Julia,
Ashley Laurence: Kirsty,
Sean Chapman: Frank,
Robert Hines: Steve.
Oliver Smith: Monstruo de Frank
Robert Hines: Steve.


Sinopsis:


Frank Cotton. un hombre joven, violento y ambicioso de experiencias personales adquiere una caja china procedente de un bazar oriental y dotada de poderes. Según antiguas leyendas es una puerta de entrada a seres de otras dimensiones. Cotton convoca a estas criaturas procedentes de un infierno fantástico, pero estas solo le infringirán tormentos hasta acabar con él.



Comentario:

RELACIONES MÁS QUE TÓXICAS


Clive Barker realiza un filmHellraiser ,  una metáfora sobre el mal amor, en este caso tóxico, que despierta la pasión de una mujer por el hermano del hombre con el que que se va a casar, después de ver unas fotografías, en las que éste, Frank, práctica el sexo, más o menos explícito, con diferentes mujeres; un film para los amantes de pasiones fuertes y dotados de un buen estómago. Este clásico de terror, dio lugar a la saga más larga de la historia del cine. El deseo sexual extremo, de tendencia sadomasoquista, representado por los clavos en la cabeza de los cenobitas, y el castigo de los pecados de la carne predicado por las antiguas órdenes religiosas da origen a la difusión de imágenes híbridas de lo lúbrico y lo sagrado, el sexo y la religión, de la manera más icónica, explícita y evidente, desde la aparición del monstruo que emerge de forma fálica en un mar de plasma.

Tiempo atrás Frank Cotton  había adquirido una caja china en un mercado oriental que le abrió las puertas a dimensiones sensoriales inimaginables, pero el artefacto le proporcionó más dolor que placer, llegando incluso a acabar con su vida, Cuando veinte años después su hermano se instala en su casa con su nueva esposa Julia (Clare Higgins), la sangre de una herida producida al azar despierta el alma en pena que enciende la pasión en la esposa con imágenes de placer sexual. El mal se extiende y alcanza a toda la familia que se verá involucrada en una serie de crímenes y sangre en un contexto repulsivo habitado por las ratas

La forma en que la religión y las supersticiones se cruzan en el camino de una mujer inclinada a satisfacer sus deseos a cualquier precio, adopta la forma característica del género de terror que se manifiesta en la manera convencional en la que Dios castiga los pecados de la carne en este tipo de producciones.  Estas combinaciones atávicas de los excesos de la carne con los castigos corporales, no sólo en la tierra, sino en el infierno, de almas en pena y de la necesidad de los muertos vivientes de seres vivos para sobrevivir han dado pie a muchos relatos de ficción. La originalidad de Hellraiser radica en que su tejido corporal se reconstruye con la sangre de sus víctimas, pero los cenobitas no están dispuestos a perdonarle. Fue en su momento una apuesta valiente del escritor/director en el develamiento de los monstruos que genera una mala conciencia alimentada durante siglos. Son muchos los filmes del género que se asientan sobre estas bases, pero pocos de manera tan explícita.

Julia colabora en la reconstrucción de un monstruo, de un hombre hecho a su medida con retazos de muchos otros, ansiando abrir puertas a nuevos placeres, en los que se combina el dolor con la pasión, que acaba convirtiendo en víctimas a los protagonistas del deseo, que tiene unos límites impuestos por los cenobitas o exploradores de los límites de los sentidos.






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