Hasta el último hombre. Mel Gibson.




Ficha técnica, sinopsis, críticas, fotografías y trailer. (Pinchad aquí)


Comentario:


El film, que ahora ofrece en vídeo un periódico español, condicionando su precio en el mercado, comienza con una oración sobreimpresa en unas imágenes digitales, que ganan la verdadera batalla que se libra en estos momentos contra la sociedad analógica, muy retocadas por los sistemas informáticos actuales. Tras estas imágenes un paisaje nebuloso nos indica que nos hemos trasladado a las montañas de Blue Ridge, Virginia, dieciséis años antes, un lugar en el que se produce un hecho que condiciona por entero la vida de Desmond, interpretado por Darcy Bryce. De Blue Ridge los jóvenes darán un salto mortal a Hacksaw Ridge, un infierno que no cabe en sus mentes juveniles, insufladas de patriotismo; según narra el joven Doss, más de uno se suicidó al ser rechazado por los reclutadores.

Mel Gibson plantea la cuestión de la objeción de conciencia, en principio y por muy religios que sea (el protagonista profesa la fe de los hebreos), como un enfrentamiento entre la cobardía y el coraje o la valentía, y en último extremo como una cuestión de orgullo que nada tiene que ver con los principios de un hombre decente. Tras el consejo de guerra, que el objetor Doss gana gracias a su padre, un veterano condecorado de la Gran Guerra, una nueva elipsis traslada el escenario de la acción a Okinawa en 1945, y, entre los soldados figura el joven Doss, que va a entrar en combate sin haber tocado jamás un arma, y después de salvar una serie de proclamaciones de principios muy maniqueos. Sin embargo, a medida que avanza el film Mel Gibson hace muy visible la carnicería que en  realidad es la guerra, especialmente en una secuencia en la que la columna de soldados que avanza hacia Hakssaw Ridge se cruza con unos siniestros camiones que transportan los cadáveres de los jóvenes que los precedieron en la lucha en la montaña, unas imágenes que evocan las de Sidney Pollack en 'Habana', (1990), cuando el personaje que interpreta Robert Redford se cruza con un camión con parecida carga.

Las escenas de la batalla son de la crudeza a que nos tienen acostumbrados Mel Gibson, con alguna que otra de dudosa oportunidad ya que puede ser interpretada por más de uno como un gag de gran vis cómica. El teatro de operaciones, mil veces repetido, el de montañas horadadas que albergan sólidos búnkeres desde los que los japoneses freían a sus enemigos, apenas dejan ver los denodados esfuerzos de Doss para salvar a sus compañeros. Como dijimos cuando se estrenó el film a finales de 2016 La película fue muy bien acogida, tanto por la prensa como por el público norteamericano, ( el Tomatometer de 'Rotten Tomatoes' daba un índice de aceptación de la prensa del 85%,  y del 95% del público), lo que es una buena noticia para los fans del género bélico y una manifestación más a favor de la humanidad y en contra de las guerras y el espíritu que las alimenta. Aunque muy relativa, ya que muchos espectadores exigen sangre en primer plano, sin la cual el género bélico deja de serlo.

En España, la crítica reaccionó  también favorablemente, con la excepción de Luís Martínez del diario 'El Mundo' y Quim Casas, que escribe para 'El Periódico'. El primero sostiene que :" Así, 10 años después de Apocalypto y tras unos cuantos tropiezos con la alfombra de algún que otro bar, está ahí Mel de nuevo. Y lo está cómo sólo él sabe: en actitud tan heterodoxa como explosiva. Hacksaw Ridge, (La creta de Hakshaw) así se titula, es básicamente eso: una película pensada para detonar en las retinas. Tosca, elemental y, llegado el caso, hasta ofensiva, se mueve por la pantalla como un simple alarido, un animal herido. Básicamente Gibson trata de transformar los accidentes de una vida ajena en la más encendida alegoría de quién sabe si de su propia existencia."

Quim Casas realiza un pequeño esfuerzo de seguimiento de la obra del particular cineasta australiano que ignoramos hasta qué punto será un ejercicio huero o una ayuda para sus lectores: " Regresa el Homero atávico del cine estadounidense. Con la excepción de su primer filme tras la cámara, 'El hombre sin rostro', un drama sobre la relación entre un adolescente y un profesor con la cara desfigurada, todo el cine dirigido por Mel Gibson gira alrededor de la barbarie, los impulsos primitivos o la violencia casi como acto de fe. Así lo demuestran 'Braveheart', 'La Pasión de Cristo' y 'Apocalypto', y así sigue siendo en 'Hasta el último hombre'." Este planteamiento es demasiado general y queda reducido a las secuencias bélicas, innecesariamente exageradas, que hacen explotar los cuerpos de soldados jóvenes en primer plano, ya sea como objetivo de los francotiradores de la montaña, o de los cañones de los buques de guerra. La mayor parte del metraje la consume en el enfrentamiento entre la máquina de guerra del estado y el humanismo -pacifista, y no lo hace con especial brillantez.

La batalla que se libró en las montañas en Okinawa, donde los enfrentamientos cuerpo a cuerpo ocasionaron gran número de muertos, es el contexto histórico elegido, en el que se  explica la curiosa forma de Doss de hacer lazos con las cuerdas. Unos hechos que Gibson no tiene la más mínima intención de someter a cualquier tipo de elipsis, por muy moderada que sea. Andrew Garfield parece que está siendo arrinconado a este tipo de papeles en los que o bien los demás ya sean soldados o jesuitas (Silencio de Martin Scorsese, 2016), no hacen su labor o la hacen con pocas ganas; los arreos del soldado que representa en la película de Gibson, no sólo ensalzan con exageración el individualismo americano, sino que dejan en muy mal lugar a los colegas médicos de Doss, que, al parecer, abandonan a los heridos en los campos de batalla. Es tal la brutalidad y tan largas las secuencias que la protagonizan que, al final, la historia ha perdido todo su interés, si es que, en realidad, tiene alguno. No sabemos exactamente qué nos quieren transmitir los guionistas, Robert Schenkkan y Andrew Knight.  y el  realizador,  Mel Gibson, que convierte a  su hijo en un personaje secundario del relato.




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