Los últimos días del Edén. John McTiernan,




Ficha técnica:


Título original: The Last Days of Eden.
País: Estados Unidos.
Año: 1992.
Duración: 107 minutos.

Dirección: John McTiernan.
Guión: Tom Schulman y Sally Robinson, basado en una historia de Tom Schulman.
Casting: Bonnie Timmermann
Dirección de Fotografía: Donald McAlpine, A.S.C.
Música: Jerry Goldsmith,
Edición: Michael R.Miller.
Directores artísticos: Don Diers, Jesús Buenrostro. Marsili Storchi (Brazilian Indian)
Decorador del set: Enrique Estevez.
Coordinador de especialistas: Fred Vaugh y Rafael Valdez.
Coreografía Brazilian Indian: Maria Fatima Toledo.

Diseño de Vestuario: Marilyn Vance-Straker; Rita Murtimho (Brazilian Indian)
Maquillaje: Raul Sarmiento.Jacque Monteiro (Brazilian Indian)
Peluquería: Bertha Chiu.

Productores: Andrew G.Vajna, Donna Dubrow.
Productor ejecutivo. Sean Connery
Diseño de producción: John Krenz Reinhart, Jr.

Intérpretes:


Sean Connery: Doctor Robert Campbell.
Lorraine Bracco: Doctora Rae Crane,
Joe Wilker: Dr. Miguel  Ornega,
Rodolfo de Alexndre: Tanaki,
Francisco Tsirene Tsere Rereme: Jahausa,
Elias Monteiro Da Silva: Palala,
Edinei Maria Serrio Dos Santos: Kalana,
Bec-Kana-Re Dos Santos Kaiapo_ Imana,
Angelo Barra Moreira: el curandero de la selva,
José Lavat: hombre del gobierno.

Sinopsis:


En lo más profundo de la selva tropical, en un solitario valle de gigantescos y viejos árboles, entre la espesura de millones de arbustos donde habitan  exóticos pájaros y animales, se halla la Sierra de Mopalapal. Allí es donde vive desde hace años Robert Campbell, un hombre solitario al que los nativos adoran.

Ajeno a la civilización, sus únicos contactos son una importante carretera que está robando espacio a la selva para poder ser llevada a cabo, y una ruda y atractiva mujer, Rue Crane . Juntos lucharán con los nativos para defenderse de la agresión del hombre blanco.


Comentario:


Resulta paradójico hoy que, en su momento, Fernando Morales se lamentara de que esta película, que dirige John McTierman fuera una supreproducción comercial, si bien, a la par, afirmaba que era uno de los filmes más conseguidos del realizador, una entretenida aventura selvática con sus dosis de ecología, aventura y amores y una banda sonora de lujo. Pero en realidad es el epitome de todos los elementos que conforman un espíritu naïf, que idealiza la naturaleza y  a los indígenas que habitan en los claros del bosque, que deambulan todavía desnudos, cargados de inocencia, adobados con un toque aquí y allí de sexismo que legitima la rotunda presencia de Sean Connery y que ha acabado por hacer daño a mujeres que no se parecen a la Doctora Crane, ni física, ni psíquica ni intelectualmente. Una mujer que acabará enamorándose de sexagenario doctor que ha descubierto él solito el remedio contra el cáncer, pero tiene problemas para fabricar el suero. Es posible que, en efecto, 'Los últimos días del Edén' sea uno de los títulos más conseguidos del cineasta, pero no por lo que parece decir, sino por lo que en realidad narran unas imágenes destructivas, corrosivas, caústicas, que  ridiculizaban una buena parte del cine fantástico y de aventuras de la época, que nos permite decir, aquí sí, que concluye con un final más que previsible.

El Doctor Robert Campbell, interpretado por Sean Connery, deslizándose por medio de cables a través de la selva artificial, mucho más cerca de la civilización de lo que aparenta, que  dejan entrever los trucos utilizados, representa, hoy, un protagonista idóneo para románticos y nostálgicos, pero también para los escépticos de ciertos relatos que idealizan la pobreza y la asocian con la inocencia. Con los personajes de McTierman entramos en un universo poblado de unos seres genuinos que, al ser imitados en la vida real, desembocan con frecuencia en relaciones tóxicas con roles fijados de antemano: él dotado de una inteligencia muy superior, ella algunos años más joven, lo que la coloca en una posición de ventaja como reclamo sexual, y que van a establecer entre ellos una dura competición emocional que fomenta el amor romántico, del que es difícil salir. Esta es la gran contradicción del mundo moderno, incapaz de conseguir que las relaciones entre las personas, constituyan una pareja o pertenezcan a grupos diferentes, se establezcan en un nivel de igualdad. Los dos doctores se sienten como dioses en medio de unos nativos que los contemplan como a tales, refugiados detrás de sus ropas, calzados con botas y cubiertos los pies con calcetines; ni el hombre ni la mujer blancos se muestran jamás desnudos, y no respetan la norma, algo mal visto en otro contexto, de 'donde fueres haz lo que vieres'. Si se quitan la ropa se despojan de su superioridad.




Fotograma muy explicativo


En dos ocasiones más las imágenes rozan nuestra sensibilidad: cuando la mujer llega a su destino y en el trayecto sufre la incomodidad de la lluvia abundante que empapa sus ropas, agua de la que disfruta el barquero, desprovisto de prejuicios y de indumentaria. La otra se produce cuando la doctora se baña desnuda en el río y le incomoda la presencia de unos niños jugando a su alrededor, que no dan importancia a su ausencia de ropa.

La idea de que un médico solo, en medio de la selva, pueda curar un cáncer con un simple suero no es nostálgica, es bizarra, como  bizarra es la lucha, con connotaciones sexuales, entre ambos médicos, a los que les une un sentimiento de identidad malsano;  a diferencia de los nacidos en el lugar, ambos todavía no han desacralizado los paisajes que les producen una fascinación continua como la que afecta a los turistas. Ni que decir tiene que la mayor parte de los gags están relacionados con la torpeza de la doctora Crane para desenvolverse en unos lugares por los que Connery  se mueve como un trapecista,  atado a cables que se sujetan con arneses y no con lianas como Tarzán, el verdadero rey de la selva. Unas situaciones que dan lugar a secuencias más ridículas que cómicas . El enfrentamiento entre el médico y el hechicero es antológico.

La llegada de los bulldozers arrasa la selva construyendo carreteras, y con los árboles arrancan las plantas con las que el doctor produce el suero que cura el cáncer; no es cierto que este puñado de personas desnudas se enfrenten  a las máquinas que se suponen que llevan el desarrollo, pero que en realidad destruyen la Arcadia feliz, un lugar en la que no hace falta ni ropa, ni casas, ni coches ni cualquier otro objeto de la sociedad de consumo de la que ya nadie habla porque se ha implantado definitivamente (ahora de low cost para las masas), con la condición de que el individuo no sea blanco. Con una mala pata digna de mención, en la que no parece que haga falta un preámbulo explicativo, se representa la acción de  los sicarios de los constructores, que apalean al médico y destruyen todo su trabajo, junto con el poblado y las hormigas que curan la enfermedad más grave de nuestro tiempo. Un galeno que lo hemos visto contemporizando con los indios, pero que vive, trabaja y duerme en su carpa, bebe con los nativos pero no se desnuda con ellos, y por si faltara poco, el destino le tiene reservado una mujer blanca, joven, guapa y con una formación intelectual similar a la suya; ella será la que descubra que son las hormigas que se infiltran en el azúcar las que curan el cáncer con una simple inyección. La verdad es que el film reúne todos los requisitos para divertir y entretener.



 

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