Su mejor historia, Crítica.



UNA HISTORIA DE AMOR IMPOSIBILITADA POR LA GUERRA


HECHA POR MUJERES



Ficha técnica, sinopsis, críticas, cartel y trailer. (Pinchad aquí)


Crítica:


Jenaro Talens, quien se encargó hace ya bastantes años de formarnos en el nuevo lenguaje cinematográfico, que se extendía poco a poco hasta convertirse en dominante frente a la lengua escrita en papel, advirtió a sus alumnos universitarios de que no habría una nueva teoría fílmica femenina, ni se harían películas que se posicionaran a favor de la igualdad de sexos,  hasta que no se pusieran al frente de su realización las propias mujeres. Ahora nos llega 'Su mejor historia' (una interpretación libre y confusa del título, 'Su mejor' o 'Lo mejor de ella', que conduce al espectador a dónde le interesa al que traduce ¿Cuál es la mejor historia de la protagonista, la que escribe o la que vive?), dirigida por Lone Scherfig, una cineasta danesa que formó parte del grupo 'Dogma 95', junto a Susanne Bier, Lars Von Trier y Thomas Vinterberg, y levanta ampollas porque cuestiona dos principios aparentemente muy bien asentados en la teoría: Qué son las masas y quién es, en verdad feminista. A la salida del cine, en una sesión en la que , -esto ya empieza a ser cotidiano -, predominan las mujeres (el único hombre que había en la sala, la abandonó a los diez minutos) -, los comentarios no eran demasiado halagüeños para la cineasta por parte de un público tan sexista como el masculino y en el que pesa más la inercia que la razón.



Gaby Chiappe

Lone, apoyada en su guionista, Gaby Ciappe, que se  ha basado en la novela de Lissa Evans, han creado un equipo de mujeres que ha desarrollado una historia tratada de forma convencional, con poco espacio para la emoción spilberguiana (perdón por el palabro creado para la ocasión), con un discurso contenido y moderado, en ocasiones tan incisivo y penetrante que ralentiza el discurso y lo priva del encanto femenino que buscan muchas mujeres de las que llenan las salas, que constituyen las masas de que hablan los críticos (se ve pocos grupos de mujeres trabajadoras),y que se identifican más con el discurso masculino de Woody Allen en 'La rosa púrpura de El Cairo', que, si bien no ofrece un happy end al uso, si concede un espacio para la esperanza. No obstante la protagonista de estas mujeres adopta la misma actitud que la del neoyorquino director de Manhattan, y se vuelve a ilusionar viendo su propia película.

¿Qué pecados ha cometido este equipo, capitaneado por Lone Scherfig? Dos capitales: crear y caracterizar a una protagonista, interpretada por una actriz, Gemma Arterton, nada fea, pero privada de lo que los americanos llaman tobelookdatnees, que se ha traducido al castellano, por las creadoras de un discurso fílmico femenino, como 'sermiradaidad', que no representa, como en el cine hecho por hombres, el leitmotif del espectáculo erótico que se desarrolla en la pantalla. Una chica que debe verbalizar que su primer amante, un pintor herido en la Guerra de España, era más mayor que ella cuando iniciaron la relación, algo no obvio visualmente. Una mujer que no se erige en el paradigma del objeto erótico de los personajes de la historia que se desarrolla en la pantalla y del espectador en la sala, con cuya asimilación sueñan muchas chicas hoy día, un hecho del que es fiel reflejo una plataforma como Instagram, con el objetivo de convertirse en la showgirl que les permita, según Laura Mulvey, la unificación de las dos miradas (la de quien mira a la mujer y  su imagen reproducida en el celuloide), sin ruptura aparente de la diégesis, y sin un impacto sexual  que las sitúe en un no man's land fuera de su espacio y tiempo. Gema Arterton no hace ostentación de los atractivos sexuales de su condición femenina: ni lencería sugestiva, ni altos tacones, medias con ligueros, o joyas y brillantes que favorezcan la pulsión escópica y el voyeurismo de personajes en la pantalla y espectadores en la sala.

En segundo lugar, ha negado a estas mujeres conservadoras un final feliz, en el que esté presente el hombre, dejándolas huérfanas de un tipo de cine, que ya escasea, frente a géneros masculinistas, como la ciencia-ficción y el terror, en los que va tomando fuerza la figura de la action woman, o un cine realizado por mujeres que no las representan. Las más jóvenes, no plenamente concienciadas, se dirigen hacia el cine indie, que reproduce las culpas y defectos de quienes les precedieron, camuflados con vinilos y decoración vintage, pero más de lo mismo, o hacia el cine de los márgenes, como lo define Luís E.Parés, el que se desarrolla en países del tercer mundo, permitiendo a estas féminas erigirse en defensoras de mujeres que están objetivamente peor que ellas, con un espíritu, cercano en muchos casos, al de las ONGs. Esfuerzo como los de Lone Scherfig se quedan en tierra de nadie: demasiado conservadores para quienes o sólo buscan un cine sobre mujeres, hecho por mujeres, y demasiado desdorado de todo romanticismo para quienes perdonan a un hombre como Rainer Werner Fassbinder que les arrebate un happy end y mate al marido de Eva Braum antes de consumar un matrimonio que, a causa de la guerra, solo ha sido aparente, en uno de los finales más tristes de la historia del cine, emulado años más tarde por Alfonso Arau en 'Como agua para chocolate' (1992),  pero no están dispuestos a perdonárselo a este grupo de mujeres danesas.

El film, muy interesante, narra la entrada de una chica, que busca humildemente trabajo como secretaria , en un equipo de  dos guionistas más, que califican sus aportaciones de 'monsergas' o diálogos femeninos. Es muy interesante ver la intromisión del poder en el trabajo del grupo, eliminando todo aquello que pueda molestar, aunque sea mínimamente, el espíritu patriótico de un pueblo que necesita ganar una guerra. Un metadiscurso  que puede orientarnos a la hora de seguir el esfuerzo que han realizado Lone y su guionista, que libres de trabas, no han querido ser complacientes con un público que, superados los sesenta años  en su mayoría, han oído campanas sobre la igualdad de sexos, en especial relacionadas con la violencia machista, pero entienden bien poco de qué va esto, que parece concernir a un reducido grupo de mujeres ilustradas. Se echa de menos la presencia masiva de hombres preocupados por ver cómo se desarrolla un discurso que precede a una sociedad en la que el sexo será indistinguible, cuando cualquiera se ponga a escribir en un ordenador y elija para ser identificado por sus lectores un nombre tradicionalmente masculino o femenino, un nuevo tiempo del que alerta Donna Haraway en su 'Manifiesto cyborg' (1983), en el que, por medio de la ironía, busca una alternativa al esencialismo feminista. ¿Sabe alguien si el o la que escribe es hombre o mujer?

Yo soy mujer y me entusiasman los géneros de ciencia-ficción y terror, construidos con los mejores discursos para representar de forma poética ciertas realidades y contemplar el mundo que nos circunda. Lamento que los hombres se abstengan mayoritariamente de acudir a una cita con estas mujeres, aunque al fin sea para crucificarlas. No hay publicidad mala, recordaba Scorsese en 'El lobo de Wall Street'. y, en resumidas cuentas, lo que mata es la indiferencia. El esfuerzo de la directora de 'An Education', más sutil y poético en esta ocasión,  nos enseña a cómo dramatizar y profundizar en los personajes, y debe ser recompensado. Es mejor que un partido de fútbol. Seguro.





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