Empire of the Sharks. Mark Atkins.







CINE DE ENTRETENIMIENTO DE BAJO PRESUPUESTO, EL COLMO DE CIERTOS SECTORES DE LA CRÍTICA. LOS ESCUALOS NO SON PODUCTO DE NUESTRA IMAGINACIÓN, SON REALES. 


Ficha técnica:


Título original: Empire of the Sharks.
País: Estados Unidos.
Año: 2017
Duración: 85 minutos.

Dirección: Mark Atkins.
Guión: Mark Atkins.
Casting: Erica Steele.
Dirección de Fotografía: Mark Atkins.
Música: Heather Schmidt.
Supervisor efectos visuales: Scott D.Wheeler.
Edición: Marq Morrison & Mark Atkins.
Director artístico: Ray Wahl.

Diseño de Vestuario: Mary-Sue Morris.
Maquillaje: Madeleine Botha.

Productor: David Michael Latt.
Productor ejectuvido: David Rimawi.
Productor asociado: David L. Garber.
Productor en línea: Arika Steele.
Diseño de producción: Sean Brebnor.
Compañías:  SYFY Original, The Asilum Pictures.

Intérpretes:


John Savage: Ian Fien,
Jack Armstrong: Timor,
Tahndi Sebe: Sion,
Leandie du Randt Bosch: Nimue,
Ashley de Lange: Willow,
Taurq Jenkins: Edgarm
Tapiwa Musvosvi: Toby,
Camila Waldman: Capitán Ann Aldrin,
Jonathan Pienaar: Mason Scrim,
Joe Vaz: Jasper,
Sandi Schultz: Sarah,
...

Sinopsis:


En un futuro próximo practicamente la totalidad de la superficie terrestre se encuentra bajo el mar. Allí habita un señor de la guerra que controla un ejército de tiburones que amenaza el futuro de la humanidad.


Comentario:



Cada uno se monta el rollo como quiere, y la 'peña' está por hacérselo con tiburones que giran alrededor de chicas estupendas, que, a pesar de las apariencias, son menos dañinos que otros demonios que albergamos en nuestras cabecitas, y que alumbran películas como 'La torre oscura', que no hay dios que la entienda, ni aún poníéndole mucha voluntad; Ron Howard se debe haber contaminado de tanto código secreto. Aquí las cosas son muchos más simples y divertidas: escualos de una, dos, tres y hasta cinco cabezas (una en la cola, ¡oye!), zombies, astronautas, y ahora formando ejércitos a disposición del señor de la guerra y rey de los mares, el sueño de cualquier adolescente, incluso de las nenas cuando juegan a saltar a la cuerda.

Como siempre la crítica guarda silencio y se equivoca, porque ante sus narices está surgiendo un auténtico subgénero que a costa del enorme  esfuerzo de quienes  lo impulsan por alcanzar lo absurdo y lo bizarro lo están logrando de tal manera que sus productos se  están convirtiendo en películas de culto, que las cadenas de pago exhiben gratis por un tiempo limitado. Son el colmo para quienes creen que al cine solo va uno a distraerse y dependerá de lo acertado o desacertado de su ejecución para que el producto sea clasificado de una forma u otra. Que los efectos especiales sean baratos no importa, porque eso es lo que mola, que uno demuestre lo que puede hacer con 0 euros o -0 dólares.

Lo malo es cuando la tiburonitis se le sube a la cabeza al propio director y cree que puede hacer algo un poco más serio: la lucha por la producción de agua dulce, porque el mar lo invade todo. Se hace una banda sonora con ambición de emular a los grandes peplums y se lanza al ridículo más espantoso, que, incluso impide el ingenioso juego, inventado por los espectadores, que consiste en tomarse un chupito de tequila cada vez que en la pantalla nos sorprende una barbaridad; ahora valen almohadones para esconderse cuando se siente vergüenza ajena. Y eso que Mark Atkins es experto en cosechar 'éxitos' con films marcianos de terror, alguno incluso de tiburones, (El PLaneta de los tiburones, TV, 2016).  Pero el hecho de reducir la aparición de estos monstruos, muy avisada, de tarde en tarde, provistos de un chip verde, y domeñados por un  sicario primero, y la heroína después, espanta al público menos que los propios bichos  marinos, dóciles y amansados por piratas que crean burbujas, las hinchan y se aprovechan de la población. Nada nuevo por otra parte. La cuestión reside en ejercer de nuevo el poder, aunque sea como el villano en su rincón de Lope.

Los críticos norteamericanos no se han rebajado a opinar sobre este título (si le ponen un 1% de aceptación a este film  ¿que le podrán  a 'Regressión de 'Amenábar?; hay que darse un poquillo de libertad). Siete usuarios se han lanzado a la piscina y le han colocado un 17% de aceptación, pero estos ni ganan ni pierden con la cuestión, y nadan en el anonimato, rodeados de tiburones sin chips.


Disponible de forma gratuita en la cadena de ONO durante 22 horas y 23 minutos.


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