Jean Moreau. In memoriam,



Toda una imagen de un tiempo que ya se fue, en el que, no solo la actriz era joven y conservaba los rasgos que la identificaron como aquella mujer fuerte, dura, terrible, que encandiló a los realizadores de vanguardia italianos y españoles y se convirtió en la musa de la Nouvelle Vague francesa, sino de una época en la que fumar estaba bien visto y los actores lo hacían en primeros planos de sus películas. La incorporación de la mujer a este hábito pernicioso hizo a muchos plantearse la toxicidad de una adicción de la que muchos hombres hacían gala mediante la exhibición de enormes puros, que los más pudientes importaban de La Habana y sus mujeres, complacientes, ayudaban a encender.

La fémina polifacética, a la que Orson Welles consideró la mejor actriz del mundo, que militó en el teatro, el cine y la televisión, pero que no se conformó con ser dirigida por otros y tomo la pluma como guionista y la batuta como directora de los medios en que hizo su carrera como actriz,  era la mujer que todo hombre desea pero a la vez teme: tóxica, dura, la femme fatale a la que Noël Simsolo señala como inductora de la ruina de los hombre, un arquetipo de la que se erige en paradigma en 'Jules y Jim' de François Truffaut, La Notte de Michelangelo Antonioni, Ascensor para el Cadalso de Louis Malle o 'Diario de una camarera' del aragonés Luis Buñuel. Una mujer férrea que tenía todo lo que le faltaba a la frágil Marilyn Monroe, la bella Catherine Deneuve o la sensual Monica Vitti, que petrificaba a los hombres con su mirada de hielo, y que podía haber dejado tan pequeña como lo es físicamente a la perversa Isabelle Huppert. Una mujer única e irrepetible, hija de una inglesa y un francés, codiciada por los mejores realizadores del momento, entre los que se suman a los ya citados Jacques Demy y Roger Vadim, que la ayudaron a conseguir múltiples premios y todo tipo de galardones y reconocimientos a su actividad profesional.

Una mujer que demostró hasta la saciedad que el hombre desea a una compañera que ejerce su papel como igual, pero que a la vez le asusta, como aterroriza a las otras mujeres, porque tiene algo de maligno que desata las peores pasiones que permanecen latentes en el subconsciente del ser humano. Su simple presencia intimidaba, seria, hosca, superior, terrible y, al fin, desarmante, y  consiguió cautivar e impresionar a un público constituido por hombres y mujeres; un prototipo de actriz que no hemos vuelto a ver en las sucesivas generaciones, -Yogurt, X, ahora Millennials...-, que epatan por la búsqueda de la sensualidad mediante la exhibición de sus cuerpos, pero que han renunciado a mostrar esa fuerza interior que emanaba del rostro de Jean Moreau, a la que jamás podremos olvidar. El hombre y la mujer se hacen, pero da la impresión de que hay 'cosas' con las que se nace.

Dejamos para otros el epitome de su vida y su obra, y nos conformamos con dar de ella el perfil que nos impactó, nos incautó, nos cautivó  y, en ocasiones, puso entre nosotras y ella una barrera de extrañamiento que nos hizo reflexionar sobre nuestra condición. Una figura femenina difícil de olvidar. Alguien anónimo ha dejado su huella en la denostada Wikipedia, que salva a muchos periodistas del naufragio, incluido con toda probabilidad su mayor detractor, Francisco Maruenda: "Su rostro, ojos y enigmática sonrisa fueron el emblema de la sensualidad francesa. En 1995 fue elegida entre las cien estrellas más sexis de la historia del cine por Empire Magazine. Ligada mayormente al cine de autor, gozó de notable prestigio en el medio cinematográfico, aunque entre las generaciones más jóvenes no es muy reconocida."


IN MEMORIAM





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