Angustia de silencio. Lucio Fulci






Hemos construido autopistas pero no hemos acabado con la ignorancia



Ficha técnica:


Título original: Non si Sevizia un Paperino.
País: Italia.
Año: 1972.
Duración: 102  minutos.

Dirección: Lucio Fulci.
Guión: Lucio Fulci y Roberto Gianviti, Gianfranco Clerici.
Director de Fotografía: Sergio d'Offizi.
Música: Ritz Ortolani.
Ambientación y escenografía: Pierluigi Basile.
Montaje: Ornella Micheli; asistente de montaje: Bruno Michelli.
Sonido: Massimo Iaboni.

Diseño de Vestuario: Marisa Crimi.
Maquillaje: Franco di Girolamo.

Productor ejecutivo: Renato Iaboni.
Compañía: RegiaFilms

Intérpretes:


Florinda Bolkan: Maciara, 'La Bruja',
Barbara Bouchet: Patrizia,
Tomas Milian: Andrea Martelli,
Irene Papas: Doña Aurelia Avallone,
Marc Porel: Don Alberto Avallone,
George Wilson: Francesco,
Antonello Campodifiori: Teniente,
Ugo d'Alessio: Capitán Modesti,
Virginio Gazzolo: Policñia comisionado,
Vito Passeri: Barra,
Rosalia Maggio: Mrs. Spriano, madre de Michel,
Andrea Aureli: Mr. Lo Cascio,
Linda Sini: Mr. Lo Cascio,
Franco Balducci: Mr. Spriano


Sinopsis:

En Accendura, localidad rural del sur de Italia marcada por la religión y las supersticiones, una serie de atroces asesinatos de niños siembran el temor y la ira en la población. Entre los sospechosos destacan dos mujeres: Patrizia (Barbara Bouchet), una rica joven de ciudad, llegada hace poco al pueblo, y la "hechicera" (Florinda Bolkan), una mística y asilvestrada mujer que vive en el monte vecino a Accendura. Además de la policía, el agudo periodista Andrea Martelli (Tomas Millán) investigará los sórdidos crímenes.



Comentario:


El film comienza con unas imágenes de intenso contenido semántico y emocional: Marciara, 'La Bruja', interpretada por Florinda Bolkan,  escarba la tierra con gran rabia hasta dar con lo que busca, en una zona de la montaña colindante con la moderna autopista, donde el firme descansa en los inmensos y amenazantes  pilares de un puente elevado que permite a esta serpiente de cemento salvar el valle y que señala el lugar en el que se dan cita la modernidad y la superstición que acompaña a la ignorancia más atávica. En la siguiente secuencia visual, en la que continúan inscribiéndose los créditos, no por capricho, se montan mediante un corte directo muy actual las fotografías de un pueblo típico del Mediterráneo, con sus casas 'blancas' y sus muros descuidados, entre las que un millonario ha construido una mansión moderna y lujosa con la única intención de provocar y dar envidia a los vecinos, parafraseando los comentarios de los jefes de policía trasladados al lugar; un pequeño foco maligno en medio de la podredumbre. Fulci acaba de situar al espectador en un contexto espacio-temporal y cultural determinado, que va a pesar a lo largo del desarrollo de  una historia.única y singular, de la que nadie parece haberse ocupado, a pesar de ser obra de un maestro del giallo que rompe con toda su trayectoria profesional habitual de divertir a su publico estrujando sesos.






Aquí los miedos son reales, y están concentrados en la imagen de un niño que mira a su alrededor entre los dedos que le tapan la cara, en un primerísimo primer plano, aterrado, en el interior de la iglesia, que reúne entre sus iconos la parte amable y la más aterradora del dogma religioso y la tradición más supersticiosa, simbolizados ambos por un esqueleto vestido de fraile, colocado en una de las hornacinas del templo, recordando a los feligreses que la muerte los acecha. Esos rostros infantiles reprimen en su apariencia el despertar del deseo de la adolescencia, su cita para ver cómo por la serpiente de cemento llega el pecado en forma de prostitutas entradas en años y en carnes, para satisfacer a los hombres de la colectividad, cuyas esposas, viejas en plena juventud, cubiertas las cabezas con pañoletas, rezan o chismorrean, sentadas en sillas con asiento de enea en la puerta de su casa, el único lugar por el que penetra la luz en el único edificio en el que también entra la cámara: la Iglesia. Una sociedad cerrada, en la que la relación entre los individuos se produce en la calle, ya sea en procesiones, actos religiosos o reivindicativos, linchamientos o batidas en busca de desaparecidos.





El relato está dividido en dos partes: en la primera se narran los asesinatos de tres niños, algo inexplicable en una pequeña colectividad como la de Accendura; en la segunda se aborda el develamiento de lo que subyace en el alma colectiva de este pueblo perdido en las montañas que guarda silencio y al que atenaza el horror, producto de la ignorancia que cree en las brujas, los magos; las contradicciones y el resentimiento consecuente entre los señores, los criados, los capitolinos y los pueblerinos o la connivencia necesaria de la Iglesia con la superstición. A Marciara le llaman la bruja porque es la mujer del tio Francesco, al que se la entregaron siendo niña para que le sacara el diablo del cuerpo, puesto que el pueblo le atribuía poderes mágicos; como en uno de los cuentos de Bocaccio en el Decameron, le introducía  el pene en su cuerpo para expulsar al diablo, pero a la vez le metió un niño.  En torno a este niño o niña crecieron las fábulas; unos decían que el bebé nació muerto, otros que vivió unos meses, pero lo tuvieron escondido porque era hijo del diablo; el de más allá  decía que se actuó así porque nació deforme , como los descendientes del maligno.





Sobre los mayores Fulci deja caer la sospecha de la avaricia y la roñería propia del campesino que Kurosawa convirtió en protagonista de 'Los Siete Samuráis', y la necesidad de contar siempre con un vecino con ciertas 'necesidades especiales', 'el tonto del pueblo', personaje imprescindible en este tipo de relatos rurales, (Los santos inocentes de Miguel Delibes)  que pagará por todos. y en el que intentarán exculparse mediante el linchamiento .(Quieren un culpable, dice la policía, y hemos de encontrarlo antes que ellos). Quienes gozan de cierta perspectiva intelectual son conscientes de que estos hechiceros, que disfrutan de una pequeña fortuna en los bancos gracias a los servicios que prestan a la comunidad, están a partir un piñón con la Iglesia: ellos se encargan del ritual maléfico, la adoración al diablo, que, de forma indirecta, justifica la existencia de dios y permite a los ignorantes realizar todo tipo de fechorias con los que disienten de su credo. La imagen que contrapone a la bruja moribunda con las familias felices que circulan por la autopista, ignorantes del mal en que se sustenta su bienestar en este elevado puente, es estremecedora.




A lo largo del film Fulci va presentando varios tipos de mujer, que confirman con su existencia el nuevo lema de Teresa de Lauretis ('La tecnología del género'), que resume con un lema: "Mujeres versus mujer". Patrizia (Barbara Bouchet) se erige en el paradigma de la mujer rica, empoderada, capitidisminuida por el consumo de drogas, a la que su padre recluye en Accendura para sacarla de su ambiente inundado de droga y sexo, y atraída por el universo esotérico; en el 'nuevo mundo' en el que es la reina, porque puede y se lo puede financiar, se exhibe desnuda ante los pre-adolescente y despierta y estimula sus deseos incipientes. Ella es la fuerte, y no se la puede contemplar únicamente desde el género, sino en su totalidad como ser humano, teniendo en cuenta sus relaciones de clase y raza; Marciara, la Bruja, es la fémina desempoderada, la que está en el escalón social más bajo, víctima de todas las formas de violencia que definió el noruego Galtung, henchida de resentimiento al tener que soportar las vejaciones de todos los que están por encima de ella, es decir todos, no así su marido, el pederasta, que es hombre temido y respetado; la madre del cura, interpretada por la adusta Irene Papas, la mujer con raíces que apenas sonríe, es la dama del pueblo, la que soporta en silencio la sinrazón, la progenitora de un 'santo' y una pequeña 'deficiente', 'retrasada' la llama su hermano. Por último está la masa amorfa de las mujeres del pueblo, ignorantes, sediciosas, malignas, prestas a tomarse la justicia por su mano, con la cabeza cubierta, haciendo punto en la puerta de sus casas. tan respetadas por sus maridos, que ni las tocan, y llevan prostitutas para holgar con ellas. Las maltratadas sin saberlo y las encargadas de sostener con su sacrificio inútil la sociedad patriarcal.

Frente a ellas los hombres, más uniformes, más violentos, los amos del corral, que se diferencian de los funcionarios que han recibido una formación, ya sean policías, periodistas, que los miran actuar como los soldados romanos a los pies de la cruz de Brian, (La vida de Brian), conscientes de que no conviene mover una sola pieza del tablero. Y, por último, el joven sacerdote, un fascista para quien el diablo no sólo se manifiesta en las desviaciones del camino recto de sus ovejas, sino en las deformidades físicas y psíquicas que muestran los niños al nacer. La desgracia también ha llamado a su casa, por lo que el ambiente está tan enrarecido que se puede afirmar que 'entre todos la mataron y ella sola se murió...eso sí, con una 'pequeña ayuda', hasta tal punto que la culpa es colectiva.








Un film que no da miedo, en el sentido lúdico del término, porque estamos acostumbrados a convivir con la sinrazón hasta perder la sensibilidad. Una dura costra social que Lucio Fulci ha sabido diseccionar y analizar como pocos. ¿Es machista la sociedad en Accendura? en esta zona de Italia la sociedad es patriarcal por supuesto, pero la actitud de los hombres no es la misma ante las mujeres del lugar: respetuosa con la rica que se pasea medio desnuda por el pueblo y corriendo a toda velocidad con su coche tuneado, y con las prostitutas que llegan en coche con el objetivo de que no dejen de venir, cauta con la madre del cura par no ganarse el infierno, prepotente y dominante con sus mujeres y cruel y vengativa con el 'chivo expiatorio' que es la bruja. Una situación que no une a estas mujeres, sino que las enfrenta hasta la muerte; las amas de casa escupen cuando pasa o cierran sus ventanas y se mantienen calladas con quien les da de comer ¿En qué punto pueden unirse estas mujeres para defenderse y acabar con su sumisión?  Será un hombre, un periodista llegado al pueblo para informar de los asesinatos quien evite la tragedia final.








Un film lúcido de Fulci, que no sólo interesa ver, sino que debiera ser objeto de estudio en los caucus de mujeres. No es fácil de encontrar, sino que es una de esas películas que de tarde en tarde sacan de los cajones las tiendas especializadas, cuando uno no encuentra ya nada que no haya visto. El film se llama en italiano 'No se tortura un patito'. Cada cual puede extraer sus conclusiones.




Comentarios

Entradas populares