El orfanato. Juan Antonio Bayona. Crítica





LOS AMIGOS INVISIBLES


Ficha técnica: 


Título original: El orfanato.
País; España.
Año: 2007.
Duración: 90 minutos.

Dirección: J.A.Bayona
Músico: Fernando Velázquez.
Director de Fotografía: Óscar Faura
Director de arte: Josep Rosell.
Montadora: Elena Ruíz.
Sonido: Xavier Mas, Oriol Tarragó, Marc Orts.
Efectos especiales de maquillaje: DDT - David Martí & Montse Tibé.
Efectos digitales: Jordi San Agustí. Figurinista: María Reyes.


Maquilladora: Lola López.
Peluquería: Itziar Arrieta.

Producida por : Joaquín Padró, Mar Targarona y Álvaro Agustín.
Productores delegados: Belén Atienza, Elena Manrique.
Productor ejecutivo: Guillermo del Toro.
Directora de producción: Sandra Hermida.
Proyecto realizado en el II Laboratorio de Guionistas de la SGAE, Programa Media, Canal +, Antena3, Tele 5, Ministerio de cultura, Generalitat de Catalunya... Producida por Rodar y Rodar



Llama la atención la heterodoxia de estos títulos de crédito, en un film en el  que ocupa más espacio en el cartel el promotor, Guillermo del Toro, que el propio director.


Intérpretes: 



Belén Rueda: Laura,
Geraldine Chaplin: Aurora,
Fernando Cayo: Carlos,
Mabel Rivera: Pilar,
Montserrat Carulla: Benigna,
Andrés Gertrudis: Enrique,
Edgar Vivar: Balaban,
Roger Princep: Simón.



Sinopsis:




Laura regresa con su familia al orfanato donde creció con la intención de abrir una residencia de discapacitados. Su  hijo Simón comienza a dejarse llevar por pequeños juegos de fantasía, que  pronto perderán esta cualidad de divertimento   para convertirse en una auténtica pesadilla, que amenazará no sólo el presente de Laura, sino también su pasado...


Crítica:



La idea del film surge a partir del  guión de  Sergio G. Sánchez,  del que el día 27 se estrena su opera prima, 'El secreto de Marrowbone', Sé que estás ahí , sobre la  fantasía de los amigos invisibles. El guión  pasó desapercibido hata  que fue elegido para el laboratorio del Sundance Film Institute, para ser dirigido por  Juan Antonio Bayona, dentro del proyecto de  Guillermo del Toro y Telecinco Cinema  con un  presupuesto de más de  cuatro millones y medio de euros. 

Como dijo en su día el propio Juan  Antonio Bayona el film  es una mezcla casi imposible de géneros: drama psicológico, terror, giallo feminista, etc., con cameos de Amenabar, Dario Argento, Steven Spielberg o Robert Medak y su película Al final de la escalera. Casas encantadas, niños muertos  de forma violenta, ruidos en las paredes, golpes , largos pasillos con puertas que se abren y se cierran de forma aparentemente espontánea, hasta llegar a esa, mil veces repetida en el cine, sesión de espiritismo y el choque entre el pragmatismo policial y los expertos en parapsicología. Laura conoce al Profesor Bálaban en una conferencia que imparte en unas jornadas sobre ciencias paranormales, pronunciada en el  escenario de un teatro, enmarcado en su proscenio, una secuencia muy parecida, pero sin extrañas presencias, a aquella con la que empieza Profondo rosso de Dario Argento ((1975).

A medida que avanza la historia, tejida con un montaje clásico,  discreto, sin grandes vuelcos o giros espectaculares de la cámara y sin abusar de los sobresaltos, que se producen justo cuando el espectador los espera,  incrementando la ansiedad con la dilatación de la llegada del elemento climático, nos vamos dando cuenta de que el film va más  allá  de una simple  historia de amigos invisibles en casas encantadas, cuyas innumerables estancias, imposibles de controlar, albergan  terribles secretos. Laura escondía algo en el fondo de su ser, algo horrible que había quedado sepultado en  su conciencia y con ello todo  sentimiento de culpa, pero que de forma  consciente o inconsciente le había llevado a alquilar el enorme caserón, junto a su  marido, ambos al parecer músicos, con el fin de montar una residencia para atender a cinco o seis niños discapacitados, que iban a convivir con su hijo, portador sano del VHI.

Una vez instalados en  la casa, comienzan  a producirse fenómenos extraños que incrementan los temores de la mujer.  Simón ya no tiene el 'amigo invisible' muy común entre los niños solitarios, sino que éste se ha multiplicado por seis. Pero los encuentros extraños, de momento no interpretados como paranormales, no se circunscriben a su hijo, sino que se manifiestan también ante la madre, sin que nadie más los vea, como la trabajadora social, llamada 'Benigna', en realidad una antigua cuidadora del orfanato, cuyo hijo fue víctima,  primero de acoso escolar por parte de los otros niños, a causa de una deformidad congénita de su rostro, y después  de una muerte violenta en una cueva excavada por el mar, tras ser le arrancado por sus compañeros el saco con el que siempre cubría su cabeza.

Estas y otras incidencias extrañas van intensificando el nerviosismo de Laura hasta acabar provocando una tragedia, que por otra parte saldaba cuentas con el pasado y saciaba la sed de venganza de las víctimas de hechos acaecidos muchos años atrás. Visto desde otra perspectiva, el  personaje que interpreta  Belén Rueda  puede ser  interpretado como el de una mujer criada, hasta una edad suficiente como para percatarse de ello, sin el cariño de unos padres, en esos orfanatos con camas de hierro pintadas, que han inspirado tantos relatos de terror, y que a una edad ya madura, 37 años, no ha tenido hijos propios y ha adoptado a un huérfano como ella, que siempre necesitará de su ayuda, lo que la convierte en la madre que nunca tuvo. Juntos no crecerán ya más, ni nadie podrá separarlos.

El personaje que interpreta Kira Knightley en 'Nunca me abandones' de Mark Romanek (2010) en ese siniestro orfanato, que sin salirse demasiado del marco imaginario de lo real, llega a causar la mayor desazón en el espectador, advierte a sus compañeros, desengañada, que ellos son el producto de los excluídos sociales, y en este sentido, no parece muy inocente la elección de la enfermedad de Simón. Toda la tragedia se  produce en torno a la madre y al hijo, sin afectar al padre, que no sólo es hombre, además no es huérfano. La secuencia final  nos muestra a la protagonista como una madonna, la Wendy rodeada de los niños desarrapados de Nunca Jamás, que asume el papel de cuidarlos, renunciando a esa niña de la que se despide por la ventana.

Pero Carlos no es el típico representante de la sociedad patriarcal, sino un hombre capaz de percibir la magia de la elección de su mujer, en un final poético y cargado de romanticismo, que recuerda algún que otro ejercicio de estilo de Terrence Malick, que no se resigna a pensar que todo se acaba con un frasco de pastillas, sino que existe otro lugar más allá de la vida, que anuncia con un intensa luminosidad y una puerta que se entreabre para anunciarle que  ella está allí.


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