Hacia la luz. Crítica.





CÓMO CONSTRUIR LA DIÉGESIS CINEMATOGRÁFICA


Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice, fotografías, cartel y trailer. (Pinchad aquí)


La cinematógrafa japonesa Naomi Kawase realiza un film difícil, no concebido para el público de fin de semana que busca entretenimiento, aunque no nos engañemos esto no quiere decir que desprecie la calidad del producto que se le ofrece. Pero aquí el asunto va de otra cosa: ¿Qué pasaría si todos los espectadores fueran ciegos? ¿Setía una narración mediante una voz en off y una línea de diálogos la que nos pondría sobre la pista de si lo que estamos oyendo es una obra maestra o no. Sería como una sesión de lectura de una obra escrita en una sesión placentera de recreación de relatos que nos han legado los mejores literatos de la historia, pero no nos transmitiría cómo se adaptan a la gran pantalla.

La protagonista de esta metaficción de Kawase es un joven que intenta captar las sensaciones, las emociones y, al fin los sentimientos de los personajes de una historia y trasladar todo ésto a una pista de la banda sonora que evoque todo esto a un invidente. No se trata de un guión estrictu sensu, no se basa en un storyboard que vigila los raccords, la estructura basada en una política de montaje o encuadre, sino en el resultado estético, poético, de las decisiones tomadas. Entre todos los personajes que han perdido la vista y participan en el proyecto, hay un individuo, un fotógrafo que ha dedicado su vida enterar a captar imágenes con su cámara y que se encuentra en la situación intermedia: está en proceso de perder la vista, pero todavía le queda la posibilidad de captar, de tener una pequeña percepción del mundo que lo rodea.

Esta es la cuestión que se transmite con una bella y perfecta metáfora. Los espectadores que acudimos con frecuencia a las salas de proyecciones o percibimos la realidad a través de la pantalla de nuestro televisor no somos ciegos, pero no sabemos mirar, no sabemos desvelar un discurso únicamente a través de las imágenes, un hecho que da la razón a Peter Greenaway cuando afirma que todavía no hemos podido disfrutar del lenguaje cinematográfico puro, demasiado dependiente del literario y muy lejos de alcanzar todo su potencial.

Una película, pues, difícil que auguramos que no durará mucho en los cines de los centros de las ciudades, a los que acude una burguesía buscando distracción y  no que le planteen problemas mtalingüísticos, que generalmente no entienden. Yo lo aconsejo a los amantes del cine predispuestos a reflexionar sobre el lenguaje fílmico.


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