La forma del agua. Guillermo del Toro.





EL AGUA ADOPTA LA FORMA DE LO QUE SEA QUE LA CONTENGA EN ESE MOMENTO


Ficha técnica, sinopsis, cartel, fotografías y trailers (Pinchad aquí).



Notas de producción (Fox Prensa).


Ficha técnica:


Título original: The Shape of water
País: Estados Unidos.
Año: 2017.
Duración: 119 minutos

Dirección: Guillermo del Toro.
Guión: Guillermo del Toro y Vanessa Taylor, basado en un argumento de Guillermo del Toro.
Casting: Robin D.Cook, CSA.
Dirección de Fotografía: Dan Lausten, DFF.
Música: Alexandre Desplat.
Edición: Sidney Wolinsky, ACE.
Supervisión de efectos visuales: Dennis Barardi.

Diseño de Vestuario: Luis Sequeira.

Productores: Guillermo del Toro, P.G.A. y J.Miles Dale, P.G.A.
Productor asociado: Daniel Kraus.
Diseño de producción: Paul Denham Austerberry.
Compañía productora: Double Dare You; distribución: Fox Searchlight Pictures y TSG Entertainment.


Intérpretes:


Sally Hawkins: Elisa  Esposito,
Michael Shannon: Richard Strickland,
Richard Jenkins: Giles,
Doug Jones: Hombre anfibio, 
Michael Stuhlbarg: Dr. Robert Hoffstetler,
Octavia Spencer: Zelda Fuller.

Sinopsis:


La forma del agua es un cuento de hadas de carácter sobrenatural realizado por Guillermo del Toro, que tiene como telón de fondo la Guerra Fría, ya que transcurre en Norteamérica en 1962. Su protagonista es la solitaria Elisa (Sally Hawkins), que trabaja en un laboratorio gubernamental oculto de alta seguridad, sin posibilidad de relacionarse con los demás. Su vida cambia para siempre cuando, junto con su compañera Zelda (Octavia Spencer) descubre un experimento clasificado como secreto.


“El agua adopta la forma de lo que sea que la contenga en ese momento, y aunque el agua puede ser algo muy apacible, también es la fuerza más poderosa y maleable del universo. Así es también el amor, ¿verdad? Independientemente de la forma que tenga aquello en lo que depositamos nuestro amor, éste se adapta, ya sea a un hombre, a una mujer o a una criatura”.
--Guillermo del Toro sobre LA FORMA DEL AGUA


En un laboratorio secreto del gobierno, en plena Guerra Fría, estalla una proeza de imaginación visualmente deslumbrante y emocionalmente osada. El gran maestro de la narración audiovisual Guillermo Del Toro lanza un sobrenatural hechizo con 'La forma del agua', fusionando el conmovedor y emocional patetismo de un género con tanta tradición como las clásicas películas de monstruos con el más luctuoso cine negro, mezclando posteriormente la pasión de una historia de amor que no se parece a ninguna para explorar las fantasías con las que todos flirteamos, los misterios que no podemos controlar y las monstruosidades a las que debemos enfrentarnos.

Del Toro comienza su cuento sumergiéndonos bajo el agua. A partir de ahí, todo el filme se convierte en un acto de inmersión asfixiante, zambullendo al público en un mundo de los años 60 lleno de elementos que nos resultan muy reconocibles –poder violencia, intolerancia, así como soledad, determinación y sorprendentes y emocionantes conexiones– y una extraordinaria criatura que no identificamos en absoluto. Un inexplicable “activo” biológico del Gobierno de Estados Unidos, una mujer de la limpieza muda, sus mejores amigos, espías soviéticos y un audaz robo, todo ello desemboca en un singular romance que excede los límites más inconcebibles.

Este ser anfibio, envuelto en el misterio, no sólo ha sido arrastrado desde aguas profundas y oscuras, sino que parece poseer las fundamentales cualidades adaptativas del agua, tomando la forma física de cada humano con el que se topa, y replicando también tanto la agresividad como el insondable amor. Dentro de la narrativa audiovisual de Del Toro, temas como el bien o el mal, la inocencia y el peligro, lo histórico y lo eterno, la belleza y la monstruosidad, se entrelazan unos con otros, revelando que ninguna oscuridad puede vencer totalmente a la luz.

'La forma del agua' continúa esa tradición, pero en esta ocasión la acción tiene lugar en la América de los años 60, dividida socialmente, al borde de la guerra nuclear y de experimentar radicales cambios culturales. Del Toro zigzaguea por el vertiginoso paisaje del enamoramiento, cuando una solitaria mujer, de pasado traumático, descubre un amor tan abrumador que desafía la desconfianza, el miedo y la biología.  Explorar la idea del amor y sus barreras, tanto internas como externas, era algo primordial para el cineasta mejicano. “Mi intención era crear una bella y elegante historia sobre esperanza y redención como una especie de antídoto contra el cinismo de nuestros días. Quería que la historia tuviera la forma de un cuento de hadas en el que tenemos a un humilde ser humano que tropieza con algo más grandioso y transcendental que cualquier otra cosa de su vida. Y entonces pensé que sería una gran idea yuxtaponer ese amor con algo tan banal y nocivo como el odio entre naciones, que eso es la Guerra Fría, y el odio entre personas por razones de raza, color, capacidad y género”. Es interesante la introducción del hecho de la capacidad, que casi nunca se baraja y también es causa de fricciones.

El hecho de que los dos protagonistas de la película no hablen, al menos no de forma convencional, sólo realza la historia de amor eliminando los problemas de comunicación que a menudo interfieren en las relaciones humanas. “Una cosa que pasa con el amor es que es tan increíblemente poderoso que no necesita palabras”, señala Del Toro.


 Estamos totalmente de acuerdo con el realizador de la seducción que ejercen las películas de monstruos, de carácter lovecraftiano. Su nueva película mezcla muchos géneros cinematográficos, desde el musical suntuoso al intrigante cine negro; la película revisita y revitaliza la pertinaz fascinación que suscitan las películas de monstruos explotando nuestras emociones más primarias, como el miedo, el desamparo y el peligro, pero también la curiosidad, el asombro y el deseo. Al igual que muchos, Del Toro creció bajo el oscuro hechizo de los monstruos clásicos de Universal Studios: el Hombre Lobo que se volvía salvaje en contra de su voluntad, el ingenuo Frankenstein que es hostigado por enojados ciudadanos, el seductor Drácula impelido por sus profanos apetitos, y el Monstruo de la Laguna Negra, una criatura anfibia de la prehistoria que emergió del mar porque anhelaba compañía. Había algo evocador así como profunda y extrañamente cercano en estos monstruos.

Muchedumbres armadas con horcas les perseguían porque eran diferentes, y se veían forzados a estar solos y vivir al margen de la sociedad ocultos en remotos castillos, bosques o ríos. Todos estaban atrapados en un estado de transición –siendo en parte humanos y en parte, otra cosa–, con lo cual cualquier persona que se haya sentido excluida puede identificarse. Y quizás lo que resulta más fascinante: eran seres sensuales e impotentes ante las incesantes necesidades de sus cuerpos y mentes. De estos icónicos monstruos, el más desgarrador de todos era el humanoide anfibio del filme titulado en España 'La mujer y el monstruo' (1954), dirigido por Jack Arnold y protagonizado por Ben Chapman (en tierra) y Ricou Browning (bajo el agua), que interpretaba al inimitablemente trágico Gill-Man, el último de su prehistórica especie.

Simultáneamente peligrosa y desoladora, vilipendiada y ansiosa, la Criatura conseguía conmover a los espectadores incluso cuando les asustaba. Del Toro quería subvertir el concepto de monstruosidad con una historia de amor completamente entregada a hacer que el protagonismo recaiga en la criatura y que los seres humanos alineados contra ella sean las verdaderas fuerzas de la siniestra oscuridad.  Yo quería revertir este tipo de cosas”. Del Toro decidió asimismo aportar a esta película de monstruos un nivel diferente: el sensual. Quería una cualidad terrenal para contrarrestar el cuento de hadas y para llevar la historia hasta el límite de una reconocible realidad adulta.

Cada personaje  fue escrito para un actor concreto; y eran exactamente los mismos actores que Del Toro solicitó que aparecieran en la película. La soñadora solitaria, Elisa, emprende un viaje desde la soledad y la impotencia hasta su transformación en heroína que asume enormes riesgos, y esto conforma el eje central de 'La forma del agua', hecho aún más extraordinario puesto que el papel prácticamente no requiere palabras. Tras quedarse muda debido a un trauma infantil, Elisa se comunica mediante la lengua de signos americana (en inglés, American Sign Language, ASL), sin embargo, sí que es capaz de expresarse efusivamente cuando se encuentra con la extraña criatura acuática que está retenida en el laboratorio gubernamental donde trabaja como limpiadora. El intrépido y rico mundo interior de Elisa cobra vida a través de la luminosa interpretación que realiza la actriz nominada al Premio de la Academia Sally Hawkins, que propulsa la historia a cada instante.

El hombre que capturó a la criatura anfibia en las profundidades del río Amazonas con implacable determinación es Richard Strickland, un recto y ambicioso agente del gobierno, de mentón cuadrado, que considera a su extraña presa nada más que una bestia feroz que debe someterse al hombre incluso a base de maltratos; así como su billete para ascender en la agencia. Dando vida a este personaje se halla uno de los más solicitados intérpretes del panorama actual: el actor nominado al Oscar en dos ocasiones Michael Shannon, famoso por la intensidad con la que ha encarnado papeles psicológicamente muy complejos en películas tales como Take Shelter, Animales nocturnos, Mifnight Special, Revolutionary Roda y 99 Homes.Strickland es un tipo totalmente imbuido de la mentalidad del complejo que conforma la industria militar, y que trata de ascender en la jerarquía. La paranoia de la Guerra Fría se ha convertido en parte de él mismo”, dice Dale.





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