Tully .Crítica.





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LA OTRA ORILLA DE UNA 'MATERNIDAD RESPONSABLE'


Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice, fotografías, cartel. (Pinchad aquí)



CRÍTICA.


La colaboración de la guionista Diablo Cody y Jason Reitman nos ha dejado crónicas duras y a la vez amables de la vida cotidiana (Juno, Up in the Air...) y de la capacidad del ser humano de adaptarse a las circunstancias más adversas y huir mentalmente de los aspectos más duros de su existencia, hasta que, incapaz de mantener esta incoherencia, explota tras reventar las costuras de su aparente conformismo. Es obvio que poco o nada gustan los panfletos del llamado 'realismo socialista', pero esta aspiración poética no debe llevarnos al otro lado, a un discurso desequilibrado en el que la búsqueda de un esteticismo alienante acabe enterrando los  aspectos más oscuros de nuestro transcurrir diario, ocultos tras una imagen deformante, resultado de un proceso oculto.  En películas muy valoradas como 'La gata sobre el tejado  de zinc' (Richard Brooks, 1958), un producto que tuvo serios problemas de censura, todo se organiza en torno a dos temas nucleares: la inminencia de la muerte y la homosexualidad, vista en la década de los 50 como un grave problema de los individuos. Mas en las que podríamos tratar como subtramas aparecen como protagonistas subsidiarios el egoísmo, la ambición y el oportunismo de uno de los hijos que ha traído al mundo una recua de vástagos, a cuya madre, el poderoso hacendado sureño, el abuelo de las criaturas, llama 'coneja'. En ningún momento se hace partícipes a los espectadores de la deformación constante de la mujer en los sucesivos embarazos, ni del esfuerzo que conlleva presentarlos en público limpios, repeinados y con olor a colonia; todo esto lo hace por pura codicia. Se ha cruzado a la otra orilla del río de la vida.




Jason Reitman, Diablo Cody y Charlize Theron


Jason Reitman, apoyado en su guionista habitual, Diablo Cody, nos cuenta una historia que muchas mujeres comprenderán, y ayudará a quien no es madre, bien sea hombre o mujer, a entender cómo una fémina guapa, una profesional de recursos humanos que había estudiado literatura, y a la que, la necesidad de hacer frente, junto a su marido, a las necesidades económicas de su familia, habían desviado de su vocación íntima, muy bien guardada en su interior. A pesar de que hay quien ha afirmado que la imaginación de Reitman no está a la altura de su empatía, sus cámaras se acercan a la protagonista, Marlo, con mimo y obtienen lo mejor de una belleza en declive, contemplan su decadencia incipiente sin olvidar a la mujer que ha sido y sigue siendo, que pocas veces pierde el equilibrio, al menos de forma aparente, a pesar de que está alimentando un volcán en su ánimo que emerge en sus pesadillas nocturnas, en la cama, junto a un esposo que busca alienarse de las obligaciones que le impone el trabajo y el cuidado de una familia, con juegos interactivos. A pesar de todo no lo trata mal, no se propone un modelo de pareja en conflicto; hay cosas en las que un hombre puede colaborar, pero en el hecho de la procreación no pueden sustituir el cuerpo de su mujer en cada embarazo. Si ella calla, él es incapaz de entender lo que no se hace explícito.  La magnífica Charlithe Theron pone en evidencia de nuevo sus dotes interpretativas y, dotada de un cuerpo que casi roza lo masculino, no tiene reparos en aceptar caracterizaciones sorprendentes; recordemos su papel en Monster (Patty Jenkins, 2003), un transformismo difícil de encontrar en el cine desde que actrices como Sofía Loren se prestaron a desempeñar papeles trágicos que exigían una apariencia decadente, no exentos de comicidad.




Jason Reitman y Diablo Cody

Con una estructura, no demasiado original, pero muy eficaz, que no podemos desvelar para no hacer spoiler, el realizador hace partícipes a los espectadores de las ambiciones íntimas frustradas de la joven que se ha ido transformando, sin ni siquiera percatarse, en madre, dejando atrás deseos sexuales, salidas diurnas y nocturnas a lugares diferentes de los colegios de los hijos, los despachos de los representantes de estas instituciones, el comedor o la habitación de su casa, y poco más. Tully ayudará a la pareja a abrir los ojos, a mirar a su alrededor y ver que todo no está bien, que si no hay dinero suficiente debe haber más colaboración, y que la mujer no sólo pone su esfuerzo personal, sino que su cuerpo sufre  un avejentamiento prematuro, gana kilos, presenta deformidades, y no soporta una competición con las jóvenes en las carreras diarias por el parque; el tiempo se le ha ido de las manos sin poder atraparlo un instante. Y Reitman nos lanza este mensaje mostrando un gran cariño por esa mujer, a la que muestra bella incluso en los momentos álgidos de su embarazo, en aquellos en los que extrae la leche sobrante de su pecho, la que no le puede sacar el bebé, o aparece tendida en las camas de los hospitales. Un buen mensaje en unos momentos en los que muchos se solidarizan con las mujeres maltratadas sin pensar que la indiferencia también es maltrato, aunque no sea consciente. Tener hijos supone una factura elevada para quien los pare y los cuida, y hace compatible esta función con la de su trabajo fuera de casa, aunque en el tiempo de la película Marlo goza del permiso para atender a sus hijos y no abandona el hogar, salvo para atender a los más mayores, pequeños universos no exentos de problemas y también necesitados de atención. No se puede decir que la escritura de Reitman no sea poética ni imaginativa, a pesar del carácter prosaico de su relato, triunfando en un terreno que da pocos motivos para la inspiración poética. Aconsejable.




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