El Pacto. Crítica



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crítica:


Puede dar la sensación de que nos situamos en una posición un tanto cínica ante la opera prima de un realizador David Victori, que viene haciendo cortos desde 2007, participó con Emilio Aragón y David Ulloa en la dirección de una serie para Televisión Española, con un guión colectivo, encabezado por el propio Emilio Aragón, lo que hace que Victori  llegue a la gran pantalla con poderosos avales, un elenco importante con una estrella muy poderosa que encabeza el cartel, Belén Rueda, y el soporte de Globomedia y Sony; unos apoyos que ningún artista que proceda del universo de la música, el cine y la televisión  entiende que debiliten  la posición del  joven cineasta , nada despreciable y mucho menos vulnerable, excepto que la taquilla se encargue de ponerlo en su sitio, si bien hay dos circunstancias que pueden favorecer el proyecto: el haber sido hecha en España y la simpatía de que goza Belén Rueda entre el público del país.






Pero, ni por esas. Antes de pasar al foreground y el background conviene explorar el uso que David Victori hace de las nuevas tecnlogias y el soundtrack más actual; no se priva de los movimientos más aberrantes de la cámara, de un movimiento casi epiléptico en la primera secuencia, en la que la protagonista es la pesadilla, acompañado por sonidos estridentes fuera del timing idóneo para provocar algún que otro susto, pero ruidosos al fin y al cabo, y un score  que evoca el de los grandes maestros, (en algunos momentos parece que estemos en el barco que conduce a Leonardo DiCaprio a la Isla Siniestra en la que ubicó su terrible historia Scorsese en 2010), pero sin que se altere la fibra sensible del espectador.






Todos estos elementos de última generación se ponen al servicio de una historia con un subtexto tan incomprensible que casi se torna invisible, a pesar de la grandilocuencia de Jordi Costa que enlaza el ánimo del film con las teorías de Theodore Roszak (Parpadeo) , un autor contracultural, que vino a decir que "ver películas era una manera de ser catequizado de manera subrepticia' (y leerle a él también, aunque en una religión diferente). El problema se produce cuando, como ocurre en el 'El Pacto', nada de lo que ocurre en pantalla tiene relación con nuestras experiencias vividas o soñadas, y no sólo la presencia escasa de un demonio burocratizado y su pésima caracterización. El intento de generar tensión con un reloj de arena que agota su tiempo y una imagen de la hija de la protagonista muy significativa para el que ha visto la película, así como las arañas albinas que no dan frío ni calor, hacen que el happy end resulte ridículo y nada verosímil. Ni terror, ni thriller, y, ni tan siquiera drama, bueno o malo. Lo único explícito es la 'insoportable levedad de un ser 'adolescente' insoportable, que muestra tan sólo la cara más oscura de estos jóvenes. Una buena muestra de que las técnicas antiguas o nuevas no son malas ni buenas, ni tampoco la presencia de grandes compañías que no han podido impedir que bajo su patrocinio se hayan hecho verdaderas obras de arte, y ni tan siquiera que el mainstream en sí mismo, si lo vemos como género, es bueno o malo per se.

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