Françoise Truffaut. las dos inglesas y el amor.

Lacan asegura " que el lugar de lo real se desplaza siempre del 'trauma al fantasma'. Ello es así porque - desarrollando criterios freudianos - lo real se presenta bajo la forma que tiene de lo inasimilable - bajo la forma del trauma". El desplazamiento cumple entonces una función defensiva: delante de la herida se coloca una pantalla, se cambia el nombre, se fabula con metamorfosis de dolor, cuya raíz queda oculta; de este modo actúa la virtualidad metafísica de la apariencia interpuesta ante el conocimiento. Es el campo del fantasma, el juego de las pantallas, la alteración en las manifestaciones de lo real, que sin embargo siempre estaba ahí, no se ha movido, subyace al conflicto implícito en la cualidad de un ser que (...) considerándose fiel a la materia, se constituye ya sin memoria . (Miguel Casado )

Las dos inglesas y el amor (Les deux anglaises et le continent, 1971 ) es una adaptación de una novela, de tinte romántico de Jean Pierre Roche, que narra la historia de un triángulo amoroso, que incluye otro en su seno: amistad, sexo y amor. Historia contada por un narrador omnisciente, voz e off, y otros que operan en el interior de la diégeis, las voces de sus protagonistas leyendo cartas y diarios. En la metadiégesis la penetración psicológica en el personaje de Muriel, la más presente en la narración y la más ausente en el film.

La excusa inicial, el Macguffin, es la complicación implícita de un matrimonio internacional. Dos mujeres, unidas por una gran amistad, una inglesa y otra francesa, ponen en contacto a sus hijos para completar la formación francófila de las dos muchachas galesas: Anne y Muriel Brown. Aunque atraida por Claude, Anne lo empujará hacia su hermana Muriel, mujer de múltiples facetas y que vende cara su presencia. Este amor inducido, que conduce al matrimonio, estará teñido desde el principio por los tópicos que acompañan a los distintos pueblos que forman la nación europea: los franceses son más abiertos pero mienten más, los ingleses son más lógicos y fantasiosos, dice ellas; los ingleses son discutidores, poco sensibles y sin imaginación... responde él. Un muro de prejuicios se levanta desde el primer momento. Pero también habrá recriminaciones personales, consecuencia de la pertenencia a distintas tribus y diferente educación ( ingleses más puritanos ). Claude, hijo único, es acusado por Muriel de ser un malcriado y un francés, no en el mejor sentido de la palabra.

Las puritanas muchachas le interrogan sobre partes de la vida que les han sido ocultadas, argumentando que toda elección impone un sacrificio, pero para elegir bien ¿vicio o virtud ? hay que conocer. Se interesan por los burdeles y su funcionamiento, en aquellos momentos regidos por madames burguesas, que se consideraban a sí mismas como funcionarias municipales, con un papel útil parala sociedad. El fetichismo de Claude se revelará en los distintos paseos con las jóvenes, en los que reflexionará acerca de la gran atracción que siente por las nucas, que puede mirar sin ser visto (voyeurismo).

Pero Claude, obsesionado por lo que cree el amor de su vida, decide abandonar la literatura, aunque no puede oponerse a su sentimiento edípico, al dominio de una madre que se opone a un matrimonio que le priva de su hijo, al que somete con argumentos intimidatorios, como : "No temo perderte, temo que te destruyas. Cuando murió tu padre me hice cargo de tí, te nombré mi monumento y te levanté piedra por piedra". Él la justifica pensando que no había sentido jamás el amor físico y por eso se mostraba firme y hostil. Un mediador impone la condiciónde que los jóvenes no se vean durante un año, colocando todos los triunfos en manos de la madre de Claude.

El joven, aunque no cumple el deseo de su madre de dedicarse a escribir, se hace crítico de arte y comienza a frecuentar múltiples mujeres, lo que no desagrada a su progenitora porque esta situación no pone en peligro sus intereses. Le ata más a ella haciéndole su administrador, y consigue en sólo seis meses aquello para lo que habían puesto un plazo de un año.

Pero, como hemos dicho, hay dos mujeres más en la vida de Claude, Anne y Muriel Brown, escondidas detrás de una máscara que oculta su auténtica naturaleza. Muriel, al colocarse constantemente delante del espejo ( que nos devuelve una imagen invertida de nosotros mismos), produce un desdoblamiento especular, hace surgir un tercer Yo, teatral, en el que realiza una reflexión sobre sí misma, vista como otra, que va construyendo en un diario o unas cartas. No es la Muriel que conoce Claude, ni su imagen invertida y reflejada, sino otra surgida de ambas en la escritura, quedando las tres unificadas Pero la una dará lugar a esa cadena procesual de seres distintos, en los que las perfecciones iniciales se irán degradando, a la vez que elude su propia identidad y genera un extrañamiento propio en diversos personajes. La formación de su ego ideal con el que se compara, produce una represión constante, y se irá desdoblando en máscaras, pantallas, (gafas oscuras, vendas en los ojos, vista recuperada... ) ,que dialogan entre sí, que deforman su propia realidad. Estas confesiones inspirarán a Claude y le convertirán en el escritor deseado.

Anne, que marcha a París tras la separación de su hermana y de Claude, tampoco es la mujer puritana que representa. Comienza una vida presidida por la práctica del amor libre que, junto a su trabajo como escultora y admiradora de Rodin, constituyen su auténtica personalidad. Su vida desenfrenada acabará matándola de una enfermedad letal en aquella época: la tuberculosis. Entre sus múltiples amantes se encuentra el joven Claude, cuyos encuentros y desencuentros amorosos con las hermanas, unidos a la distancia física, a la brecha del canal de la Mancha, produce un extrañamiento una alienación desconcertante entre los tres, que alimentará las fantasías. De hecho ellas le llaman el continente, apelativo que aparece en el título original y que extrañamente se cambia en la traducción española.

El protagonista se lamenta de que no es el amor lo que perturba la vida, sino la incertidumbre del amor. Muerta la madre, muere con ella la mujer más exclusiva de su vida, y ya no sabe qué hacer con su libertad; Muriel aparece inesperadamente para cumplir su propósito personal: iniciarse con Claude y dejarlo después, atormentándolo con la idea de la posibilidad de tener un hij@ con él. Claude verá a ese niñ@ en todas partes. Es su castigo.

En Truffaut es constante el uso del término eureka, asociado a Balzac en Los cuatrocientos golpes y a Edgar Allan Poe en Las dos inglesas y el amor. Pero ¿ qué ha encontrado ? ¿ Se ha encontrado por fín a sí mismo ? La cuestión queda abierta. Muchos progres de la época reniegan de sí mismos, de Truffaut y su criatura, Jean Pierre Léaud, su alter ego, porque quizás aún estén en ese camino de su propia búsqueda; nosotras seguimos viendo en el autor algo fresco, aunque también lo disfrutamos en su momento, algunas; otras son felices con su descubrimiento, porque están viendo al autor por primera vez, aislado del contexto de su obra.




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