Jean Becker. Conversaciones con mi jardinero.


Un pintor parisino, al que llamaremos Del pincel, decide retirarse del bullicio urbano para huir de una crisis creativa y matrimonial, y se refugia en el pueblo en que nació. Debe acondicionar su casa y contrata distintos especialistas; entre ellos llega Del jardín, antiguo compañero de colegio. La posición económica de uno y otro les ha condicionado en la eleccion de una profesión: Del pincel se convertirá en un Profesor de Universidad y en un pintor destacado, mientras Del jardín será primero ferroviario y, una vez jubilado, jardinero. Lo más interesante del film es la distinta mirada de uno y otro sobre la naturaleza: el primero la ve con los ojos del artista, intentando captar la luz, el color, las sombras, la niebla, el otoño; el segundo la siente, mima el crecimiento de flores, frutas y verduras, juega a pescar y liberar a una enorme carpa, se traslada en su moto y hace carreras con un perro.
El pintor le quiere regalar uno de sus cotizados cuadros pero él no lo acepta porque no lo comprende ; su gusto es clásico afirma y su casa está decorada con esas horribles pinturas de caballas sobre fondos de terciopelos azules, dibujos de la infancia, platos de souvenirs. En un hombre secillo que disfruta de 'esas pequeñas cosas', y que ha sido feliz con su mujer, una argelina nacionalizada francesa. El pintor, como en su día hiciera Gauguen, encuentra en este medio primitivo y sincero esa inspiración que se le había escapado en la ciudad y, lo que es más importante conoce de cerca una verdadera amistad.

Sólo hay un detalle que tufa a dema
gogia: en una exposición de arte conceptual, un fotográfo pedante le pide su opinión; él acordándose de su amigo el jardinero le dice que les nebulosa y con niebla no se puede ver gran cosa. El fotógrafo contrariado le responde que es un punto de vista superfical, por no decir primario, mientras el suyo es más exigente, pues trata de captar las formas y su color y de no ver negro en el negro, sino no-blanco. El pintor le atiza y le pregunta si conoce el 'movimiento zii' (el ruido que hace la guadaña, ) y ante la respuesta del otro que quiere estar al día y manifestarse informado, inventando una respuesta, le informa de que consiste en cortar lo falso, suprimir lo inútil, las malas hierbas y los parásitos (gilipollas en los subtítulo). Pero no puede evitar pertenecer a la misma clase elitista y creará una colección, cuyos iconos son los del jardinero, pero el estilo es de Botero.

Ya enfermo el jardinero le confiesa que si muere no quiere ir al cielo, en el que no tendría un lugar, por lo que prefería quedarse bajo, entre las raíces; ha comprobado que las plantas crecen más y mejor al ver al jardinero tumbado a su lado. Entramos en el eterno debate: ¿Puede el arte igualar o mejorar la belleza de la naturaleza ?. Como hombre inmerso en una sociedad civilizada el jardinero es hasta hortera; crea belleza sólo cuando su materia prima es lo que da la tierra.

Es un film humano, tranquilo, sereno que muestra que dos personas con distinta formación y posición social puede crear una amistad sincera. La interpretación de los actores principales, Daniel Auteil (muy bien en su papel más típico de hombre superior y soberbio) y Jean-Pierre Darroussin, que llevan todo el peso del film, es lo mejor de la película de Jean Becker, Conversaciones con mi jardinero.

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