Eric Rhomer y la teoría de los cineastas.
Antes de analizar la obra de Rohmer, hemos de hacer una reflexión: los cineastas que fundaron la Nouvelle Vague en torno a Bazin, eran primero críticos de cine, que escribían artículos en Cahiers du Cinéma, entre otras revistas de la época, y que por lo tanto tenían la tendencia a elaborar cuerpos teóricos en torno a sus producciones. Jacques Aumont, en "Las teorías de los cineastas", afirma que Rohmer fue el "único de los grandes directores que quiso alcanzar un rigor universitario".
Se plantea la duda de cómo puede unirse en la actividad de un solo hombre lo intelectual y lo artístico. Los integrantes de la Nouvelle Vague son un conjunto puramente institucional, que se ha confundido con una "comunidad estética". Como ya hemos dicho son críticos de una misma revista que accedieron al mismo tiempo al oficio de cineastas.
Ante el hecho de que algunos cineastas se hicieran teóricos, Jacques Aumont se pregunta si esto significa que hay dos clases de realizadores: los que reflexionan teóricamente acerca de su práctica creadora y los que crean espontáneamente. Pero lo que en realidad sucede es que los teóricos influyen en las prácticas del resto. No obstante también hay cineastas espontáneos que son reflejo inconsciente de las concepciones dominantes de su tiempo. Por lo tanto en este mundo podemos observar dos ejes potenciales y opuestos:
- Los que formulan en voz alta lo que los demás piensan en voz baja, la doxa (Bergman, Fassbinder, Lewis...)
- Los que van contra corriente y constituyen núcleos de resistencia frente a la concepción dominante, como Rohmer.
El cineasta está condicionado por imposiciones mercantiles o semiindustriales y sus obras sometidas a un proceso complejo en el que intervienen muchos actores: guión, rodaje, montaje...Algunos de ellos procuran dominar todas estas fases para no estar sometidos a ningún condicionamiento, como Kapra, que se hizo montador.
Además Rohmer , según Juan Zavala, Elio Castro y Antonio C. Martínez ("El cine contado con sencillez"), es un cineasta de palabras, ya que era profesor de literatura. Se le consideró el cerebro gris de la Nouvelle Vague. Sus historias son pequeños trazos de vida que esconden una moraleja. Para Aumont supone el despertar de la sensación, de la intensidad del sentimiento del hombre, aunque sumerja su intelecto en el sueño.
Alguien dijo que ver una película de Rohmer era como ver crecer una planta. Juan Zavala considera ésta una crítica injusta, porque si bien es verdad que su cine es lento, está cargado de emoción ironía y poesía.
Realizó retratos de todo tipo de mujeres en todas las situaciones. La premura por publicar este texto ante el hecho de su muerte nos impide profundizar en este análisis, que prometemos realizar más adelante.
Eric Rohmer, In Memoriam:
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