Hermanos por pelotas. Adam Mckey.










El film de Adam McKey, Hermanos por pelotas, es una astracanada extravagante, en la que una pareja de divorciados, Robert y Nancy se vuelven a casar y aportan al matrimonio dos hijos cuarentones, narcisistas, inmaduros y crecidos, que amenazan con destruir a la familia recién constituida. El peligro reside en la transgresión y la desacralización que tanto atraen a los adolescentes.

Destacados padres, entre los que hallamos periodistas y dibujantes de diarios, bromean con el hecho de que los hijos se resisten a abandonar el hogar paterno, en el que viven parasitando a sus padres; ello unido a la abundancia de gags con referencia a frikis muy identificables y parodias de jóvenes integrados, que sólo se mueven por dinero, pero que añoran su infancia perdida, puede provocar una diversión momentanea del público consumidor.

Los dos hermanos son un producto de la irresponsabilidad social que ha educado a los jóvenes en un consumo insostenible para los recursos inexistentes, mientras se les negaba el acceso al mundo de los adultos con bases sólidas que permitieran su emancipación; la crisis ha empeorado las posibilidades de estos jóvenes que pueden extender su adolescencia hasta edades muy maduras. En una secuencia se oye a una presentadora de televisión definir a una madre diciendo: "Aunque su hijo tenía ochenta y ocho años, ella nunca perdió la esperanza".

Como contraplano a esta realidad Herzog, - Fatamorgana-, al hablar irónicamente del Paraíso en la tierra, hace decir a una voz en off algo terrible: "En Paraiso (imágenes de una sociedad primitiva, probablemente africana ) ya llegan muertos al mundo". En este contexto se machaca también a la mujer, como la consentidora, la maleducadora...Grandes directores de cine han colocado la figura del padre como la generadora de conflictos posteriores; entre ellos podemos citar a George Lucas ( Dar Waider), Coppola (Tetrocini), Werner Herzog (Teniente corrupto), Bergman...

Adam McKey no deja títere con cabeza, pero, aparte de las bromas, es un guiño complaciente a la sociedad imperante. Al final los descarriados, por supuesto, se integran. Todo vuelve a su lugar. La crítica no ha sido favorable al film, aunque Javier Ocaña (Dirario El País) sostenga que tiene cierta capacidad para la crítica de la 'paterpanesca' generación de la vagancia.



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