La balada del Narayama. Shohei Imamura.






Hace muchos, muchos años vi esta película y me dejó muy impresionada. Shohei Imamura lleva a la pantalla, en La balada del Narayama, una sociedad primitiva con una economía de subsistencia, en la que se sacrifica a las 
niñas al nacer para reducir el número de bocas que alimentar, se ajusticia a familias enteras por robar un saco de patatas, y se cometen otras atrocidades que impone la falta de recursos a muchos seres humanos.



En 1983 no estaba tan desarrollada la teoría del desempoderamiento, aunque no por eso dejabas de sentir una tremenda perturbación. El estado a través de su aparato ideológico (AIE de Althuser), explotando el miedo a la muerte del ser humano y usando como vehículo las creencias en el más allá, inculcaba a los viejos, que eran una carga para la sociedad, la idea de que si se retiraban al monte Narayama alcanzarían la vida eterna. Orín, la protagonista, llega incluso a romperse los dientes, para convencer a su escéptico hijo de que la lleve a la montaña; en el camino encuentran el anverso de la moneda: un hijo egoísta leva a su padre, que se resiste como un jabato.


Cuando se acerca el verano, muchas familias desaprensivas dejan a sus viejos en hospitales o llegan incluso a abandonarlos en gasolineras. El egoísmo descarnado.

La nieve socorrerá a Orin, la buena mujer que quiere ayudar a sus hijos a supervivir, pues acabará pronto con su vida, de forma dulce, y le evitará una supervivencia rodeada de carroña. Bonito poema sobre el sacrificio de una mujer en pro de los demás.

Una canción le recuerda la grandeza de su entrega, propia de una tragedia clásica.

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