Milagro en Milán. Vittorio de Sica.



Vittorio de Sica realizó una película magnífica en 1951, que ha sido considerada por la crítica cinematográfica como una de las obras memorables del neorrealismo italiano.

Un grupo de marginados, desempoderados y víctimas de la violencia estructural, que no sólo les niega lo fundamental para que un hombre pueda mantener su dignidad, como un empleo para poder sustentarse, una vivienda digna donde acogerse y realizar sus funciones más íntimas en la privacidad, sino a los que la cultura dominante mira con idiferencia y naturalidad esta injusticia, viven en un descampado, aprovechando todos los residuos de la sociedad urbana para cobijarse, hasta que llega un jóven, cuya madre abandonó siendo un bebé en un campo de coles y fue acogido por una amable anciana, que murió cuando aún era un niño. Dotado de cierto espíritu emprendedor monta un poblado de chabolas, rotula las calles e intenta enseñar a los niños las cuatro reglas fundamentales, que él había aprendido de su 'madre' adoptiva.

Afirma Capra en Caballero sin espada que no hay ni un trocito de esta Tierra que no tenga propietario. La especulación inmobiliaria llega al poblado y con ella los especuladores, con abrigos provistos de cuello de piel, que van a utilizar todos los aparatos de repres

ión e ideológicos del estado para imponerse. Lo acabarán haciendo, pero el pueblo italiano, siguiento la tradición de sus ancestros, de la secessio plebis (494 a.C.), cuando los plebeyos romanos se retiraron al Monte Sacer, buscarán un lugar en el que decir buenos días signifique eso: buenos días. A lo largo del film se suceden las imágenes oníricas, con un
modo de representación muy primitivo, que muestran a la madre y dos ángeles que la siguen, que ha violado las reglas del más allá y ha vienido a socorrer a su hijo; en la secuencia final estos efectos son espectaculares.


El protagonista es más entrañable que emblemático, es muy inocente y casi bobalicón, pero nada es tan sencillo. La tragedia y la comedia se mezclan como en un film de Charlot, pues desde el momento en que se crea el poblado comienza un paradigma de la historia del hombre: racismo, picaresca, abuso del prójimo, e incluso gente que llega a la chabola con pretensiones y ¡criada!; los más taimados cobran a los incautos por engañarlos con falsas predicciones; se estafan entre ellos, e incluso la más déspota y dominante del grupo les hace pagar para ver la puesta de sol. La Arcadia feliz con que termina el film, no existe, y de ello ha dado prueba la convivencia en el poblado. Esta es la natutraleza humana, y por esta razón muchos filósofos, entre ellos Marx, depositaron sus esperanzas en los que carecen de todo, porque son los únicos que pueden transformar el mundo.


Hay escenas de una plastici
dad incomparable, como cuando todos los mendigos se agrupan para gozar del calor de un rayo de sol, o cuando el protagonista, aún niño, acompaña en solitario el féretro de su protectora por toda la ciudad, mientras la circulación, los tranvías, las obras...continúan su rutina diaria. La vida sigue y el carromato negro con la muerta es como un elemento más del paisaje. Tras su estancia en el orfanato, nada parece haber influido en el optimismo de Totó.


Tragedia humana y salvación a la romana, con toques sobrenaturales, que dotan de gran ternura e ingenuidad el film. Es muy aconsejable, no sólo para los jóvenes, que pueden entender que las cosas no han sido siempre como ellos las han vivido, sino para muchos de nosotros, habitantes del primer mundo, que tampoco hemos pasado por esta vida miserable. La hazaña de salir corriendo y dejar sólos a los especuladores y clientes, aunque parece utópica, se ha realizado en tiempos remotos, y esta acción aumentó extraordinariamente el poder de los más desfavorecidos en la República romana. Sin contar a los esclavos, claro.








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