Solo ante el peligro. Fred Zinnemann.


Un ejercicio intelectual importante sería ver Solo ante el peligro (High Noon, A la hora señalada) todos los días, para no olvidar ese gran universal que es la volubilidad e ingratitud de los pueblos. Todos los que hoy han alcanzado su mayoría de edad ya pueden entender la reflexión de Alfred Zinnemann, de origen austriaco. El cine es no sólo una ventana abierta al mundo, sino la mejor crónica social, el mejor documento que puede dejar una época; alguien se quejaba en una cartelera de prestigio de que no se hubiera introducido aún su estudio en las escuelas. Este film de serie B y bajo presupuesto podría contribuir a devolvernos la memoria.

Todas las formas de representación de historias, desde la antigüedad greco-latina hasta las obras dramáticas de William Shakespeare, anteriores a la invención del cinematógrafo, han dejado testimonio de la vulnerabilidad de las masas, de su ingratitud. Hay ciertas reticencias en las gentes de buena voluntad a aceptar la existencia del 'mal', pero algunos directores lo miran de frente y sin demagogias, como John Carpenter en Christine o El Príncipe de las Tinieblas o George Lucas y sus personajes, a los que el resentimiento lleva al lado oscuro. Muchas veces utilizan el género de ficción para expresarse con más libertad.






Zinnemann sitúa a su héroe en un pequeño pueblo del oeste americano, Haydeville, que ha sido pacificado y limpiado de mafiosos y pistoleros por un sheriff , Will Kane (Gary Cooper), en colaboración con un juez; pasado el tiempo el pueblo pierde su memoria y en su imaginario renacen momentos de prosperidad, más inventada que real. El mal ha desaparecido, ha sido desalojado de sus recuerdos. Es el momento en el que otros jueces, del Norte (enfrentamiento secular N/S de EE.UU.) dejan en libertad al pistolero Frank Miller y éste regresa a la comunidad para vengarse, enviando por delante su 'infantería' compuesta por tres criminales de su banda . Los, más que ciudadanos, súbditos se dividen en dos bandos: aquellos, dotados de rapacidad, a los que la 'ley de la selva' siempre beneficia y los hombres temerosos de perder su vida y su familia; el cura, el personaje más deleznable del film se acoge al quinto mandamiento, 'no matarás', para lavarse las manos. Incluso su mujer, Amy (Grace Kelly; su primer papel), que había visto morir a su padre y un hermano de 19 años y estaba harta de tanto 'matonismo' también lo abandona.

Lo más ácido y acusador del film de Zinnemann es el teatro de operaciones: cuatro pistoleros por un lado, un sheriff solo por otro, y un montón de hombres, llenos de rifles, según la tradición del país, metidos en sus casas; la cámara señala a estos hombres miserables mediante una serie de planos fijos y planos de detalle recurrentes de un reloj, que va marcando el tiempo del único hombre que está dispuesto a defender la ley. Un rayo de esperanza en la humanidad está emblematizado en el joven de catorce años que está dispuesto a combatir junto al sheriff en favor de la justicia y la ley.

La llegada de los pistoleros al pueblo sirve de recordatorio de los 'buenos tiempos' que defiende el grupo que representa la avaricia: uno de ellos rompe un escaparate y coge un tocado de mujer, simplemente porque le avala un colt y tiene arreos para ello. Otra secuencia de fuerte penetración psicológica es la del ayudante del sheriff, joven, fuerte, pero cobarde, que intenta por todos los medios, incluso la violencia, que éste abandone el pueblo,como única forma de resolver el conflicto: prestado el servicio...¡Qué se vaya! Es precisamente el juez que lo había condenado el que decide abandonar el pueblo, mientras el antiguo sheriff le advierte de que el destino de los hombres honrados es morir pobres, muchas veces asesinados sin saber muy bien por qué. Triste testimonio.

Una vez ha aniquilado a los criminales decide retomar sus proyectos de vida, montar un negocio con su esposa; el último fotograma debe ser objeto de la mayor reflexión: Will Kane, rodeado de sus insolidarios conciudadanos, arroja la estrella, que representa a la ley, con el mayor desprecio, al suelo. Hoy el mundo está dividido entre los que utilizan o se sirven del 'discuro del odio' y los que se atemorizan y retoceden ante él; Tim Burton en Sweneey Todd divide a los hombres en dos clases: los que ponen la zancadilla y los que se la dejan poner. Su conclusión ya la conocéis...Los americanos, republicanos del mundo contemporáneo,  saben que el concepto hace visible una realidad, y por esta razón le han puesto nombre al clima que perturba actulmente a los EE.UU.





El film,está rodado en tiempo real, dura 85 minutos, justo el tiempo de la cuenta atrás desde que se conoce la noticia de la llegada de los bandoleros, cuyo transcurso marca periódicamente un primer plano del reloj, como hemos dicho antes. El tren, símbolo del progreso, se convierte en el vehículo que transporta la maldad y la amenaza a un pueblo, aparentemente tranquilo, pero en el que empiezan a aflorar las contradicciones. Algunos ven el film  una alegoría de la Caza de Brujas que llevó a cabo el Comite de Actividades Antiamericanas, impulsado por el Senador McCarthy. El guionista de este film, Carl Foreman, tuvo que declarar ante el tribunal.

Gary Cooper, hijo de pioneros, representó para amplios sectores los valores americanos de honradez, credibilidad, verosimilitud, rectitud, integridad, valentía..., aunque nunca fue muy apreciado por los críticos; su papel en Sólo ante el peligro resumió su personalidad en la pantalla: un ciudadano medio que asume el papel del héroe cuando lo exige la situación. También lo sentía así John Ford, cuyo film La diligencia ha sido considerado como la película fundacional del western clásico; como no disponía de recursos suficientes no pudo contratar para el papel de protagonista a Gary Cooper y recurrió a un viejo conocido, Jhon Waye, e hizo de él el vaquero más famoso de la historia del cine. En la obra colectiva que encabeza Juan Zavala ( El cine contado con sencillez) se sostiene que Ford, nacido en 1895, el mismo año que el cine, creció en paralelo con él y "nunca se sabrá quién dió más a quién. Si el cine a John Ford o Jhon Ford al cine. Zinnemann nunca llegó levantar un edificio de la categoría del de Ford, pero ha dejado para la historia un film dificil de igualar.



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