Black Swan. Darren Aronofsky.


Por fin ha llegado a los cines el film de Darren Aronofsky, 'Black Swan', que ya comentamos cuando anunciamos su estreno. Hoy reproducimos el post de nuevo.


La creación artística, en cualquiera de sus manifestaciones, es una de las principales causas de 'desempoderamiento del hombre'; fuente de inseguridades en sí misma, suma el sometimiento al juicio de los demás, ya sea el manager, el director del espectáculo o el público en general, que pueden abatir al individuo y derrotarle en su lucha por alcanzar el 'amor', la 'pasión' que le domina. Ya Stephen Daldry abordó este tema en Billy Elliot; ahora Darren Aronofsky lo hace con mayor carga poética e intensidad en Black Swan. Nina es una joven adolescente, que está definiendo su orientación sexual, que duerme en una habitación en la que tienen fuerte presencia los recuerdos de su infancia y que vive aún sometida a la tutela materna que se expande in extremis e intenta protegerla del mundo exterior, controlarlo todo, infundiendole simultáneamente todos los terrores que llevan consigo los 'monstruos humanos': miedo al fracaso, al desengaño amoroso, a la muerte, a la competencia que acaba con los mejores...

Pero todos tenemos nuestro alter ego, nuestra imagen especular invertida, que nos empuja a cumplir nuestro destino o fracasar y morir como el cisne negro de Chaikovski. No somos conscientes de los efectos perversos de nuestras críticas; Patrick Süskind escribió un relato estremecedor, Una pintora con poca profundidad, en el que una joven artista muere a causa de una crítica frívola que la sume en una tremenda depresión. El mismo crítico que le había provocado tanto mal firma su epitafio tras comentar, con la misma liviandad que lo había hecho antes, que había muerto una artista con demasiada profundidad. Nina une a este temor al mundo exterior, al fracaso, los demonios internos de una joven adolescente; todo se resuelve en el escenario, en ese gran teatro del mundo en el que se confunden la ficción y la realidad. Excelente.

La propia actriz, Natalie Portman, que soporta magnificamente todo el peso del film, sufrió una gran presión en el rodaje y en su deseo de alcanzar la perfección pensó que iba a morir en su intento: la actriz se metarmofosea en su personaje y éste en el cisne del ballet. Según la Agencia EFE, la crítica y el público norteamericano sitúan el film entre las diez mejores películas de 2010.

No comparto el criterio de Eulalia Iglesias en su crítica de Público cuando afirma que Nina "escindida entre su amor y su profesión, también siente como las zapatillas la arrastran a no dejar de bailar". El amor de la bailarina es su profesión, algo indisociable en ella; debe abandonar el cisne blanco, la edad de la inocencia, la tutela de la madre, los juguetes de la infancia, y convertirse en una artista adulta, pero fracasará en el intento. Quien ha tenido cerca a un ser creativo comprende muy bien esta esquizofrenia, que poco o nada tiene que ver con el crítico, y que ha arrastrado a la muerte a artistas que estaban en la cumbre de la ola (la protagonista va a interpretar el papel estelar de la obra de Tchaicovsky) y la tensión es enorme en una mente adolescente, que incluso aún no ha definido su orientación sexual. Nada que ver con Carrie o la frígida Carol de Polansky; mucho con Kurt Cobain, Heath Ledger y tantos otros, cuya desaparición nadie puede explicarse, porque teóricamente habían alcanzado su objetivo. El problema de Nina reside en ella misma; no ha sido violada por nadie, y tiene una madre controladora, como muchos/as. ¿Qué arrastra a estos jóvenes a su propia extinción? La propia Natalie Portman, una actriz muy joven, reconoció haberlo pasado muy mal durante el rodaje de un film que realiza semejante introspección en la mente del artista; El luchador, del propio Aronofsky contempla el fin de una estrella, Black Swan el principio. Los sentimientos de uno y otra responden a fases vitales distintas, aunque coincidan en el acto creativo más grande que se pueda dar en el escenario del gran teatro del mundo.

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