Alejandro Magno. Oliver Stone.
Muchos cineastas se enfrentan al reto de la realización de un film peplum, con utilización de grandes medios, de acuerdo con la tradición iniciada por Ridley Scott en Gladiator y aspiran a salir airosos del reto. Oliver Stone transita desde el documental al film de ficción y nos presenta a Alejandro Magno esclavizado por un fuerte complejo de Edipo, sometido a una madre dominante, que odia a su padre, y bisexual. Dotado de un gran talento militar, fue un gran estratega, que a los treinta años había llegado a los límites del mundo conocido en la antigüedad. Se suelen generar falsas polémicas, protagonizadas por nostálgicos de otros tiempos, sobre todo en torno a la orientación sexual de Alejandro y sus 'colegas', educados por Aristóteles, cuando los erastes y eromenos pululaban en la antigüedad greco-latina.
El extenso metraje hace que el film decaiga y se torne un tanto pesado y sorprende que la exhuberante Olimpia (Angelina Jolie), mala de manual, apenas refleje en su físico el paso del tiempo, excepto por dos o tres canas; es demasiado obvia su participación en el asesinato de Filipo. Pero el film tiene algo memorable. La vocación documentalista del director le invita a mostrarnos a vista de pájaro la famosa Batalla de Gaugamela, lo que permite observar la famosa línea oblicua griega, decisiva en el combate. No hay precedentes de esta osadía cinematográfica, y es muy útil como apoyo a la práctica docente. También es interesante la arenga previa a la batalla, que si se compara con la de Maximo, el Comandante de Gladiator, se podrán observar las diferencias culturales de griegos y romanos.
Sorprende la verborrea que provocan los filmes de Oliver Stone, de su pretendida grandilocuencia, egolatría o pretenciosidad. Lo cierto es que en la actualidad los equipos de trabajo de los estudios cinematográficos cuentan con buenos asesores y especialistas y más que de errores se puede hablar de desviaciones estilísticas. Cuando no hay datos suficientes, se inventan. Quizás estos filmes pierdan en poesía lo que ganan en reconstrucción de un mundo perdido. Lo demás es palabrería.
El extenso metraje hace que el film decaiga y se torne un tanto pesado y sorprende que la exhuberante Olimpia (Angelina Jolie), mala de manual, apenas refleje en su físico el paso del tiempo, excepto por dos o tres canas; es demasiado obvia su participación en el asesinato de Filipo. Pero el film tiene algo memorable. La vocación documentalista del director le invita a mostrarnos a vista de pájaro la famosa Batalla de Gaugamela, lo que permite observar la famosa línea oblicua griega, decisiva en el combate. No hay precedentes de esta osadía cinematográfica, y es muy útil como apoyo a la práctica docente. También es interesante la arenga previa a la batalla, que si se compara con la de Maximo, el Comandante de Gladiator, se podrán observar las diferencias culturales de griegos y romanos.
Sorprende la verborrea que provocan los filmes de Oliver Stone, de su pretendida grandilocuencia, egolatría o pretenciosidad. Lo cierto es que en la actualidad los equipos de trabajo de los estudios cinematográficos cuentan con buenos asesores y especialistas y más que de errores se puede hablar de desviaciones estilísticas. Cuando no hay datos suficientes, se inventan. Quizás estos filmes pierdan en poesía lo que ganan en reconstrucción de un mundo perdido. Lo demás es palabrería.
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