El cazador de fugitivos.Anthony Mann.



Ficha técnica:

Año: 1957 País: EE.UU. Director: Anthony Mann. Guión: Dudley Nichols. Música: Elmer Bernstein. Fotografía: Loyal Grigs Productora: Paramount Comedies.


Ficha artística:

Reparto: Henry Fonda, Anthony Perkins, Betsy Palmer, Michel Ray, Neville Brand, John McIntire, Lee Van Cleef


Anthony Man realiza un western bellísimo, a pesar de que algunos lo consideran una obra menor. La película es memorable en el fondo y en la forma. Rodada en blanco y negro, alterna frecuentemente secuencias en un mismo plano: en el interior, de variadas arquitecturas que se interponen como un telón que separa la tramoya de la actuación de los personajes, se producen los dramas individuales, los conflictos internos de los protagonistas de la acción, sus dudas, sus indecisiones; en el exterior, que siempre observa el espectador privilegiado, a través de la mirada de la cámara por la mirilla de puertas o ventanas convenientemente abiertas , los movimientos sociales, las presiones de los matones y las manipulaciones de los poderosos. Impresionante entrada de Morgan Hickman (Henry Fonda) en el pueblo portando en su caballo el cadáver de un hombre a cuya cabeza se había puesto precio y del que sobresale una mano que horroriza hipócritamente a los que habían ofrecido una recompensa. En una sociedad brutal, el joven sheriff, Ben, encarnado por Anthony Perkins, sólo debe procurar que las ejecuciones de los bandidos tengan la apariencia de legales, que se celebren juicios, pero la realidad es que esa sociedad sin ley, que ha puesto como agente del orden a un imberbe, lo deja sólo ante el peligro y se amilana ante el partidario de tomarse la justicia por su mano.




Lo que Anthony Mann plantea no es que los criminales no hayan de saldar sus cuentas con la ley, sino que los conflictos sociales no se pueden resolver con el 'ojo por ojo 'en una sociedad civilizada y menos dejarlos en manos de otros asesinos con licencia para matar, a los que se da una estrella circunstancial en momentos difíciles. Los hermanos McCaffey han cometido un delito pero no en la misma medida, ni merecen el mismo castigo. El mayor, protagonizado por Lee Van Cleef, es un asesino sin escrúpulos, el menor no ha matado a nadie, pero ambos van a ser colgados por la chusma dirigida por Borgadus.

Hickmann es un caza-recompensas pero también un ex-sheriff, que a fuerza de ser honrado en un mundo de sinverguenzas, vio como morían su mujer y su hijo enfermos porque los capitalistas, los primitivos banqueros, y todos los que le daban palmaditas en la espalda le negaron los mil dólares que necesitaba para pagar su curación. Desde ese momento se pone al servicio de la ley exclusivamente por dinero. La colectividad hipócrita rechaza al hombre cargado de unos valores de los que ella carece.

Pero Anthony Mann no se queda ahí y denuncia el racismo en que fueron educados los colonos; una vez insertadas estas ideas en el imaginario de los jóvenes son muy difíciles de erradicar, y eso le pasa a Hickman hasta que conoce a una mujer blanca, Nora, que tiene un hijo indio. Esta mujer denuncia la discriminación a que es sometida en una sociedad profundamente patriarcal una mujer joven, guapa y sola, en la que los hombres se pueden cebar si además tiene un hijo indio; para estos energúmenos el mejor indio, afirma, es el indio muerto, y cuando se encuentran con uno que tiene su mismo orgullo y coraje, para considerarlo su igual, lo matan, y de esta manera lo redimen y regeneran . No lo han asesinado, cínicamente lo han salvado. Lo que hace más necesario que nunca el juicio de los McCaffey es que son mestizos, hecho que envalentona al malvado Bogardus.

El director añade a la iconografía propia del western, algunos mitos clásicos, como la perfidia de Ulises/Hickman y su Caballo de Troya, en los engaños ante la cueva en que se esconden los dos hermanos, o el aislamiento del líder, que sin su guardia de corps queda desarmado: Bogardus/Cómodo.

El film se localiza en un breve espacio exterior en el pueblo: la entrada a la población , el 'cuartel' del Sheriff y el Saloon, casi siempre visto desde la oficina del agente de la Ley. En el rodaje de exteriores la casa de Kip y su madre, Nora, y las montañas en las que se refugian los hermanos McCaffey. Pero siempre sigue la norma de interponer una edificación, una barrera protectora, bien sea hecha por el hombre o por la naturaleza, entre los héroes y los villanos. Es emotiva la secuencia final en la que Hickman, que forma una nueva familia con Kip y su madre, abandona el pueblo en un pequeño carro, acompañado a pie por el joven sheriff, acompañado por su prometida, que ha conseguido el aprecio de la pusilánime población gracias a su ayuda.





El elemento extraño a esta célula social viene de fuera, ayuda a restablecer la situación de equilibrio y como es propio del western clásico se va. Cambia la perspectiva: el desafío no se produce en la calle principal, que atraviesa filiforme el poblado, sino entre el Saloon y la oficina del Shérif.

Bellísimas imágenes, fantásticos encuadres, actores de trayectoria, y una magnífica iluminación, alumbran la aparición de los valores morales en una sociedad de forajidos que había arrebatado sus tierras a los indios y vivían bajo la opresión del más fuerte y feroz, ignorante, sin principios y envalentonado por la cobardía de sus conciuidadanos. Los primeros banqueros no salen muy bien parados a la luz de las imágenes. La música de Elmer Bernstein completa este magnífico trabajo.

El film abre viejas/nuevas perspectivas para la reflexión y el análisis de los inicios de la sociedad en que vivimos, de cómo se produjo la acumulación pre-capitalista en una comunidad en la que la ley brillaba por su ausencia y en la que hombres esforzados, idealistas y utópicos arriesgaron su vida hasta llegar a la primera declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de la que el pueblo americano se siente tan orgulloso. Anthony Mann contribuye a poner una tesela en la construcción del mosaico de la democracia. El western le pone el marco.

Un Henry Fonda crepuscular acompañado en el papel estelar por un jovencísimo Anthony Perkins al que le esperaba la gloria en un film del maestro Alfred Hitchcock. Lee Van Cleef realiza un papel secundario; la imagen de Perkins fue uno de los primeros regalos en forma de sex symbol masculino que el cine dio a las mujeres. La presencia de estos actores da, de acuerdo con Nöel Simsolo, continuidad al género.


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