Cultura Mainstream. Frederic Martel.


En su nuevo libro, salido a la venta el 4 del mes en curso, el francés Frederic Martel da un visión alarmante de la cultura del siglo XXI: Europa está fracasando en la creación de referentes culturales mundiales. En nuestro contexto se desprecian los productos mainstream, lo que podría no ser malo si fuésemos capaces de hacer algo mejor. El problema es que no sabemos, aunque hacemos apuestas millonarias en productos que nacen ya desfasados, mientras se van arruinando las expectativas de muchos jóvenes creadores. Es inútil cegarse, lo que no se publicita no existe, lo que es terrible si no invertimos en la caza de nuevos talentos y nos mecemos en la ganancia fácil de productos ya amortizados: musico-futbolista-actor de cine.

Según Martel debemos esforzarnos por entender la increíble máquina americana de fábricar imágenes y sueños, la máquina de entertainment y la cultura que se convierte en mainstream. Hace ya muchos años advertía de este riesgo Jenaro Talens. Alguno de los productos que cita Martel son de gran calidad, mientras nosotros lanzamos otros como Tipos reservados, peores y a la vez demasiado marginales, que tampoco suponen una renovación y que nos llevan a la movida madrileña del siglo pasado a lomos de su fama conseguida en alguna película. Así no vamos a ninguna parte con estos tipos, que sí merecen una portada en Rolling Stone, pero que no pasarán la frontera de Madrid. No es raro que Youtube sea el Google de la música que va robando pequeñas cuotas a los grandes negocios publicitarios.




A vueltas con Umberto Eco

La necesidad de interpretar el mundo que vivimos ha provocado que muchos hayan vuelto su mirada de nuevo al semiólogo Umberto Eco y a su famosa teoría de los apocalípticos e integrados, en un momento en que las fronteras entre la cultura superior y la cultura de masas se está desdibujando y desplazando desde los contenidos a la forma de disfrutarlos. Tanto Beethoven, como Wagner o Vetusta Morla son escuchados desde la inatención en un ascensor o en la planta de perfumería de unos grandes almacenes; pero no todos los que acuden a los palacios de la ópera o a los auditorios forman parte de una élite ( o elite, si has asistido a un colegio de pago) cultural, sino que muchos se congregan en un evento social, un espectáculo prohibitivo para jóvenes roqueros que practican una cultura viva, en la medida de sus posibilidades (económicas por supuesto). El intelectual italiano ya se ha posicionado y ha advertido que la diferencia entre el tiempo en que escribió su famoso libro y el actual es que ahora los críticos también están integrados en las nuevas tecnologías. O deberían estarlo.

El mundo evoluciona y con él sus modos de representación cultural. No sucede lo mismo con la ceguera de los jueces, como diría Nöel Simsolo.

¿Elite o nostalgia? Prestemos atención a estos mensajes insertados en Youtube.


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